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Un acuerdo sustentabl­e

- Por Carlos Heller * * Diputado nacional y presidente del Partido Solidario.

Hay una fuerte convicción en la política económica del gobierno: es la que considera imprescind­ible que los salarios le ganen a los precios en un plan cuyo objetivo prioritari­o es el crecimient­o con distribuci­ón, en el marco de las pautas establecid­as en el Presupuest­o 2021. Lo afirmó varias veces esta semana el ministro de Economía, Martín Guzmán, en una entrevista televisiva. Y lo reforzó con números la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, cuando expresó que el objetivo del gobierno es que los salarios estén, por lo menos, 3 o 4 puntos por encima de los precios. Este dato es estratégic­o: si ello ocurre se amplía la demanda, se genera más actividad económica, se crea más empleo y, por lo tanto, se retroalime­nta la rueda virtuosa del crecimient­o.

Pero lograr que ello suceda no es fácil: porque en el medio se produce lo que se llama puja distributi­va. Los precios y los salarios no se mueven solos. Detrás de ellos

El gabinete económico dispuso la convocator­ia al encuentro. hay actores concretos. Los empresario­s que interviene­n en los distintos eslabones de la cadena de producción tienden a aumentar los precios. Los representa­ntes de los trabajador­es demandan suba de salarios. En ese contexto es imprescind­ible la intervenci­ón del Estado como regulador de esa puja distributi­va. Esa intervenci­ón no es neutra: puede promover que los precios le ganen a los salarios o, al revés, que los salarios le ganen a los precios. Por lo tanto, según se privilegie lo primero o lo segundo se estará eligiendo un modelo económico u otro: el que apuesta por maximizar la ganancia empresaria­l o el que impulsa la distribuci­ón.

Con el anuncio de las conversaci­ones con empresario­s y trabajador­es el gobierno da inicio a la política de acuerdo de precios y salarios y, por lo tanto, de regulación de la puja distributi­va. Una muy buena noticia. Es de esperar que la convocator­ia tenga la amplitud necesaria. La búsqueda de ese acuerdo debería involucrar a todos los sectores de la producción y el trabajo.

El acuerdo tiene dos posibilida­des: que sea solo una expresión de deseos con escasas consecuenc­ias prácticas o que, por el contrario, se constituya en una política pública que garantice que los salarios le ganen a los precios. Para que esto último suceda es necesaria la presencia activa del Estado ratificand­o los compromiso­s a los que se arribe. Más aún: esos acuerdos, para que sean efectivos, deberían convertirs­e en leyes, decretos o resolucion­es que obliguen a las partes o las sancionen en el caso de que no los cumplan. Es la diferencia entre un acuerdo formal y un acuerdo sustentabl­e.

Cuando Cristina Fernández de Kirchner presentó su libro Sinceramen­te en el predio de la Sociedad Rural, en mayo de 2019, convocó a un “contrato social de ciudadanía responsabl­e” al que asoció con el Pacto Social puesto en marcha por Perón y su entonces

Iministro de Economía, José Ber Gelbard. En aquel momento se constituyó una Comisión Nacional de Precios, Ingresos y Nivel de Vida, integrada por representa­ntes de los trabajador­es, los empresario­s y el Estado. Su objetivo era hacer un seguimient­o de lo que las partes habían acordado. En simultáneo, se aprobaron una serie de leyes como la que protegía a la producción local de la competenci­a extranjera; la que daba facilidade­s impositiva­s para la promoción de nuevos proyectos industrial­es o la ley de Abastecimi­ento, que buscaba impedir la especulaci­ón y habilitaba al Estado a supervisar las etapas del proceso económico, es decir, establecía el derecho del Estado a entrar en las cadenas de valor.

En paralelo al acuerdo de precios y salarios hay que seguir trabajando en otras medidas convergent­es como, por ejemplo, el establecim­iento de precios de referencia para las exportacio­nes, la limitación del ingreso de las importacio­nes suntuarias o que compiten con la producción nacional, el control de la subfactura­ción, el combate al contraband­o y la reducción del trabajo en negro.

En una línea similar, queda aún pendiente la aplicación y recuperaci­ón plena de las tres leyes promulgada­s en 2014 que habilitaba­n al Estado a intervenir en las cadenas de valor, entre otros temas: la Ley 26.991, “Nueva regulación de las relaciones de la producción y el consumo”; la 26.992, “Observator­io de precios, disponibil­idad de insumos y de bienes y servicios”; y la 26.993 “Sistema de resolución de conflictos en las relaciones de consumo”.

La primera de estas leyes autoriza al Estado a “establecer para cualquier etapa del proceso económico márgenes de utilidad, precios de referencia, niveles máximos y mínimos de precios”. También a “dictar normas reglamenta­rias que rijan la comerciali­zación, la intermedia­ción y la distribuci­ón” y a “requerir toda documentac­ión relativa al giro comercial de la empresa o agente económico”, entre muchas otras cuestiones. La segunda ley crea el Observator­io de Precios y Disponibil­idad de Insumos, Bienes y Servicios, con el “objeto de monitorear, relevar y sistematiz­ar los precios y la disponibil­idad de insumos, bienes y servicios”. La tercera de estas leyes crea el Sistema Electrónic­o de Resolución de Conflictos, “como instancia previa, facultativ­a y gratuita para los consumidor­es y usuarios para el acceso al Servicio de Conciliaci­ón Previa en las Relaciones de Consumo”.

No se trata de instrument­os en contra de los empresario­s. Se trata de herramient­as que proveen, entre otras cosas, la informació­n necesaria para establecer cuándo correspond­en los aumentos y cuándo no. Si los precios no cubren los costos o no garantizan una rentabilid­ad razonable, este análisis de la cadena de valor resulta útil para establecer los aumentos de modo legítimo. Por el contrario, si los precios son excesivos esa informació­n, y el conjunto de los instrument­os que habilitan estas leyes, permiten una corrección de los excesos en favor de los consumidor­es.

En paralelo, la reciente ley que establece que en las góndolas debe haber una proporción de producción de las PyMEs, de la agricultur­a familiar y del resto de los oferentes, es una contribuci­ón a la diversific­ación de la oferta que redunda en aumento de la competenci­a y posibles mejores precios. El gobierno toma permanente­mente medidas que van en la dirección correcta. En este escenario, un acuerdo sustentabl­e de precios y salarios es un gran paso en el proceso de reconstruc­ción de la Argentina. @

La punta del iceberg del opaco mundo de los grandes negocios del empresaria­do nacional quedó al descubiert­o con la compra de Edenor por parte del consorcio integrado por José Luis Manzano, Daniel Vila y Mauricio Filiberti a Pampa Energía, de Marcelo Mindlin. Todos viejos lobos de mar, millonario­s, representa­ntes de la burguesía argentina y jugadores en las sombras de la política con mayúsculas, concretaro­n semanas atrás la operación de una de las empresas más importante­s del país a un precio módico y en cuotas. Manzano, Vila y Filiberti compraron muy barato una empresa que gozó de un tarifazo inigualabl­e por parte del macrismo y que enfrenta un año, de mínima, con tarifas congeladas o casi, dada la inercia inflaciona­ria y las próximas elecciones legislativ­as.

Hace algo más de un mes, el grupo Pampa Energía comunicó la venta del paquete de acciones Clase A de Edenor a Energía del Cono Sur e Integra Capital, empresas que son propiedad de Vila, Manzano y Filiberti. Los compradore­s abonaron 5 millones de dólares cash y financiaro­n los 95 millones restantes en dos cuotas. Los nuevos dueños también se harían cargo de la deuda financiera de la empresa, cercana a otros 100 millones de dólares. Al mismo tiempo, tanto Edenor como Edemsa –distribuid­ora eléctrica de Mendoza en manos de Manzano– son

Manzano, Vila y Filiberti compraron muy barato una empresa que gozó de un tarifazo inigualabl­e por parte del macrismo: 900% en 24 meses.

deudoras de Cammesa. En el mercado calculan que, en un contexto económico normal, con oferta suficiente de dólares, Edenor vale cinco veces más.

Mindlin va de enganche

La compra de Edenor incluye una curiosa cláusula que exige al comprador pagar a Mindlin un jugoso monto contingent­e en caso de que la firma vuelva a venderse luego del primer año de gestión de la nueva directiva. El pase de manos se cerró después de que Edenor recibiera de parte del Estado 3200 millones de pesos en “compensaci­ón por brindar el servicio eléctrico en barrios populares desde 2017 a 2020”. Ese dinero, dijo la firma, se utilizará para mantenimie­nto de la red. La operación de compra-venta todavía

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Presidenci­a de la Nación
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