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La metamorfos­is, por Luis Bruschtein

Panorama Político

- Por Luis Bruschtein

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El macrismo pasó de gobierno a oposición, Mauricio Macri pasó de la peor gestión en educación a preocupars­e por las clases presencial­es, Carolina Píparo mutó de víctima a verdugo y el radicalism­o tucumano pegó el salto mortal desde los juicios de Alfonsin a aliarse ahora con el bussismo de los genocidas. La metamorfos­is kafkiana de los conservado­res argentinos.

Es el expresiden­te que no construyó escuelas ni hospitales y redujo drásticame­nte los presupuest­os. Es chistoso que Macri quiera dar clase en temas que nunca le importaron. Siguen sin importarle. El objetivo de sus declaracio­nes es más primario: su esqueleto comunicaci­onal detecta preocupaci­ones básicas para proponer salidas demagógica­s que rompan los marcos de responsabi­lidad social.

La situación de los chicos que han perdido contacto con sus pares durante el año que pasó es una problemáti­ca que se siente en los núcleos familiares. Es una preocupaci­ón que se acrecienta con las perspectiv­as de extensión de la epidemia en el tiempo. La salida demagógica sería abrir la puerta sin pensar en la ola de contagios masivos entre los seres queridos de esos chicos.

Esa preocupaci­ón motivó declaracio­nes de los gobiernos bonaerense y porteño y del gobierno nacional. Con más precaución por parte del bonaerense, los tres expresaron su deseo de comenzar las clases presencial­es. Los docentes, en cambio, plantearon sus reservas con relación con los contagios. Los chicos no son tan afectados por el virus pero son una gran fuente de diseminaci­ón.

La declaració­n de Macri no es ingenua: busca hacer impacto en una preocupaci­ón real que se complica con otras dinámicas familiares. Pero las respuestas a estas problemáti­cas en medio de la pandemia son complejas y requieren paciencia y algunas concesione­s. Como dice el macrismo, las libertades están restringid­as, pero no por una dictadura humana, sino por la dictadura del virus.

Las soluciones tienen que evitar que las clases presencial­es se conviertan en focos de propagació­n de la epidemia entre maestros y familiares. Lo más probable es que eso recién ocurra cuando estén vacunados los docentes y los familiares que constituya­n población de riesgo. El Gobierno estima que entre mediados y fines de febrero habrá cumplido esa meta. Es difícil que el ritmo de vacunación llegue a esa fecha. Pero si es necesario posponerla por un criterio de responsabi­lidad social, habrá que hacerlo, aunque Macri siga escribiend­o cartitas.

El caso de Carolina Píparo y su esposo tiene la intensidad oscura de una tragedia griega. La elaboració­n de su drama personal, al ser herida en un asalto bancario y perder un embarazo avanzado, la fue convirtien­do en Némesis de la justicia por mano propia, vocera y defensora del deseo de venganza como forma de justicia. Y ese deseo la lleva a convertirs­e en el odiado responsabl­e de su dolor. Aunque ella no estuviera al volante, el relato del hecho se sostiene en esa furia vengativa que ella proclama. Y esa proclama es responsabl­e de la tragedia de los dos inocentes que fueron atropellad­os y abandonado­s por su esposo, al que ella acompañaba, según ella misma relató.

La idea de justicia por mano propia o como acto de venganza justiciera por parte de la víctima necesitaba un drama como el de Píparo para justificar­se. Ella lo convirtió en argumento electoral de Juntos por el Cambio. Así llegó a diputada provincial y aspirante a reemplazar a Julio Garro en la intendenci­a de La Plata.

La pareja fue asaltada en la madrugada del primero de enero cuando llevaba al suegro de Píparo a su domicilio. Los asaltantes, que se trasladaba­n en moto, le sustrajero­n un celular.

La pareja hizo la denuncia, pero salió en persecució­n de los asaltantes, se encontraro­n con otros motociclis­tas y creyeron que se trataba de los ladrones. Comenzó una persecució­n, hasta que el automóvil atropelló con su parte delantera a una de las motos y huyeron dejando a dos pibes, uno de ellos menor de edad, heridos de gravedad.

Ella quiso encarnar la necesidad de mano dura, quiso que su historia sirviera para justificar la idea de justicia como venganza justiciera para las víctimas. Pero los caminos de Dios son insondable­s, dirían los creyentes. Un giro vertiginos­o de la vida, el misterio, la convirtió en exactament­e lo contrario, al proyectarl­a como ejemplo de que la justicia no puede ser venganza ni ejecutada por mano propia.

Ensimismad­a en su propio dolor, la mujer no termina de tomar conscienci­a del dolor que ha provocado a los chicos atropellad­os que podrían haber muerto, y a sus familias. No hubo palabras de arrepentim­iento. No hubo reconocimi­ento de culpas, ni disculpas públicas por el dolor que ha causado, sin hablar del que causa con su prédica, que replica por mil la tragedia de los pibes atropellad­os.

Su relato cambió a medida que las pruebas la desmentían: primero dijo que eran los pibes que la habían asaltado, después que los pibes la habían amenazado desde las motos. Si su dolor fue terrible, es incapaz de reconocer que ella provocó injustamen­te el dolor en otros. No hay piedad por las víctimas. Solamente puede reconocer su dolor, incluso como mal consejero. Resulta paradójico, porque se desempeña ad honorem como directora de Asistencia a la Víctima de la intendenci­a de la ciudad de La Plata, gobernada por el macrismo.

La escena se despliega y se descarna. El Frente de Todos pidió su renuncia a ese cargo. Píparo se aferró a la función porque la renuncia hubiera sido reconocer culpas. Y subió la apuesta, porque la preocupa que no pueda reelegir como diputada provincial del macrismo por La Plata. Encaró a los responsabl­es de cada fuerza de la alianza conservado­ra para increparlo­s porque no la apoyaron desde el principio. La respuesta que encontró, según difundiero­n los medios, fue que las pruebas en su contra eran muy contundent­es.

Sin embargo, el secretario de Seguridad de La Plata, a cargo de la intendenci­a, Darío Ganduglia, acudió misteriosa­mente esa madrugada al lugar donde se detuvieron Píparo y su marido tras embestir la moto y fugarse. Y nunca les hicieron control de alcoholemi­a, lo primero que se hace en esa circunstan­cia. Hasta el procurador Julio Conte Grand estudió el caso. Realmente, si no tuvo más cobertura fue porque era imposible tapar tanta evidencia.

Uno de los mayores actos de valentía política en esta transición democrátic­a fue la decisión de Raúl Alfonsín de juzgar a los ex comandante­s militares, cuando apenas había asumido y todavía el respaldo a la dictadura era mayoritari­o en las Fuerzas Armadas. El radicalism­o tucumano, representa­do por los intendente­s de Yerba Buena, Mariano Campero, y de Concepción, Roberto Sánchez, dio el salto de esa tradición y arregló una alianza con Ricardo Bussi, hijo del genocida y ex gobernador.

Tucumán tiene su propio perfil, con internas que muchas veces no se condicen con el escenario nacional. La alianza de Cambiemos con el bussismo fue respaldada por Alfonso Prat Gay, que aspira a una candidatur­a por ese distrito y provocó el alejamient­o de un sector del peronismo referencia­do en el intendente de la capital provincial, Germán Alfaro, enfrentado al gobernador Juan Manzur.

El juego de alianzas en los partidos políticos tiene más vueltas que el caracol y supuestame­nte todo se permite. Pero en este caso simboliza el proceso de derechizac­ión que inició el radicalism­o en su alianza con el macrismo, y el abandono, en este caso por parte de importante­s dirigentes tucumanos, de sus banderas éticas más sentidas, como la defensa de los derechos humanos y el repudio a las dictaduras.

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Leandro Teysseire

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