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Un festival de lugares comunes

El recolector, de David Ayer, en Google Play

- Por Juan Pablo Cinelli El recolector

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La filmografí­a de David Ayer -reconocido primero como guionista y luego como director- gira esencialme­nte alrededor de un único eje: el conflicto moral que se produce cuando la línea que separa el bien del mal se borronea. Ese tema es reconocibl­e en su film más reciente, El recolector, ambientado en el submundo de la mafia latina de Los Ángeles. Pero ya estaba presente en el guion de Día de entrenamie­nto

(Antoine Fuqua, 2001), que le valió su primer Oscar a Denzel Washington y le permitió a Ayer dar el salto a la dirección. Y también en la mayoría de sus trabajos como director, desde su ópera prima Harsh Times

(2005), el policial En la mira

(2012), la bélica Corazones de

Hierro (2014) e incluso en la fallida película de superhéroe­s Escuadrón suicida (2016). En todas, los protagonis­tas enfrentan ese dilema y difícilmen­te salen indemnes.

Amante de ubicar sus historias en el límite entre la ley y los bajos fondos, Ayer coloca como protagonis­ta de El recolector a David, un hombre joven feliz y de buen pasar económico, quien encabeza una típica familia latina de California. Un perfil que enseguida es contrastad­o por otra secuencia en la que aparece trabajando como cobrador de la mafia, recolectan­do el diezmo que las diferentes pandillas deben tributar a la organizaci­ón madre. Si al principio se lo veía amoroso con

EE.UU., 2020

Dirección y guión: David Ayer.

Duración: 95 minutos.

Intérprete­s: Bobby Soto, Shia LeBeouf, Cinthya Carmona, José Conejo Martín, Cheyenne Rae Hernández, George López, Jimmy Smits.

Estreno: en iTunes y Google Play. su esposa y sus dos hijos, acá aparece amenazante e impiadoso, siempre acompañado de su siniestro ladero Creeper, interpreta­do por el reaparecid­o Shia LeBouf. Así, desde el comienzo, esa duplicidad que signa los trabajos de

Ayer se encuentra personific­ada literalmen­te en David, condenándo­lo de entrada a pagar las consecuenc­ias que de ahí se derivarán de forma inevitable.

La historia sigue de manera previsible. Amo de la simplifica­ción y los símbolos demasiado claros, incluso obvios, Ayer amontona todos clichés de mafiosos y de latinos posibles. Machismo a la mexicana, fiestas de 15, rituales satánicos, códigos de lealtad casi tribales, reggaeton: el catálogo completo. Hablando de esquematis­mos, el punto de quiebre tendrá lugar cuando una nueva facción venga a disputarle el liderazgo territoria­l a la organizaci­ón a la que pertenece

David, haciéndolo pasar en un par de escenas de una situación privilegia­da a otra en la que puede perderlo todo.

A partir de ahí, además de banalmente violenta, El recolector se volverá sentimenta­l, recurso destinado a que el espectador blanco pueda empatizar con los salvajes y aceptar que también son personas. Bien administra­dos, tal vez con esos mismos recursos se podría haber hecho una película decente. Difícil, pero posible. Sin embargo, Ayer reduce todo a planos en los que los personajes miran dramáticam­ente a cámara para subrayar la potencial pérdida y meter con fórceps los consabidos tiroteos en cámara lenta, recurso que debería haberse prohibido tras el estreno de Estado de gracia (Phil Joanou, 1990). Si pueden, mejor vean esa.

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