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“Siento que pude dar más en la Selección”

Entrevista a Marcelo Milanesio, el símbolo de la Liga Nacional

- Por Julián Mozo BASQUET

El cordobés admite que si pudiese volver el tiempo atrás entrenaría el doble de lo que entrenó. Además reconoce que a su generación le faltó roce internacio­nal.

Sábado. Llueve en Córdoba y Marcelo Milanesio está en las gateras, esperando que pare. “Es mi día de golf con amigos”, avisa, con la misma pasión que tenía cuando era una de las estrellas del básquet argentino. “Lo arranqué poco antes de retirarme y me encanta. Me genera un desafío especial. Es muy mental, necesitás una mayor concentrac­ión que en el básquet porque un tiro te arruina el partido, aunque la vengas rompiendo. Con el palo en la mano no te salva nadie, la presión es superior”, compara el ídolo cordobés, que atiende a Prensa CABB para repasar su trayectori­a en la Selección.

–¿Cómo recordás tu primera convocator­ia, nada menos que para un Mundial?

–Fue de enorme emoción y orgullo porque la Selección era el máximo anhelo, la NBA de ese momento. En el debut teníamos que vencer a Holanda para clasificar­nos y lo hicimos... También recuerdo el histórico triunfo ante USA y que luego perdimos con Italia y nos caímos, como que nos fuimos de vacaciones antes de tiempo y terminamos mal... En lo personal jugué muy poco, como era habitual cuando eras suplente en aquella época. El titular era Miguel (Cortijo), quien estaba en su mejor momento y me sacaba una gran diferencia. Incluso cuando él salía a veces entraba el Negro Romano de base. Pero resultó una experienci­a inolvidabl­e con un gran coach como Flor (Meléndez) y en un torneo en el que conocí a mis referentes como Oscar Schmidt y Drazen Petrovic.

–¿Por qué decís que estabas tan lejos de Cortijo si competías de igual a igual en los míticos Atenas-Ferro?

–Porque Miguel ya llevaba 10 años de Selección y yo sentía que me sacaba diferencia en todo: en la claridad, en la visión, en cómo hacía jugar al equipo, en la hombría... En aquel Mundial fue el mejor pasador. De Miguel me llevé el manejo en la cancha, los pases que daba, cómo hacía jugar a todos. Yo siempre traté de copiar a los mejores y Miguel no fue una excepción. Era otro básquet, pero Miguel fue una estrella.

–Argentina tenía una Liga muy competitiv­a. ¿Se notaba igual grandes diferencia­s en los torneos continenta­les?

–No tengo dudas que era tremenda la Liga, porque estaban los mejores y nadie se iba afuera. Pero nos faltaba roce internacio­nal. Cuando salíamos nos dábamos cuenta que la preparació­n física que usábamos no era la que debíamos hacer y perdíamos mucho en ese aspecto. Cuando volvíamos, lo intentábam­os con entusiasmo, pero en la Liga te alcanzaba y no podíamos sostener

la exigencia. Encima esa camada no tuvo la chance de irse afuera...

–En una nota, Campana contaba lo que le pasó con Espil: si jugaba uno, el otro casi no entraba y se sentía fastidioso, medio afuera del equipo...

–Y sí, el básquet era así en ese entonces. El titular jugaba 35 minutos, aunque los dos fueran parejos en la posición. Me pasó a mí con Cortijo y a él con Espil. Se jugaba con 7/8 jugadores, años después llegó el tema de dosificar los minutos, lo que generó que todos se sintieran más cómodos y participat­ivos en los grupos. En nuestra etapa, en cambio, siempre había rispideces. Por eso o por la rivalidad que traíamos de la Liga. No hacíamos lo que debíamos y no lográbamos lo que podíamos. Generalmen­te estuvimos siempre uno o dos escalones por debajo. También era difícil lograr un estilo de juego, una identidad, juntándono­s 10 o 15 días antes y teniendo flojas preparacio­nes.

–La distribuci­ón de minutos te pasó a vos en el Mundial 98 con Montecchia.

–Sí, pero eso se daba en mi caso y no en todas las posiciones. Todavía en esa época salías sólo si jugabas mal. Cambió cuando la exigencia defensiva. En mi época se defendía mucho menos, te dosificaba­s porque jugabas más. Luego la defensa creció tanto que tenías que salir sí o sí para descansar, porque no podías estar en cancha más de 10 minutos seguidos. En la Selección, para mí, todo cambió con Magnano. Fue el quiebre.

–En los Juegos Olímpicos 96 y el Mundial 98 te mediste con los mejores bases, tal vez en tu mejor momento. ¿Te sentiste a la altura?

–Hay una anécdota que un poco lo resume. Cuando termina el Preolímpic­o de Neuquén me cruzo con Steve Nash, de quien en ese entonces yo me veía uno o dos escalones encima, y me dice ‘ahora me voy a preparar para la

NBA’. Me quedé helado y me dije ‘entonces nos preparamos todos’ (se ríe). Me parecía increíble, pero Nash terminó siendo figura y MVP de la NBA. Para nosotros, que nunca habíamos ido a una universida­d, parecía un imposible que, al final, no terminó siendo así... Yo me notaba a la altura y nunca me sentí menos, incluso de los más famosos, como el yugoslavo Djordjevic. Cuando lo enfrenté en el Mundial 98, no sentí diferencia­s. El tema es que nos faltaba competenci­a, es como que no podíamos animarnos a más. La competenci­a te hace el jugador que sos y yo me quedé con la espina de probarme afuera. Pero en esa época era difícil salir de Argentina. Cuando se abrió la puerta para nuestra camada, la mayoría ya teníamos más de 30 años.

–Pero vos pudiste irte afuera y no quisiste.

–Sí, al menos tres veces. A la Benetton le dije que si subían la oferta, aceptaba. Y cuando Zeljko Obradovic lo hizo, tampoco pude (se ríe) porque ya había dicho en Córdoba que me quedaba y para mí la palabra valía un montón. Antes, en 1990, había tenido otra oferta del Arimo de Bologna. También estuvo el ofrecicrec­ió miento de Julio Lamas en Alicante. Pero volví a decir que no. Y sí, me costaba irme...

–¿Podrías haber jugado en cualquier liga del mundo?

–No tengo ninguna duda. A pocos argentinos les fue mal en Europa, no creo que yo hubiese sido la excepción. Acá se juega bien. El drama siempre fue el físico. Cuando el argentino se puso a la altura, le fue bien. Lo demostramo­s con Atenas en el McDonald’s del 97.

–¿Qué fue la Selección para vos?

–Lo máximo. No hubo nada más importante. En mi época era lo top, no se podía aspirar a otra cosa. Hoy se puede soñar con la NBA, en ese momento era imposible. La Selección era la NBA. Fue mi más exigente competenci­a. Y me dio todo: jugar a otro nivel, enfrentar a seleccione­s top, viajar por el mundo... Y esa sensación única de presentar a tu país.

–Campana admitió que siente que quedó en deuda con la Selección.

–Sí, también es mi caso. Como Pichi, creo que pudimos dar más como jugadores. Pero no es algo grupal solamente. También es una sensación individual. Yo jugué, disfruté, di lo máximo, pero pude dar más, no tengo dudas. Uno se siente en deuda, pero son momentos, es lo que pudimos hacer y ya no se puede cambiar.

–¿Y cambiarías algo si pudieras?

–Si volviera a jugar, me entrenaría el doble. Pero era otra época. Lamentable­mente no se sabían muchas cosas. Un par de días hice pesas y cuando fui a tirar al aro no metía una porque tenía los brazos duros. Pensé “esto me va a arruinar” y nadie me dijo “mirá que a los 20 minutos los brazos vuelven a la normalidad”. No tuve una persona que me explicara y fui anti pesas hasta los 27 años. No teníamos tanta informació­n ni gente que enseñara como hoy. Jugabas con las herramient­as que existían. Pero está claro que me hubiese gustado tener un mejor físico, sobre todo mejores piernas para defender, penetrar y saltar más. Pero es lo que me tocó.

“Si volviera a jugar, me entrenaría el doble. Pero era otra época. Lamentable­mente no se sabían muchas cosas.”

 ?? Prensa CABB ?? Marcelo Milanesio ante Djordjevic durante el Mundial de Grecia 1998.
Prensa CABB Marcelo Milanesio ante Djordjevic durante el Mundial de Grecia 1998.

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