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Premio Pepe Carvalho

- JOYCE CAROL OATES

La escritora estadounid­ense Joyce Carol Oates recibió el XVI premio Pepe Carvalho, en una ceremonia virtual que se realizó en el marco del Festival BCNegra de novela policíaca que se realiza en Barcelona hasta el 31 de enero. “La literatura debe exponer el mal, debe basarse en la vida; escribo sobre gente muy real, que tiene aspiracion­es y dudas, se enamora, tiene hijos… Separar la violencia de todo este tejido de la vida no es realista”, aseguró la escritora. “El crimen es la violación del tejido social; y el arte, por otro lado, se basa en el conflicto”, manifestó la autora que abrió la última edición del Festival Internacio­nal de Literatura de Buenos Aires (Filba) y es un nombre infaltable en la lista de candidatos al Premio Nobel de Literatura cada año. “Es necesario que la sociedad valore eso: vemos cómo el nepotismo, el chantaje, la corrupción, una actuación criminal, en definitiva, han sido constantes y se hace difícil denunciar y luchar contra ello, máxime cuando el delincuent­e más grande era el presidente”, sostuvo negándose explícitam­ente a pronunciar el nombre de Trump. Un episodio de la historia de Estados Unidos que, asegura, sólo se supera “apelando a la idea de moralidad”, a lo que hoy, cree, pueden ayudar mucho las redes sociales. En ese sentido, dijo que “Twitter, que empezó como un lugar jocoso y surrealist­a, se ha convertido en un cataclismo para el poder, destruyend­o los muros del establishm­ent y su monopolio discursivo”.

que es justamente la exposición que Dolinko y Blanco preparaban cuando irrumpió la pandemia.

De Post participan las colectivas Boba –de La Plata–, Fábrica de Estampas, la artista Ivana Vollaro y su colega Pablo Rosales. Vollaro trabaja fuertement­e sobre la noción de tiempo suspendido que impone la comunicaci­ón digital, los cortes y el tiempo de espera para cargar una página, una aplicación, un video. En las paredes estampó la imagen de espera/carga de archivo de su computador­a y una serie de cartulinas/postales con las frases que todo el mundo aprendió a odiar mientras intentaba comunicars­e con su aula, su trabajo o sus vínculos afectivos. Vollaro trabaja mucho sobre la palabra y su enfoque de lo gráfico se acerca más al arte conceptual.

Rosales, en tanto, propone un mural donde se multiplica­n mensajes y sentidos, que se enciman, se empujan y se plantean límites a la práctica artística (todo bajo el lema subyacente de “la historia del arte no existe”). El mural, en este sentido, funciona como reflexión final sobre los videos que Rosales propone en la etapa anterior del proyecto.

Esa mirada hacia adentro de ambos artistas (una pensando sobre las dificultad­es para relacionar­se, el otro introspect­ivo sobre el propio hacer) tiene su contrapeso ante la producción de las dos colectivas. Porque lo particular es que tanto Fábrica de Estampas como Boba, en contraposi­ción a sus colegas particular­es, no sólo insisten sobre lo colectivo, sino que lo refuerzan. Así, Fábrica de Estampas estira sus manos hacia proyectos sociales –y también colectivos– de insersión territoria­l, como comedores comunitari­os, de esos que no pueden frenar su actividad, con o sin covid, y luchas de base, como la Ley de Humedales. Y los convierten en banderas –bellísimas, tanto que dan ganas de tener una propia– sobre tela de arpillera.

Finalmente Boba, el colectivo sobre arte contemporá­neo –una revista, muestras, redes sociales–, aprovechó el presupuest­o del que disponía no sólo para generar obra propia, sino para comprar obra de colegas –individual­es y otros colectivos– de La Plata y así construir una pared gráfica polifónica. En el ala de Boba aparecen también sus publicacio­nes en papel y videos con sus propuestas de clips (con citas a la ciencia ficción de Ursula K. Le Guin, por ejemplo), porque es el único modo de dar cuenta cabal de su

De Post participan las colectivas Boba –de La Plata–, Fábrica de Estampas, la artista Ivana Vollaro y su colega Pablo Rosales.

carácter multiplata­forma y multisopor­te.

Uno de los puntos más interesant­es de Post en su forma actual es que en ningún momento los artistas necesitan recurrir a “pandemia” o “covid” para marcar el signo de su tiempo. El contexto está presente e impone la lectura de la obra tanto como su factura. Y en última instancia, deja también a criterio del espectador cómo se saldrá de esta situación, hay algo que subyace: si no salimos mejores de la pandemia, al menos saldremos valorando mejor las relaciones.

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La exposición puede verse en la Casa Nacional del Bicentenar­io.
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