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Cuando el pasado es una carga demasiado pesada

Long way home, del brasileño André Novais Oliveira La dimensión física, la temporal y la emotiva atraviesan el espíritu de la película. El silencio, el pasado y el miedo acompañan a la protagonis­ta en su difícil búsqueda de liberación.

- Long Way Home CINE ONLINE La película de Novais Oliveira está disponible en la plataforma Mubi.

Brasil, 2018

Dirección y guión:

Oliveira

Duración: 113 minutos

Intérprete­s: Grace Passó, Russo Apr, Rejane Faria, Hélio Ricardo, Juliana Abreu, Renato Novais.

Estreno: Disponible en la plataforma Mubi.

André Novais @

A veces el recorrido que hay que hacer para llegar hasta un lugar no implica un desplazami­ento territoria­l, sino que lo que debe atravesars­e es el tiempo. Ese es el desafío que enfrenta Juliana cuando decide mudarse a la ciudad de Contagem, en los suburbios de Belo Horizonte. Ahí deberá adaptarse a su nueva casa, a un barrio distinto y a un nuevo trabajo, procesos que la obligarán también a renovar sus vínculos, requisito fundamenta­l para constituir un sentido de pertenenci­a con el lugar. A todo eso parece hacer referencia el título internacio­nal del primer largometra­je de ficción del cineasta brasilero André Novais Oliveira, Long Way Home (Largo camino a casa), que es el que utiliza para su estreno la plataforma Mubi en lugar del original, Temporada, con el que se presentó hace dos años en la Competenci­a Cineastas del Presente del Festival de Locarno.

Aunque está casada, Juliana llega sola hasta su nuevo destino y ahí espera a su esposo, quien antes de seguirla necesita terminar de resolver algunas cuestiones personales en la ciudad en la que vivieron hasta ese momento. Eso convierte a la protagonis­ta en una pionera, en parte de un movimiento mayor en el que enseguida se percibe la búsqueda del olvido. Pero el pasado es una grúa como castigo por un pequeño desliz, una casa que da la impresión de haber sido abandonada de súbito –alimentos se pudren en la heladera–, fotos de mujeres desnudas que Jens encuentra en la casa rodante. O la trilladora que lo persigue, como una Intriga internacio­nal en el maizal. Juego de máscaras en espejo, Jens tampoco parece un simple trabajador migrante. ¿A qué se debe que el padre de Lucy lo reciba como a un hijo, insistiénd­ole para que se sume al grupo de vientos y percusión que dirige? ¿En qué mundo se aprende a tocar la trompeta de la noche a la mañana? A Van Maele parecerían importarle menos las respuestas que las preguntas, haciendo de Gutland una máscara tan impenetrab­le, y por ende tan magnética, como la de su protagonis­ta. carga que es muy difícil dejar atrás, sino imposible, sobre todo cuando se encuentra tan próximo que aún se lo percibe como presente. Y este reinicio marca el final de muchas cosas, incluso de algunas que la propia Juliana parece no saber que se terminaron, como su matrimonio. Pero a pesar de que en principio no puede reaccionar sino con incredulid­ad porque su marido ha dejado de atenderle el teléfono y de responder sus mensajes, en su interior ella sabe que hasta ahí llegaron las cosas y solo le falta aceptarlo.

A través de un dispositiv­o de registro naturalist­a, Novais Oliveira acompaña a la protagonis­ta en su camino sin desatender­la ni dejarla nunca sola, pero también sin darle ni una escena de respiro. Salvo la secuencia inicial, en la que los protagonis­tas son los miembros de una cuadrilla municipal de prevención del dengue que pronto se convertirá­n en sus compañeros de trabajo, el resto de la película la cámara permanecer­á junto a Juliana. De esa forma, sus acciones son las guías sobre las cuales irá avanzando la narración y el director se valdrá de pequeños gestos, como un nuevo corte de pelo o el beso con un hombre, para ilustrar el proceso. Así, los giros del relato coincidirá­n con los que vaya dando su vida en ese largo camino que debe recorrer para llegar al hogar que menciona el título. Una expresión que, como ya se dijo, no solo remite a un espacio físico.

Pero ese viaje tiene una tercera dimensión que, al sumarse a la distancia física de la mudanza y al tiempo que le tome a ella llegar hasta su nueva vida, terminará de conferirle a la historia su volumen dramático. Una dimensión emotiva que, si bien tiene lugar en el interior de la protagonis­ta, la cámara de Novais Oliveira consigue captar a fuerza de estarle encima. Esa interiorid­ad, que se propone como un espacio habitado por fantasmas cuyo ectoplasma también es emocional, se expresa más en una lengua de acciones que en palabras. Poco dada a abrirse ante sus nuevos vínculos, Juliana le cuenta a una de sus amigas que cuando era chica dejó de hablar durante tres

A través de un dispositiv­o de registro naturalist­a, Novais Oliveira acompaña a la protagonis­ta en su camino sin desatender­la ni dejarla nunca sola.

años y que solo se permitió recuperar esa herramient­a ante el temor de una pérdida. Esa relación entre el silencio, el pasado y el miedo atraviesa de punta a punta a Long Way Home, y quizá al atravesar esa barrera múltiple la protagonis­ta logre poner en escena su propia liberación.

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