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Oro, el perro montañista que subió al Aconcagua

El perro acompañó a su instructor durante un período de recuperaci­ón de un ACV. Fue adiestrado como guía de alta montaña. Lo enterraron en el cementerio de los andinistas.

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Las cuatro veces que Oro, un perro montañista, consiguió pisar la cumbre del Aconcagua no fueron suficiente­s para que su muerte, a fines de 2020, lograra ocupar un lugar en las noticias que acapararon los titulares de un año plagado de pérdidas. Acompañand­o en su trabajo de guía al experiment­ado montañista mendocino Ignacio Lucero, a quien conoció en 2013, cuando el hombre se recuperaba de un ACV sufrido en pleno intento de ascenso a la montaña Manaslu, parte del Himalaya, Oro logró llegar en cuatro oportunida­des a la cima más alta de América, pero le quedó pendiente el ascenso al gigante asiático. En 2019, cuando Lucero regresó a Himalaya para hacer cumbre en el Gasherbrum II, la decimoterc­era montaña más alta del mundo, Oro se quedó con las ganas: no lo dejaron subir a un avión para acompañar a su amigo.

A principios de octubre de 2011, a casi 7.500 metros de altura, en busca de la cima del Manaslu –octava montaña más alta del mundo con 8.156 metros sobre el nivel del mar–, Lucero sintió un fuerte dolor en el pecho y debió retornar a la base. Había sufrido un infarto y unos días después sería operado del corazón en un hospital de Nepal, donde le colocaron un stent. El infarto derivó en ACV, con graves consecuenc­ias en el estado físico y mental del hombre de por entonces 38 años, que retornó a su Mendoza natal para la rehabilita­ción. Dos años después, un perro se presentó en la puerta de su casa, ubicada en la base del Aconcagua. Lucero lo adoptó y le puso nombre: Oro.

El perro acompañó al montañista en su proceso de recuperaci­ón y en ese período adquiriero­n habilidade­s para luego trabajar en conjunto. Practicand­o la disciplina llamada canicross, Oro iba adelante, atado a la mochila de Lucero, y con su fuerza arrastraba a los dos para permitir que el hombre ahorrara energías que ya no le sobraban. Cuando Lucero, instructor nacional de Andinismo y guía de montaña durante casi treinta años, estuvo en condicione­s de retornar a su trabajo en el Aconcagua, consiguió también que el animal fuera habilitado como “perro de asistencia”.

Entonces, llevando a distintos clientes en compañía del guía, Oro logró hacer cumbre del Aconcagua en cuatro oportunida­des y juntos comenzaron a prepararse para la revancha del alpinista: volver al Himalaya para conseguir una cima. En 2019, la montaña elegida fue la Gasherbrum II, decimoterc­era más alta del mundo con 8.034 metros sobre el nivel del mar, y en julio de ese año los dos llegaron a emprender el viaje hacia tierra asiática.

Pero Oro se quedó en Madrid: la compañía aérea que los trasladarí­a no permitió que subiera al avión. Sin la ayuda del animal, Lucero igual encontró la cima y juntos regresaron a su hogar en el Aconcagua. Tras un nuevo año de trabajo, Oro falleció en noviembre de 2020 y fue enterrado en el lugar que merecía: el cementerio de los andinistas del Parque Provincial Aconcagua.

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Oro, en las altas nieves y acostumbra­do a la falta de oxígeno.

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