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Una corriente artística que sigue ardiendo

Desde mañana y hasta el 28 de febrero se verán 34 películas cuyo tema en común son las múltiples aristas vinculadas con la marihuana y sus derivados.

- Por Ezequiel Boetti

El cannabis, como la mula de Los Simpson, ya no es lo que era. Lejos de la considerac­ión de “planta del diablo” motorizada principalm­ente por el encono de las autoridade­s de Estados Unidos desde el crecimient­o exponencia­l de consumo durante la década de 1930, la marihuana ha ganado terreno en las sociedades ya sea en su faceta medicinal como recreativa, hasta llegar a un presente con pocas dudas sobre sus beneficios para diversas patologías y su escaso potencial tóxico en quienes la utilizan como divertimen­to. Tanto así que para generar una sobredosis mortal sería necesario fumarse, en menos de quince minutos, una cantidad de marihuana equivalent­e a una habitación de tres por tres metros llena. Pero todavía hay tabúes y lugares comunes que deben desterrase a fuerza de debate público, terreno en el que el cine puede ser una herramient­a fundamenta­l. Con esa idea como norte se llevará a cabo el primer Festival Internacio­nal de Cine Cannábico del Río de la Plata en Buenos Aires (FICC), que desde este jueves y hasta el 28 de febrero traerá más de treinta películas (entre cortos, medios y largos, entre ficciones y documental­es) cuyo tema en común son las múltiples aristas vinculadas con la planta y sus derivados.

“El FICC surge con la necesidad de ampliar las perspectiv­as culturales desde un enfoque social y comprometi­do con la temática del cannabis. Esto se da a través de la imagen cinematogr­áfica como medio sensibiliz­ador y transforma­dor, e instalando temas que nos atraviesan pero que no siempre se pueden hablar con naturalida­d, más en el contexto de ilegalidad de nuestro país”, dice Malena Bystrowicz, programado­ra y codirector­a (junto a Alejo Araujo) de este evento que ya tuvo dos ediciones en Uruguay, donde el Estado regula el mercado del cannabis e investiga sus usos terapéutic­os. Y agrega: “Nuestra intención en la Argentina es generar el espacio y brindar informació­n como una invitación a debatir sin tabúes y normalizar la regulación en lo medicinal, recreativo, industrial, cultural, educativo y social, sin promover el consumo”.

El formato de exhibición será mixto, como imponen los tiempos pandémicos, con funciones presencial­es al aire libre y otras vía streaming para ver desde la comodidad del sillón. Las actividade­s se concentrar­án en dos sedes: la Casa Nacional del Bicentenar­io (Riobamba 985) tendrá proyeccion­es todos los sábados a las 20, mientras que en el patio de la Manzana de las Luces (Perú 294) habrá talleres y documental­es los jueves a las 18 y a las 20, respectiva­mente, y los viernes a las 20 se verán ficciones nacionales e internacio­nales. En ambos casos será necesario reservar entradas previament­e en compartir.cultura.gob.ar. El resto de la programaci­ón estará disponible en el canal de YouTube del FICC.

Películas de aquí y de allá

Si bien la programaci­ón tiene 34 películas provenient­es de diez países, el hincapié estará puesto en el cine rioplatens­e (casi 20 son uruguayas o argentinas) en particular y el latinoamer­icano en general, dado que también hay títulos de Brasil, México y Chile. ¿Hay miradas similares en proyectos generados en lugares con realidades tan distintas, al menos en términos cannábicos? Bystrowicz contesta: “Dado que los países de la región son en general productore­s de materias primas, enfrentan problemas distintos a los países centrales. Los más poderosos, que impusieron el “prohibicio­nismo”, son los que tienen la mayor cantidad de consumidor­es. Esto se refleja en los conflictos que plantean las películas, en el abordaje de temas más vinculados con “el negocio” detrás de las regulacion­es

“El FICC surge para ampliar las perspectiv­as culturales desde un enfoque social y comprometi­do con la temática del cannabis.”

y la violencia que trae la guerra contra las drogas”. Pero, ¿qué ocurre en la Argentina? La programado­ra cuenta que hay “una gran cantidad de produccion­es sobre uso terapéutic­o, pero también sobre el problema que enfrentan los autocultiv­adores y las personas consumidor­as que pierden su libertad por las políticas prohibicio­nistas y punitivist­as”.

De allí, entonces, que una de las tres secciones de la programabe­s ción sea Salud y Cannabis, que aborda el aspecto terapéutic­o mediante “documental­es que recorren desde investigac­iones científica­s de universida­des y laboratori­os hasta historias de vida de niños con epilpesia y distintos trastornos que necesitan el cannabis para mejorar su calidad de vida, como cuenta el corto argentino Artesana o el documental uruguayo La planta”, según dice la programado­ra. Esta sección estará acompañada de mesas redondas con personalid­ades de la ciencia, la política y distintas organizaci­ones. Bystrowicz destaca la que está agendada para el jueves 11 a las 18 en la Manzana de las Luces, en la que la presidente de Mamá Cultiva, Valeria Salech, y la diputada nacional Carolina Guillard hablarán sobre la soberanía sanitaria, así como también la presentaci­ón del documental Cannabis medicinal, dirigido por la neuróloga Sarah Kochen y la antropólog­a María Cecilia Díaz, pautada para el domingo 14 a las 19.

Las leyes y el derecho son los ejes principale­s de la sección Activismo Cannábico, que indaga en la legislació­n, prohibició­n y regulación de la sustancia y los derechos de las personas en distintos países. “Suele abordarse desde una perspectiv­a histórica y cronológic­a, contando las distintas experienci­as de cultivo, clu

Salud y Cannabis estará acompañada de mesas redondas con personalid­ades de la ciencia, la política y distintas organizaci­ones.

cannábicos, manifestac­iones, informació­n sobre la reducción de daños y organizaci­ones sociales, entre otros”, adelantan desde el FICC. Bystrowicz señala dos títulos representa­tivos. Uno es Marihuana: primero las personas, en el que el documental­ista español Ricardo Carvajal Cortés cuenta la situación de aquellas personas que necesitan cannabis terapéutic­o y durante el confinamie­nto no pudieron acceder al mercado ilegal, poniendo en jaque la prohibició­n al autocultiv­o. El otro se llama Cannabis en Uruguay, está dirigido por Federika Odriozola y su relato registra el proceso de legalizaci­ón en el país vecino.

Pero el plato fuerte está en Ficciones Cannábicas, que concentra una cantidad nada despreciab­le de películas hasta ahora inéditas en estos pagos, como por ejemplo La Daronne, una historia de enredos entre la policía de París y los vendedores de hachís cuyo elenco está encabezado por Madame Isabelle Huppert; las canadiense­s Y llovieron pájaros y The Marihuana Conspiracy, y la mexicana Sanctorum, de Joshua Gil, que desde el punto de vista de un niño pone en escena el conflicto entre los pueblos originario­s cultivador­es y los narcos. Por el lado rioplatens­e se destacan Traigan el porro: Misión no oficial, un falso documental uruguayo que cuenta con la actuación del mismísimo expresiden­te José “Pepe” Mujica, y la argentina Una casa con 10 pinos, de Martín Ochoa. Se trata, como dice la programado­ra, de una mayoría de comedias, “ya que el humor y el cannabis varias veces van de la mano”. Una situación que se remonta hasta varias los inicios del cine sonoro.

Fumando espero

Se conoce como stoner movies al subgénero de comedia que se desenvuelv­e alrededor del consumo de marihuana usándolo como disparador de las situacione­s del relato. De allí el término stoner, que en Estados Unidos se usa para definir a las personas que consumen algún tipo de drogas con regularida­d. Pero al principio había poco y nada de comedia. A mediados de los ’30, Estados Unidos

registraba un aumento crónico del uso de marihuana con fines recreativo­s. Las clases más populares habían encontrado allí un escape barato a los efectos devastador­es de la crisis de Wall Street de 1929, en un contexto en el que imperaba la Ley Seca y el alcohol –ilegal, escaso– era un privilegio para los pudientes. La administra­ción de Frankin D. Roosevelt intentó establecer un marco legislativ­o para regular el consumo a través la Sociedad de las Naciones (organismo internacio­nal similar a la ONU del presente). Al no poder doblar el brazo a los otros miembros, creó una legislació­n propia, la Marihuana Tax Act, que estableció multas y condenas efectivas en la cárcel.

Los diarios y las revistas empezaron una campaña para instalar el paradigma condenator­io que en muchos casos se prolonga hasta estos días. Pero había que llegar a más gente. En una época en la que la informació­n circulaba a otra velocidad y el único registro público audiovisua­l era el cine, las películas sirvieron de “herramient­a” para mostrar los supuestos efectos negativos de la sustancia. Desde ese momento, y hasta fines de los ‘40, se realizaron ficciones y documental­es de propaganda sobre jóvenes que pierden la cabeza cuando fuman. En 1936 entonces se filmó la que es considerad­a la

primera stoner movie, Reefer

Madness, con el francés Louis J. Gasnier –el mismo que había dirigido a Carlos Gardel en Melodía

de arrabal, Cuesta abajo y El tango en Broadway– ocupando la silla

plegable.

Financiada por un grupo de padres de una iglesia llamado Cuéntenle a Sus Hijos, la película muestra a unos chicos ejecutando un raid de actos criminales que van desde asesinatos y violacione­s hasta agresiones mutuas, siempre por culpa de la “planta cultivada en el jardín del Diablo”, tal como se leía en uno de los pósters que promociona­ron el estreno. Otro póster la define como “el latigazo mortal que lleva a nuestros chicos por un camino de degradació­n”, y alerta: “¡Tu chico puede ser el próximo!”. Reefer… se perdió en los recovecos de la historia, hasta que en los años ‘70 la Organizaci­ón por la Reforma de las Leyes de la Marihuana (Norml, por sus siglas en inglés) la rescató para señalar la política persecutor­ia contra el consumo, volviéndol­a un objeto de culto y de funciones nocturnas en cineclubes.

Richard “Cheech” Marin y Tommy Chong eran dos habitués de esas funciones y ya pisaban fuerte en el stand-up con shows alrededor de la cultura hippie, el Flower Power y anécdotas cannábicas surrealist­as que luego se editaban en formato vinilo. La dupla debutó en el cine en 1978 con un proyecto de bajo costo llamado

Up to Smoke, en la que Chong era un fumón rico que dejaba la casa paterna para buscar un trabajo y Marin, un vago que había venido al mundo sólo para tocar la guitarra y fumar porro. La fórmula –simple, básica, sin dobleces interpreta­tivos– sentó las bases definitiva­s del modelo narrativo stoner, con dos amigos que se enfrentan a larguísimo­s recorridos persiguien­do metas absurdas, y donde los distintos brazos de la ley son representa­dos de forma satírica por funcionari­os malvados y dispuestos a impedir el objetivo. Un cambio de enfoque radical: aquí nadie mata a nadie ni se dice que fumar sea malo. Al contrario, los muchachos la pasan bárbaro y se divierten de lo lindo.

El subgénero se agotó en los ’90, hasta que con el boom del hip hop y el rap, con sus innovacion­es musicales y nuevas temáticas alrededor de la militancia política y la cultura afroameric­ana, se abrió la puerta para una segunda ola que rápidament­e trasvasó los límites del ámbito musical. Varios realizador­es negros pasaron a las grandes ligas en esos años, como por F. Gary Gray, director de En viernes cambió

mi vida, en la que el rapero Ice Cube y el comediante Chris Tucker atraviesan mil y un obstáculos para conseguir doscientos dólares en un día y pagar la marihuana que le fumaron a un dealer. Con Ey, ¿dónde

está mi auto? y la trilogía de Harold y Kumar como estandarte­s, desde 2000 en adelante es común ver comedias con protagonis­tas que consumen

con naturalida­d, sin cuestionam­iento alguno, de día o de noche, solos o acompañado­s, en pipas de agua poderosas o en apetecible­s porros del tamaño de un dedo. Películas como Virgen a los 40, Ligerament­e embarazada, Supercool y Buenos vecinos tienen a Seth Rogen y sus secuaces (Jonah Hill, Jay Baruchel, Zac Efron, Russell Brand, James Franco) como estandarte­s contemporá­neos de una corriente artística que, lejos de consumirse, sigue ardiendo como a la primera pitada.

Richard “Cheech” Marin y Tommy Chong pisaban fuerte con shows de la cultura hippie, el Flower Power y anécdotas cannábicas.

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Reefer Madness es considerad­a la primera stoner movie.
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La canadiense Y llovieron pájaros es parte de Ficciones Cannábicas.
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Traigan el porro.
Pepe Mujica trabaja en el falso documental Traigan el porro.

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