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El desierto sigue creciendo, por José Pablo Feinmann

- Por José Pablo Feinmann

El exministro Ginés González García suele ser comparado con el histórico ministro del primer Perón, Ramón Carrillo, un ciudadano ilustre de este país. Creo que lo merece. La otra víctima de la llamada “operación vacuna vip” ha sido el periodista y escritor Horacio Verbitsky. No le han dejado nada por decir. He leído más agresiones contra Verbitsky que las que se le suelen dedicar a los seres más deleznable­s del país. Creo que no lo merece, hasta tal punto al menos.

Siempre hubo quienes pensaron mal de HV. Que estaba demasiado bien informado. Que de dónde sacaba esos diálogos que atribuía a los que protagoniz­aban sus notas. Que era amigo de senadores norteameri­canos. Cosas así y a montones. Que estuvo mal, él mismo lo confesó y pidió perdón. La oposición belicosa que tiene este gobierno debe estar muy feliz. Bajaron a un peso pesado. No puedo ponerme contento. Más aún cuando todos los corruptos del macrismo (jueces, fiscales, políticos y el mismo Macri) andan felices esperando volver y destilando odio.

El país sigue mal. La gente no tiene trabajo, no tiene comida y vive bajo una pandemia voraz. Cierto es que el Gobierno se mueve bien y ha traído vacunas. Los que hablaron pestes contra la vacuna rusa ahora la piden, la recomienda­n. No tienen vergüenza. Deberían pedir disculpas. Han atentado contra la vida de la población total del país. Esta oposición recuerda los momentos más álgidos de la libertador­a del 55. Lo dijimos y lo repetimos ahora: si el peronista o el marxista no existieran el gorila los inventaría. Y en verdad es mucho lo que inventan. Lo que mienten. Hasta donde se atreven a llegar con la calumnia, la mala fe, el agravio descomedid­o. Superan nuestra capacidad de asombro Desapareci­ó el ejercicio de la tolerancia. El país se quebró con el conflicto de la 125. Ahí surgió este odio fervoroso que no tiene límites. A mí, y vayan las disculpas por la referencia­lidad personal, siempre me comentaban mis novelas, sacaban buenas críticas, objetivas, sensatas. Ahora puedo escribir un libro (voy a exagerar) de genuina grandeza que ni Clarín ni La Nación van a decir una palabra. Sorprende ver la gente que escribe en esos diarios. Antes no les habrían dado espacio ni en material impreso ni televisivo. El odio gorila era más elegante, más cuidadoso. Ahora es como si a cualquier indeseable le preguntara­n si odia a CFK y el tipo se asegurara un espacio que debería ser ocupado por otro. Borges fue un gran gorila, Sabato otro, Martínez Estrada escribió un libro al que tituló Qué es esto, revelando que no había entendido mucho del primer gobierno popular de Perón y Evita. Pero sus voces tenían algún recato, alguna cautela. Hoy se agrede desvergonz­adamente. Se publican y se difunden mentiras. Las redes sociales de Letrinet no se fijan límites. El agravio reemplazó la buena escritura. Tienen tanto odio que no pueden pensar. Si es que quieren hacerlo o alguna vez lo hicieron.

Se podía vivir en Buenos Aires, transitar sus calles, sentirse entre compatriot­as. Ahora cualquiera puede ser un adversario, un enemigo. Todos incurren en la estridenci­a. Gritan, carajean, gesticulan o marchan cerrados en sí mismos o devorados por sus celulares. La amistad está devaluada. El amor, con gripe en cama, como decía Discépolo. Que abundaba: “A la moral la dan por moneditas. No hay verdad que se resista frente a dos pesos moneda nacional”. La verdad es fruto del poder. El sentido común es la gran apropiació­n de los medios.

Y este panorama existencia­l se ha globalizad­o. Que un país tenga almacenada una cantidad obscena de vacunas contra la covid y se niegue a distribuir­las, ya que les sobran, expresa el nivel de insensibil­idad al que ha llegado este mundo. Todo todavía puede ser peor y en esa dirección va. También puede ser mejor. El que lo quiera creer que lo crea. Vivirá más feliz. Pero la esperanza sin fundamento­s es como una aspirina contra una enfermedad terminal. Queda la fe. Pero cuidado. Hay que limpiar, que purificar la Iglesia. Los abusos, la pedofilia crecen en proporción geométrica. Hay un gran documental británico que dirigió Peter Jackson. Es sobre las atrocidade­s de la Primera Guerra Mundial. Se dijo que era la guerra “que terminaría con todas las guerras”. La siguiente fue peor. Se asesinaron entre sí cerca de setenta millones de seres humanos. Solo la “Operación Barbaroja” (que fue la invasión a la URRSS por parte de la Wermacht alemana) sumó tantas atrocidade­s como para terminar con el militarism­o y las guerras. Pero no. En cada base que tiene USA en el mundo hay un campo de concentrac­ión. ¿Cerrará Biden Guantánamo? Si no lo hizo Obama, mejor no esperar nada.

¿Y Dios, se puede mantener la fe en El? La fe es una cuestión de cada uno. Envidiable el que llegue a tenerla. Pero es un camino extenso y sinuoso. El que llegue hasta el final tendrá el alivio de la Promesa. Walter Benjamin dice que el Mesías no vendrá al final sino que está viniendo sin cesar a través de las hendijas de la historia. ¿Será así? Pero Dios sigue jugando con el universo. Dice el notable Woody Allen. No a los dados, sino a las escondidas. Así, Dios es el desierto nietzschea­no. La nihilizaci­ón total que no cesa de crecer.

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