Johnson escenifica un mea culpa,
El Reino Unido es el país europeo con más decesos de Europa, el quinto a nivel mundial. El premier conservador dijo en el Parlamento que lo lamenta profundamente.
confinamiento que Occidente consideró draconiano, Asia se había puesto en estado de emergencia, la Organización Mundial de la Salud había calificado la situación de Emergencia de Salud Pública de Interés Internacional y la covid empezaba a penetrar Europa. A pesar de estas claras señales, el gobierno británico no impuso ningún control fronterizo. Todo lo contrario. En un discurso a principios de febrero Johnson minimizó el virus y afirmó que frente a los que pedían restricciones el Reino Unido sería siempre “un bastión del libre mercado” .
En la primera quincena de marzo con Italia y España desbordados a nivel hospitalario y bajo distintos tipos de confinamiento, Johnson bromeaba sobre el coronavirus, asistía a eventos deportivos masivos y permitía que se jugara con hinchada en Liverpool un partido de la Champions League contra el Atlético de Madrid. A mediados de marzo y ante las sombrías proyecciones de los epidemiólogos si se seguía con este “laissez faire”, el primer ministro cambió abruptamente de “speech”, dijo sin anestesia que la población tendría que acostumbrarse a la muerte de “miles de sus seres queridos” y, después de una semana de titubeos, decretó el confinamiento.
A principios de mayo y a pesar de haber estado él mismo en terapia intensiva en abril, Johnson comenzó a apurar la apertura del confinamiento con un discurso descabelladamente optimista. En junio tres cuartas partes de la actividad económica estaban funcionando y el primer ministro prometía que en navidad “estaríamos todos abrazándonos”. En julio se analizó y descartó la apertura de discotecas, pero el gobierno estimuló con subsidios el consumo en restaurantes y pubs, dos de las actividades más golpeadas. En septiembre se terminaron de abrir las compuertas de la segunda ola con la reapertura de las clases presenciales a todos los niveles: primaria, secundaria y universitaria.
El 23 de septiembre los científicos asesores del gobierno recomendaron un nuevo confinamiento ante el alarmante aumento de los casos. El gobierno no hizo nada hasta que a fines de octubre la situación se volvió insostenible. El segundo confinamiento comenzó el 2 de noviembre y se extendió hasta el 2 de diciembre. En la época prenavideña volvieron a relajarse las reglas de interacción hasta que se hizo oficial la aparición de la cepa británica y la disparada del número de contagios.
El tercer confinamiento comenzó a principios de enero y será recién evaluado nuevamente a mediados de febrero. Hay indicios de que los contagios están disminuyendo (poco más de 20 mil ayer), pero las muertes siguen batiendo records (más de 1600). El programa de vacunación se puede contar entre los éxitos del gobierno: cerca de siete millones de vacunados en siete semanas (un 13% de la población, dijo Johnson) y una proyección de 30 millones, casi la mitad de la población, para marzo.
El programa de testeo y vigilancia, en cambio, es uno de los fracasos más rotundos, agravados por la actitud fanfarrona y chauvinista de los conservadores. En abril el gobierno prometió que tendría un programa de testeo que sería “a world beater” (vanguardia a nivel mundial), en septiembre el sistema no había arrancado y fue cubierto por otra promesa, la “Operation Moonshot”, que planeaba testear a toda la población en diciembre a un costo sideral. Hoy no hay ni “world beater” ni operación disparo lunar: el sistema ha mejorado pero dista de cubrir las necesidades del reino.
Aún con todos estos errores garrafales, la responsabilidad no es nada más que del primer ministro.
El coronavirus apareció de la nada: la crisis del Servicio Nacional de Salud (NHS) no. En enero de 2020, después de una década de austeridad conservadora, se habían perdido 17 mil camas hospitalarias desde la asunción de los tories en 2010. El Reino Unido tenía 2,5 camas por cada mil personas: Alemania triplicaba ese número.
El mismo agujero había a nivel de personal por retrocesos salariales, cambio de condiciones laborales y la espiral de precios inmobiliarios y alquileres, en especial en grandes centros urbanos, Londres el peor de todos. Se calculaba que el déficit de médicos era de unos 10 mil facultativos, el de enfermería de unos 40 mil puestos.
Los conservadores habían dedicado la década a bajar los impuestos a ricos y corporaciones y cruzarse de brazos ante la escandalosa evasión fiscal de este centro offshore mundial que es la City Londinense mientras los servicios públicos sobrevivían como podían entre recortes y congelamientos. Cuando llegó la pandemia, no se pudo revertir en un año la negligencia de toda la década con medidas de emergencia e inyecciones de fondos especiales.
Johnson formó parte de esos gobiernos, pero solo estuvo al frente desde julio del 2019. El primer ministro tendrá que enfrentar en algún momento una investigación pública sobre su manejo de la pandemia. Estas “Public Enquiries” suelen ser exhaustivas y de alto impacto mediático. Pero no se trata nada más que de Johnson: los conservadores no deberían escapar a una década de irresponsabilidad y desidia.