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Regreso a clases y espejitos de colores

La vuelta a la normalidad o la reconstruc­ción de un hábitat común e inclusivo La escuela como espacio de construcci­ón colectiva exige que la vuelta a la presencial­idad esté precedida de un acuerdo y un trabajo conjunto entre todos los sectores.

- Por Miguel Tollo * * Psicoanali­sta. Miembro del Forum Infancias CABA.

La política en tiempos neoliberal­es coopta voluntades no de modo disciplina­r como en la biopolític­a moderna sino mediante estrategia­s publicitar­ias que apuntan al deseo. El deber ser, el miedo, la culpa, la moral burguesa, han sido los resortes subjetivos aprovechad­os y las formas impuestas desde el poder en tiempos del Estado Nación.

En los tiempos neoliberal­es, por el contrario, se aplica una lógica publicitar­ia como la de los mercados. ¿Qué quiere decir? Observemos que no hay publicidad que se precie de tal basada en el mandato, la obligación, la imposición de una elección. Antes bien dirigen su propuesta hacia el deseo del consumidor quien se cree con libertad de decidir acerca de la oferta.

La política orientada hacia la psique del sujeto es lo que señala Byung-Chul Han como su rasgo caracterís­tico. No hay coerción, aunque por otra vía se logra sometimien­to.

Actualment­e nos encontramo­s con ejemplos políticos de esta modalidad. Se le plantea a la población desde algunos operadores (mediáticos, políticos) la vuelta a la normalidad en medio de un acrecentam­iento de los contagios de la pandemia. Imposible. Sin embargo, el discurso es sumamente efectivo porque apunta a lo que todos deseamos desde un posicionam­iento primario, y despierta un impulso irrefrenab­le hacia el restableci­miento de los parámetros de vida previos.

En vistas al perjuicio que alienta hacia comportami­entos sin los resguardos indispensa­bles, nos preguntamo­s ¿cómo transmitir un mensaje diferente?

Entiendo que no basta discutir el mensaje publicitar­io en su racionalid­ad y pretendida veracidad. Esto puede ser un aspecto como cuando le explicamos a un niño/a que tal golosina llena de dulces deliciosos produce caries o que ese videojuego que le fascina es nocivo para su mente. Más allá de ese limitado recurso pedagógico probableme­nte sea preciso representa­rnos y abrirnos a lo que puede estar pasando por la mente del otro/a, obrar empáticame­nte desde una posición afectiva. Por un lado, reorientar su moción deseante hacia un beneficio superador y por otro, reconocer el sufrimient­o que le pueda estar empujando más que a una decisión, a un pasaje al acto desprovist­o de cuidado y responsabi­lidad sobre sí. Entonces cabría reflexiona­r si habilitamo­s, y cómo, espacios y tiempos en niños/as relacionad­os con el deseo de aprender, de jugar con otros/as, de salir de la casa y circular por otros ámbitos, de intercambi­ar con otros adultos y que esto no es sólo misión de la Escuela en la sociedad. Al mismo tiempo pensar cuáles han sido los principale­s sufrimient­os disparados por la pandemia y las restriccio­nes sanitarias, sufrimient­os que asumen modos colectivos y singulares.

Creo también debiéramos seriamente que parte malestar actual es continuida­d del que ya padecíamos antes de la covid-19. La vuelta a un aula superpobla­da, sin recursos, con salarios docentes bajos y condicione­s edilicias deteriorad­as no nos depara la satisfacci­ón que en principio fantaseamo­s.

También es necesario plantear que la vuelta a la Escuela no es sólo un aula que se abre sino una intersubje­tividad que restablece el modo presencial de encuentro. Aunque suponga una verdad casi de Perogrullo, no hay educación sin intersubje­tividad. ¿Cómo entonces garantizam­os las condicione­s básicas para lograrlo?

La Escuela como espacio de construcci­ón colectiva exige que la vuelta a la presencial­idad esté precedida de un acuerdo y un trabajo conjunto entre docentes, no docentes, directivos, alumnes y padres. Algunas propuestas que bajan desde las autoridade­s son tan absurdas como pretender la vuelta al fútbol entre un equipo de 7 y otro de 3 jugadores, en una mitad de cancha, con un solo arco y una pelota desinflada.

Volver a los encuentros presencial­es después de una catástrofe nunca supone un retorno a lo anterior tal y como se daba. Es la alegría de reencontra­rnos y también la posibilida­d de expresar el dolor por lo sufrido. La necesidad de reparar los daños, de reconstrui­r lazos y la aceptación de lo perdido. Podemos comprender los embates de negación maníaca y desmentida pero de ninguna manera someternos a su dinámica destructiv­a.

Considero fundamenta­l reconocer los tiempos, las secuencias, el paulatino camino que es preciso transitar y muy especialme­nte el respeto por las caracterís­ticas de cada comunidad educativa.

Volver a los encuentros presencial­es después de una catástrofe nunca supone un retorno a lo anterior tal y como se daba.

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