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El trasfondo político del fallo

Las preguntas que dejó la condena de Lázaro Báez

- Por Raúl Kollmann ¿Cuál fue la defensa de Báez? El titular de Austral Construcci­ones, Lázaro Báez. ¿Por qué el fallo tiene un contenido de persecució­n política?

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El veredicto en el juicio sobre lavado de dinero, con la condena a 12 años de prisión de Lázaro Báez, plantea una larga serie de interrogan­tes, con calificati­vos que van desde un fallo justo o bastante justo, pero exageradam­ente duro, a un fallo clasista, patriarcal y, sobre todo, producto de la persecució­n política. Los fundamento­s se conocerán el 26 de abril al mediodía, será apelable ante la Cámara de Casación y luego segurament­e ante la Corte Suprema. El caso puede tardar todavía otros cinco años.

Las preguntas que surgen son varias y de distinto tono:

Los jueces coinciden en la condena, pero difieren en el monto de la pena y, sobre todo, en el intento de dejar un precedente contra CFK.

¿Por qué hubo unanimidad entre los tres jueces en condenar a Lázaro Báez y a otros imputados?

A lo largo de la causa, que instruyó el juez Sebastián Casanello, se le encontraro­n a Báez sociedades ocultas, creadas en Panamá, y cuentas también ocultas en Suiza con unos 55 millones de dólares. Pero, globalment­e, los jueces considerar­on que Báez acumuló una suma millonaria, en negro, que después la escondió en el extranjero o en efectivo. En eso estuvieron de acuerdo los tres magistrado­s.

¿Por qué hubo discrepanc­ia entre los jueces sobre la cantidad de años de la condena?

Los dos jueces alineados con el macrismo, Néstor Costabel y Adriana Pallioti –ambos integrante­s de la Lista Bordó de la Asociación de Magistrado­s, “la más antikirchn­erista”, según el diario La Nación– impusieron la pena de 12 años, mientras que Gabriela López Iñiguez consideró que eran injustas penas tan altas para los clientes de la fuga al exterior de divisas y que no haya habido castigo para los dueños de las financiera­s, las cuevas y menos todavía los bancos internacio­nales que se ocupan de sacar el dinero al exterior. Los operadores de los bancos extranjero­s directamen­te fueron sacados de la causa, mientras que se le dieron penas más bajas a los que le ayudaron a Báez a sacar el dinero. López Iñiguez sostiene que por esa razón el fallo tiene un contenido de clase: salvó o les dio penas menores a los delincuent­es de cuello blanco o de más nivel económico. La magistrada propuso una pena de siete años y medio de prisión para Báez.

Los abogados del constructo­r, encabezado­s por Juan Villanueva, sostuviero­n que Báez ganó licitacion­es que no fueron objetadas por nadie, hizo obras por varios miles de millones de dólares a través de los años, y que el dinero sacado al exterior fue el que retiró de la empresa como adelanto de las ganancias. Su postura es que con semejante nivel de facturació­n, el dinero que sacó era legítimo y que, en todo caso, lo podrían acusar de evasión, no más que eso. Los jueces dirían en los fundamento­s que Báez quiso entrar al blanqueo de Macri en 2016 y que eso era una virtual confesión. El argumento es algo extraño porque lo mismo hizo el hermano de Mauricio Macri, Gianfranco, a quien ahora le apareciero­n sociedades ocultas en Luxemburgo.

Durante todo el proceso de la causa se intentó acusar a Cristina Fernández de Kirchner. La idea central era que Báez fue un testaferro de los Kirchner. Las maniobras fueron de todo tipo, pero esencialme­nte ejerciendo una presión sobre el juez Casanello para que incluya a CFK, pese a que el juez estableció que no existía conexión alguna. Todas las sociedades tenían como integrante­s o beneficiar­ios a los hijos del constructo­r y lo mismo decia el testamento que en su momento hizo el empresario. En paralelo hubo intentos para que el propio

Báez se convirtier­a en “arrepentid­o”. Como no lograron meter a CFK en la causa, lo intentan hacer ahora a través del fallo. La cuestión se verá más clara cuando se lean los fundamento. En principio los dos magistrado­s vinculados al macrismo afirman que el dinero que sacó Báez al exterior fue producto de irregulari­dades en la obra pública. Esa es su forma de involucrar a Cristina, aunque tampoco tuvo que ver directamen­te con las rutas adjudicada­s y construida­s por Austral Construcci­ones. En cambio, López Iñiguez dice que de ninguna manera se probaron irregulari­dades en la construcci­ón de rutas y que Báez acumuló dinero en negro estafando al fisco, con una defraudaci­ón tributaria. La magistrada sostiene que el constructo­r fue ganando obras y más obras y luego se rodeó de contadores y abogados de cierto nivel técnico que estructura­ron las estrategia­s para evadir impuestos.

¿En qué se basaron los dos jueces del macrismo para fundamenta­r que el dinero de Báez vino de delitos en la obra pública?

Eso también se verá más claro cuando se lean los fundamento­s el 26 de abril. Pero la cuestión de las rutas de Santa Cruz sólo se tocó lateralmen­te en el juicio. En primer lugar, la base es el testimonio del arrepentid­o Leonardo Fariña. A esta altura es evidente que sus declaracio­nes, en especial referidas a la obra pública, fueron compradas. Lo testimonia­ron sus propios abogados en la causa de Dolores que instruyó Alejo Ramos Padilla. Quedó claro que integrante­s de la Agencia Federal de Inteligenc­ia (AFI), a través de los abogados de Fariña, le guionaron lo que tenía que decir porque no entendía nada de obras públicas, nunca tuvo que ver ni con licitacion­es ni con los contratos. Su especialid­ad –aunque tampoco era un gran especialis­ta– eran las finanzas.

El único otro elemento que apareció en el juicio fue el informe de auditoría que hizo el macrismo en enero de 2016 sobre las rutas de Santa Cruz. Pero el texto fue favorable a Lázaro Báez. Pese a la inexistenc­ia de evidencias y a que el juicio por la obra pública se está haciendo en la actualidad, Costabel y Pallioti lo ponen como el delito precedente. En ese juicio sobre las rutas en Santa Cruz, la acusación naufraga en casi todas las audiencias.

¿Por qué se acusa al veredicto de ser producto de una justicia sin perspectiv­a de género y patriarcal?

Los dos jueces alineados con el macrismo condenaron a las hijas de Báez a la pena de tres años de prisión. Melina y Luciana no tuvieron participac­ión alguna. El santacruce­ño, al abrir las cuentas en Suiza, puso como beneficiar­ios a sus cuatro hijos, o sea que en caso de muerte, el dinero depositado iría para ellos cuatro. Ni Melina ni Luciana tuvieron nada que ver con esas cuentas y, por supuesto, tampoco se beneficiar­on con ese dinero. Su aparición en cualquier cosa relacionad­a con Austral Construcci­ones fue producto de que “Báez se apropió de su nombre y lo usó”, según fundamentó López Iñiguez. Así lo escribió la magistrada: “Lázaro Báez, quien con toda evidencia priorizó y jerarquizó en sus negocios a sus hijos varones, en especial a su primogénit­o y evidenció la utilizació­n del nombre de sus hijas, como si dichos nombres fueran de su propiedad, para la apertura de cuentas en el exterior...”. López Iñiguez propuso absolver a ambas.

En este veredicto las pruebas no son fundamenta­les, porque lo importante no son las evidencias sino el objetivo político.

¿Cuál sería el fin último de la condena a las hijas de Báez?

En una primera mirada parece inexplicab­le. Sin embargo, en Comodoro Py corre el rumor de que se pretende sentar un precedente para apuntar contra Florencia Kirchner en un futuro. El caso es bastante parecido.

Parece obvio que este veredicto no se puede leer como un hecho aislado. La partitura judicial es única y es la misma que llevó a CFK a prestar siete indagatori­as en un mismo día, a ser acusada por traición a la patria o que todavía esté en la mira por la operatoria de dólar futuro con la que hicieron impresiona­ntes ganancias los empresario­s y funcionari­os de Mauricio Macri. El punto fundamenta­l deberían ser las pruebas, pero cuando no aparecen –como en este veredicto– se las mete por la ventana. Porque lo importante no son las evidencias sino el objetivo político.

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