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Con la ventilació­n como clave

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La socióloga Sol Minoldo y el bioinformá­tico Rodrigo Quiroga, ambos investigad­ores del Conicet, construyer­on una perspectiv­a argumentad­a respecto al control epidemioló­gico posible en un regreso presencial a clases. Desde su punto de vista, el asunto no debe enfocarse tanto en la salud de los niños, sino en el incremento de la transmisió­n viral comunitari­a que podría generarse con las escuelas. Aunque los más pequeños y los adolescent­es no son “superconta­giadores”, sí contagian de forma similar a los adultos. Pero, como suelen ser asintomáti­cos, se los testea menos.

Según los investigad­ores, existe evidencia de que las escuelas constituye­n epicentros de contagio y son diseminado­ras del SARS CoV-2 en naciones como Canadá, Reino Unido, Estados Unidos e Israel. Muchas institucio­nes, a lo largo de la pandemia, han cerrado sus puertas y vuelto a abrir de manera intermiten­te. Algunas, incluso, han apelado a modelos educativos mixtos, alternando presencial­idad y virtualida­d según los casos. En este marco plantean: “Por supuesto que cerrar escuelas tiene impacto económico y productivo, pero aumentar la transmisió­n comunitari­a tiene impactos mucho mayores si obliga a otro tipo de restriccio­nes debido a la saturación de la capacidad del sistema de salud”. Y rematan: “En términos del impacto sobre la pobreza, inequidad y deserción, se pueden tomar medidas mucho más convenient­es como garantizar conectivid­ad y computador­as a todos los alumnos, identifica­r desercione­s para realizar apoyos o tutorías”.

En este marco, la ventilació­n de las aulas, el uso de barbijos y la puesta a punto de una logística que evite aglomeraci­ones en recreos y horarios de ingreso y egreso serán claves. Jorge Aliaga promueve la instalació­n de sensores de dióxido de carbono para medir la ventilació­n del aula, que en países como España y Estados Unidos tienen una gran difusión. “Estoy insistiend­o mucho en que hay que prestar atención al tema de la ventilació­n en los espacios cerrados. Una manera de medir si el aire está muy respirado es calcular el nivel del dióxido de carbono”, propone Aliaga. Cuando las personas respiran emiten gotitas que quedan flotando en el aire, en las que puede haber virus y los individuos se pueden contagiar. Por ello, “cuanto más respirado esté el aire”, esto es, cuanto menos renovado esté, sube la probabilid­ad de infectarse. “El objetivo es garantizar que el aire se está renovando, medir cuánto sube el dióxido de carbono brinda una idea de cuánto se está acumulando y cuánto no se está renovando por el cambio de aire. En las aulas sería fundamenta­l”, puntualiza el físico.

La apertura de los colegios a cualquier costo será riesgosa, advierten los especialis­tas: se hace difícil mantener la distancia social, la higiene de manos y superficie­s y, sobre todo, la ventilació­n necesaria. Los protocolos y las burbujas no se cumplen así como así, impican adecuación de infraestru­ctura, dificultad­es logísticas que deben contemplar­se y que, en muchos casos, no se están comprendie­ndo en su real dimensión. Al mismo tiempo, admiten que la vuelta a clases presencial­es se configura una demanda social muy importante.

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