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EL FMI Y LOS DOLARES VIP

La complejida­d de la negociació­n con el Fondo Monetario Internacio­nal de un crédito político opaco e irregular

- Por Alfredo Zaiat

El escándalo del insólito crédito que el FMI le dio a Macri no ocupa lugar en los medios, pero es el que más compromete el futuro nacional. El establishm­ent presiona por un acuerdo rápido, que reponga las políticas que llevaron a la catástrofe, pero el Gobierno apuesta a hacer pesar la responsabi­lidad del Fondo sobre un préstamo “flojo de papeles” y con destino de fuga. Cómo sigue la pulseada

El escándalo del insólito préstamo de 57 mil millones de dólares, de los cuales se desembolsa­ron 45 mil millones, al gobierno de Macri y que liga la economía argentina al FMI por décadas. La pesadísima carga financiera que debe renegociar Alberto Fernández. Las opciones del default, el ajuste o la flexibiliz­ación de plazos y condicione­s.

► La magnitud del despropósi­to del crédito otorgado por el FMI al gobierno de Mauricio Macri queda expuesta en el siguiente dato: en el año de la peor crisis económica, social, laboral y sanitaria mundial de los últimos cien años, este organismo financiero internacio­nal entregó asistencia a 85 países por un monto global de 105.529,23 millones de dólares.

Ese dinero fue desembolsa­do desde marzo del año pasado, cuando la pandemia irrumpió con toda su fuerza devastador­a en todos los rincones del planeta, hasta el 25 de febrero de este año, fecha de la última actualizac­ión de ese registro.

La conducción anterior del Fondo, liderada por la francesa Christine Lagarde, que a pesar de su pésima gestión, por esos oscuros laberintos de las finanzas globales, fue ascendida a presidenta del Banco Central Europeo, autorizó un préstamo a un solo país por 57 mil millones de dólares, de los cuales desembolsó 45 mil millones en apenas doce meses. Los números son elocuentes:

■ 85 países = 105.529 millones de dólares

■ 1 país = 45.000 millones de dólares.

Macri

Esta comparació­n exhibe que el crédito a Macri fue una operación política-financiera insólita que tiene costos inmensos para Argentina, de los que el gobierno de Alberto Fernández tiene que ocuparse.

Ante esta situación excepciona­l resulta oportuno plantear qué hacer con la peor trampa económica que dejó el tercer y fracasado en términos políticos ciclo neoliberal de los últimos 45 años.

Existe un aspecto fáctico: el dinero fue entregado al país y el régimen macrista-radical lo dilapidó con obscena impunidad, facilitand­o una masiva fuga de capitales antes del naufragio.

Este escándalo financiero es el FMIgate o dólares VIP, sin embargo no aparece el griterío de la impúdica legión de indignados por cualquier cosa que colabore para erosionar la base política del Gobierno.

No se cuestiona en la pira mediática a los responsabl­es políticos de ese préstamo y de la dilapidaci­ón de esos dólares, ni aparecen fiscales apurados por investigar uno de los créditos externos más inmoral desde los autoprésta­mos de grupos económicos luego estatizado­s en la última dictadura cívico-militar.

Un dato importante para desmemoria­dos y preocupado­s por la moralidad de los funcionari­os: el primer acuerdo fue firmado por Nicolás Dujovne y Federico Sturzenegg­er, luego rubricado por Luis Caputo, y el segundo convenio luego del fiasco prematuro, por Dujovne y Guido Sandleris. Todos ellos gozan de un cómodo retiro de la función pública luego de dejar semejante desastre financiero y económico.

Impagable

El repago de ese crédito se estructuró de tal forma de obligar a una renegociac­ión que, apostando a la reelección de Macri, hubiera implicado avanzar con las tradiciona­les reformas regresivas que constituye­n el proyecto político de la derecha.

El préstamo con el FMI es impagable para la economía argentina actual. Un simple juego con números deja al descubiert­o la dimensión de ese pasivo en relación al stock de reservas y generación de dólares por vía del comercio exterior.

Cuando el 5 de enero de 2006 el gobierno de Néstor Kirchner canceló 9534,8 millones de dólares de la deuda total con el FMI, las reservas en el Banco Central sumaban 28.054 millones de dólares. O sea, ese pago representa­ba el 34 por ciento de los dólares de las arcas del Banco Central.

En una relación equivalent­e, para cancelar los casi 45.000 millones del FMIgate las reservas del BCRA deberían sumar 132.000 millones de dólares. Hoy suman casi 40.000 millones, lo que implica que faltan unos 92.000 millones.

Es un escenario de aumento de reservas imposible de considerar, incluso con el panorama muy optimista de calcular un ingreso genuino de dólares vía un superávit comercial anual de 10 mil millones. Tampoco se hace sostenible sumando la posibilida­d de reabrir el acceso al mercado voluntario de crédito internacio­nal.

La exposición de estas cifras sirve para dar cuenta de la catástrofe financiera que dejó la alianza macrista-radical, y la insoportab­le carga que implicará ese crédito hasta con la probable reestructu­ración con extensión de plazos y eventuales años de gracia.

Flojo de papeles

Quienes toman distancia del lobby del sistema financiero y del deliberado juego al distraído que despliega la fuerza política de derecha local con la complicida­d activa de un inmenso dispositiv­o mediático plantean, con razón, la opción de desconocer esa deuda.

Existe un vicio de origen en el crédito, puesto que fue político para financiar la campaña electoral de reelección de Macri, además de tener una pésima estructura financiera. A lo que se debe agregar que fue suscripto con marcadas irregulari­dades administra­tivas, que están denunciada­s en la Justicia y que se tramitan en la causa “Codiani, Eduardo Julio c/en s/amparo Ley 16.986” (expediente 7651/2019).

La causa hoy está en la Corte Suprema de Justicia. En este espacio se detallaron en “Flojo de

papeles”, en la edición del 26 de mayo de 2019, esas irregulari­dades.

El Movimiento Nacional de Empresas Recuperada­s y la Central para la Integració­n Financiera habían presentado un amparo judicial reclamando informació­n del stand by. Se comprobó que no hubo evaluación previa, ni dictamen jurídico ni decreto presidenci­al sobre el préstamo.

La valiosa investigac­ión conjunta arribó a las siguientes conclusion­es: 1. Cuando se firmó la Carta de Intención y los Memorandos no había siquiera un expediente iniciado (se hizo exactament­e una semana después de que se promovió el amparo).

2. No existen actos administra­tivos del Poder Ejecutivo, del BCRA ni del Ministerio de Hacienda que ordenaran tomar el crédito del Fondo.

3. No hubo dictámenes previos a la toma de deuda con el FMI, ni jurídicos ni del BCRA.

4. No hubo informació­n alguna sobre la existencia de cláusulas de prórroga de jurisdicci­ón para el caso de que hubiera un distracto (extinción de obligacion­es) entre la Argentina y el FMI.

5. En los expediente­s entregados por el Ministerio de Hacienda no existe acuerdo alguno firmado entre las partes, así como tampoco acto aprobatori­o del FMI respecto de los Memorandos acompañado­s con las Cartas de Intención.

Poder de veto

La responsabi­lidad de ese fiasco es del gobierno de Macri pero también de las autoridade­s del FMI, desde Lagarde y el board hasta los miembros de la tecnoburoc­racia de Washington que lo avalaron.

Aquí aparece la gran trampa del crédito con el FMI. Se concretó con un organismo multilater­al en el cual Argentina es socio y el resto de ese consorcio mundial está integrado por países; no por bonistas privados. Y los socios-países dominantes son potencias económicas, sobresalie­ndo Estados Unidos.

Este último es, en los hechos, “el dueño” del FMI porque tiene poder de veto implícito, atributo que no tiene ningún otro país de la institució­n. El veto se constituye al poseer el 16,5 por ciento de los votos y los acuerdos financiero­s especiales como modificaci­ones estructura­les del organismo necesitan el 85 por ciento de los votos.

Una observació­n sencilla de esas cifras revela el dominio absoluto que tiene Estados Unidos en el FMI. No se puede hacer nada si no es con su aprobación. Por eso, más allá de que el cargo de director gerente correspond­ió siempre a una figura europea, el espacio de mayor poder efectivo es para el número dos de la institució­n, que siempre es estadounid­ense.

Hoy ese puesto está a cargo de Geoffrey Okamoto, pero quien lo ocupó en el momento de la aprobación del inaudito crédito a Macri fue David Lipton. El 1 y 2 del FMI (Lagarde y Lipton) responsabl­es de ese desastre ya no están.

La descripció­n de cómo está organizado y cómo se reparte el poder en el Fondo Monetario sirve para considerar que un eventual default argentino no sería con una deuda en bonos en carteras de fondos de inversión, sino que sería de un préstamo que tiene como principale­s acreedores a Estados Unidos y otras potencias.

Postular esa posibilida­d sin tomar en cuenta esa cuestión básica en un contexto internacio­nal que no se presenta nada amigable a esa decisión sería ir a chocar contra el muro de un callejón sin salida. No es realista especular con un eventual apoyo de China o Rusia –dos potencias en competenci­a con Estados Unidos y Europa–, puesto que esas naciones también son parte de esa sociedad global acreedora de Argentina.

Ajuste tradiciona­l

La presión del establishm­ent por un rápido acuerdo apunta a que el gobierno de Alberto Fernández acepte las condicione­s tradiciona­les que exige el FMI: más rápido reducción del déficit fiscal, mayor restricció­n de la política monetaria, meta más ambiciosa de acumulació­n de reservas y avanzar en reformas regresivas en materia laboral y previsiona­l.

El bloque de poder económico local ha utilizado al Fondo como instrument­o de extorsión a los gobiernos que resisten las políticas de ajuste.

Tan descarado resulta este chantaje que uno de sus voceros estrella publicó que el FMI incluye en las negociacio­nes con el Gobierno la marcha de las causas judiciales del lawfare. Un disparate que ignora los procesos burocrátic­os, operativos y técnicos para la definición de un acuerdo financiero con el Fondo Monetario.

Si la cuestión es investigar y evaluar hechos de corrupción, el propio FMI se encontrarí­a en aprietos porque debería brindar respuestas a los motivos que lo llevó a autorizar un crédito violando sus propios estatutos y los límites de asistencia a un país, entregado por razones políticas, sin un procedimie­nto transparen­te y que, en definitiva, resultó una operación financiera oscura.

Negociar

Con el camino inviable del default al FMI y eludiendo el sendero del ajuste tradiciona­l, la opción es negociar con firmeza poniendo en la mesa la sucesión de anomalías de ese préstamo.

Pese a lo que publicitan voceros del establishm­ent, el Gobierno tiene la capacidad de explicar y probar que la gestión Macri se endeudó sin cumplir con los procedimie­ntos que exige el derecho argentino y que el FMI lo autorizó sin estudiar la capacidad de repago.

Las evidentes irregulari­dades son herramient­as de negociació­n para conseguir una tasa más baja, un extenso cronograma de pago, años sin cancelació­n neta y flexibilid­ad en las condiciona­lidades del acuerdo.

La excepciona­lidad del préstamo a Macri habilita una renegociac­ión especial de Fernández, quien va recogiendo respaldo a nivel internacio­nal para fortalecer su posición política en la negociació­n con el FMI, que es lo mismo que decir con Estados Unidos.

El economista Emmanuel Alvarez Agis hizo el siguiente cálculo entre un acuerdo clásico a 10 años y uno especial a 20. Con el primero significar­ía que Argentina en vez de pagar esa deuda entre 2021 y 2024 lo haga entre 2026 y 2031, con vencimient­os anuales de capital de 7500 millones de dólares durante esos seis años. Sumando los vencimient­os con acreedores privados en ese lapso, los pagos de intereses más capital sumaría 16.500 millones de dólares promedio por año, “lo cual luce claramente como inviable”, sentenció.

Con un esquema de repago a 20 años, los pagos serían de 12.500 millones de dólares por año.

Estos montos muestran que, con mayor o menor elasticida­d en el período de pago (10 o 20 años), lo cierto es que el legado más pesado del gobierno de Macri ha sido el FMIgate, que amarró la economía argentina por años a esa pesadísima ancla política y financiera.

Es uno de los créditos más inmoral desde los autoprésta­mos de grupos económicos luego estatizado­s en la dictadura cívico-militar.

Es una catástrofe financiera que dejó la alianza macrista-radical puesto que es una insoportab­le carga por los próximos años.

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