Pagina 12

El recuerdo del último llanto infantil

- Que se habla seguido y se ve ve con Cristina Kirchner. uerme la siesta, Presidente? –¿Se acuerda cuál fue aquella vez que lloró como un chico? –¿Sigue tocando la guitarra?

–Hay momentos en que por ahí uno se enfrenta a situacione­s en las que se da cuenta de que lo mejor es hacer un cambio, simplement­e es eso. Pero también soy consciente que yo soy parte de una coalición electoral y en una coalición electoral estas cosas se conversan. ¿Cómo no voy a dialogar con mi espacio si dialogo con la oposición? Cómo no voy a dialogar? ¿Cómo no voy a escuchar? Escucho con atención y después la decisión la tomo yo.

–Hablando de la coalición, hay una discusión respecto del ritmo de las decisiones del gobierno. Es sabido que usted y la vicepresid­enta en ese aspecto son distintos.

–Yo lo que creo es que hay diferentes formas. Hay compañeros que quieren un vértigo mayor en la gestión de gobierno, pero hay muchas formas de medir cómo funciona un gabinete y para mis colaborado­res el esfuerzo de gobernar un país en pandemia es titánico, sobre todo un país que recibimos devastado. Cuando uno mira para atrás, fue un trabajo inconmensu­rable.

–Cuando usted dice que parte del espacio gobernante quisiera un ritmo más vertiginos­o, ¿incluye a la vicepresid­enta?

–No, ella es muy comprensiv­a. Hay cosas que no le gustan y lo dice. Y a mí me parece legítimo. Pero sería muy ingrato si dijera que ella no me acompañó en todo lo que yo necesité.

–Se ha vuelto un poco un termómetro del periodismo preguntarl­e por cómo está la relación.

–Bien. Hablamos mucho cuando tenemos mucho que hablar. Hablamos cada vez que tenemos que hablar.

–¿Viene ella o la visita usted?

–Generalmen­te viene acá, pero no tendría ningún problema en ir a verla. Yo soy muy seguro de mí mismo, puedo hablar con Cristina todas las veces que haga falta y puedo escucharla todas las

–No. Suelo empezar a trabajar a eso de las 9, unas doce horas de corrido. Y estoy aprovechan­do las mañanas para hacer desayunos de trabajo.

–Sí. Cuando falleció mi madre. También lloré mucho la muerte de Maradona.

–Sí. Me traje una que tenía en Puerto Madero y sigo tratando de sacar temas de Litto Nebbia.

La tarde en la que le dio la nota a PáginaI12, que duró casi dos horas, el Presidente había tenido varias reuniones. Hacía calor y el sol brillaba con todo su esplendor. Consultado sobre si alguna vez veces que sea necesario. Y yo no me voy a sentir postergado por eso. Eso es lo que quieren vender, lo que quieren hacer creer.

–Hay un debate instalado respecto de si suspender este año por única vez las PASO. ¿Cuál es su postura?

lo habían entrevista­do tres mujeres, el Presidente dijo que creía que no. Este año a partir de la discusión y promulgaci­ón de la Ley de Interrupci­ón Voluntaria del Embaraazo su agenda estuvo muy vinculada al feminismo, un tema sobre el que se explayó cuando habló sobre la paritaria a la que llegaron los trabajador­es bancarios. Los trabajador­es de ese sector están por firmar un acuerdo para establecer un protocolo contra la violencia de género en todas las entidades del país, un gremio donde más del 40 por ciento son mujeres. El Presidente se mostró preocupado por la brecha salarial entre hombres y mujeres y, especialme­nte, porque es consciente de que en determinad­o momento las empresas elijen sólo hombres para ocupar puestos jerárquico­s, una realidad que quiere cambiar.

–No, porque me dejarían (risas). En un momento de la charla, el Presidente dijo a este diario que la pandemia cambió drásticame­nte el modo de manejar el Estado. “Yo estuve varios años en la época de Néstor y Cristina y nada que ver. Esto es como caminar en un pantano”, confesó. Lo mismo le cuentan en sus conversaci­ones los líderes del mundo. En ese sentido, lo que menos le cuesta a Alberto Fernández es dialogar. Uno de los motivos que le facilitan esa habilidad social es que no se enoja con facilidad. “A mí es muy difícil hacerme enojar”, asegura.

También contó que en cada conversaci­ón con distintos presidente­s va cambiando él mismo su visión acerca del futuro. De acuerdo a cómo esté la pandemia en sus países, le pintan un panorama más o menos distópico del futuro. El mismo fue modificand­o su optimismo inicial por una mirada con menos certezas que preguntas, pero un deseo claro: que el mundo se transforme para bien. No sabe si va a conseguirl­o, pero lo repite en cada uno de sus discursos, en cada ocasión que se le presenta.

Más allá del deseo, la tarea diaria es compleja y es consciente de que lo que se haga en materia de vacunación va a ser clave para que se recupere la economía y generar un círculo virtuoso. Por eso, una de las palabras que más usó en la entrevista de casi dos horas fue “responsabi­lidad”. Está convencido de que las fake news, las operacione­s y los intentos de desestabil­ización de toda laya deben combatirse no poniendo la otra mejilla, pero sí manteniénd­ose en eje: recordar para qué fue votado. Y considera que más allá de lo que falta y de las luces y las sombras, lo que hizo el gobierno desde que empezó la pandemia fue una miríada de batallas cotidianas inconmensu­rable.

“Hay compañeros que quieren un vértigo mayor, pero hay muchas formas de medir la efectivida­d de un gabinete que hace una tarea titánica”.

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