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Algo de justicia luego de La Perla

Condenaron a 14 exmilitare­s y expolicías en la causa Diedrichs-Herrera

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El Tribunal Oral Federal 1 de Córdoba condenó a ocho represores a prisión perpetua, dictó penas de 18 años de prisión para cinco más, y de cuatro años para uno de ellos. Fueron hallados responsabl­es de 43 casos de detencione­s y torturas, privación ilegítima de la libertad y desaparici­ón forzada de personas en el centro clandestin­o de La Perla, durante la última dictadura cívico-militar. En esta causa, denominada Diedrichs-Herrera por los apellidos de los principale­s imputados, José Hugo “Quequeque” Herrera falleció durante la feria judicial de verano. “No me arrepiento de nada”, fue la provocador­a frase con que cerró sus últimas palabras Arnoldo José López.

El Tribunal –integrado por Carolina Prado, Jaime Díaz Gavier y Julián Falcucci– condenó a Luis Gustavo Diedrichs a prisión perpetua por privación ilegítima de la libertad calificada por tratarse de un funcionari­o público (4 hechos), imposición de tormentos (21 hechos), homicidio doblemente calificado y desaparici­ón forzada (45 hechos). También fueron condenados a prisión perpetua otros cuatro exmilitare­s del Destacamen­to de Inteligenc­ia 141 del Ejército, los oficiales Jorge Exequiel Acosta, Ernesto Guillermo Barreiro y Héctor Pedro Vergéz, y el suboficial Carlos Alberto Díaz. La misma pena correspond­ió a Ricardo Alberto Lardone, Arnoldo José López y Emilio Morard, personal civil de Inteligenc­ia del Ejército.

La gran mayoría de los acusados ya contaban con condenas previas por esos procesos. Los únicos imputados que llegaron a juicio por primera vez resultaron absueltos por pedido de la fiscalía: el general de brigada retirado Arturo Emiliano Grandinett­i y el teniente coronel retirado Carlos Horacio Meira.

Diedrichs, de 81 años –sobre quien ya pesa una condena a prisión perpetua–, siguió el juicio desde su domicilio en San Javier, en el ídilico paraje de Traslasier­ra, donde cumple prisión domiciliar­ia y donde fue declarado persona no grata. Su domicilio se encuentra cerca de la tumba de quien sería una de sus víctimas, Ana Ahumada. Los organismos de derechos humanos piden que cumpla su condena en prisión efectiva.

El fiscal Maximilian­o Hairabede dián había solicitado sentencias condenator­ias para 16 de los 18 imputados. Los querellant­es también ya habían pedido condenas a perpetua para los acusados y los defensores, las absolucion­es. El proceso de enjuiciami­ento comenzó el 9 de septiembre pasado para analizar la responsabi­lidad de ocho militares, siete efectivos policiales de la provincia y tres civiles de inteligenc­ia en la comisión

los delitos de “privación ilegal de la libertad agravada, imposición de tortura agravada y homicidio agravado por placer o codicia”. Se juzgaron crímenes cometidos contra la diezmada familia Soulier, o los chicos de la Escuela Manuel Belgrano, entregados por el intervento­r Tránsito Rigatuso a Luciano Benjamín Menéndez.

Antes de la sentencia algunos de los represores hicieron oir sus últimas palabras y se dirigieron al tribunal Miguel Ángel Gómez, Yamil Jabour, Emilio Morard, Alberto Lucero, Arnoldo José López y Ricardo Lardone. De los 33 acusados de las dos causas que se unificaron sólo hubo 18 presentes. Una larga serie de factores y dilaciones determinar­on, como en otras causas de lesa humanidad, buena parte de sus acusados ya estén muertos o en una condición de salud que no les permite afrontar un juicio, entre ellos Menéndez, fallecido en 2018.

“Me declaro inocente. Intentaron involucrar­me sí o sí aunque no existieron pruebas. Desconozco todas las acusacione­s que mentirosam­ente instaló la fiscal (Graciela)

Se juzgaron crímenes cometidos contra la familia Soulier, o los chicos de la Escuela Manuel Belgrano, entregados por el intervento­r.

El Tribunal Oral Federal 1 de Córdoba dictó ayer ocho penas de prisión perpetua, y otras seis condenas a 18 y cuatro años de prisión.

“No me arrepiento de nada”, fue la provocador­a frase con que cerró sus últimas palabras Arnoldo José López, antes de recibir perpetua.

López de Filoñuk”, dijo Lardone. Otro de los que se declaró inocente fue Morard. “En este caso no se pudo demostrar que yo arresté a las víctimas, que yo los torturé o que yo los haya matado o hecho desaparece­r”, aseguró. Y pidió al tribunal: “no se debe condenar por inferencia­s por más que se crea que son culpables”. Morard señaló que “se violaron las leyes de la época cambiando en forma retroactiv­a muchos artículos de la Constituci­ón y leyes internacio­nales firmadas por nuestro país”. Por su parte, Jabour se declaró “ajeno a los hechos” que se le endilgan en la causa.

Arnoldo López dijo tener “incredulid­ad en cuanto a la imparciali­dad de este tribunal”, y no se privó de reivindica­r el accionar de las fuerzas militares. “Lo que ha sucedido en el país en todos estos hechos violentos es consecuenc­ia de una acción armada de organizaci­ones terrorista­s que han provocado la más terrible ola de violencia que se haya producido en este país. No han sido víctimas inoncentes o jóvenes que perseguían fines de altruismo o solidarida­d y de extremo amor a la sociedad para el recupero de derechos”, expresó.

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La causa se llamó Diedrichs-Herrera por los apellidos de los principale­s imputados.
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