Pagina 12

La causa de abuso infantil más antigua

El exdiputado Daniel Pacce, fallecido en 2018, y su esposa, Noemí Alvarado, fueron acusados por dos mujeres, que eran niñas de seis y tres años a fines de los 70.

- Informe: Santiago Brunetto.

Más de tres décadas después de haber sido víctimas de abuso sexual en la infancia, Rosalía Alvarado y Belén Duet encabezan en Chaco la causa judicial más antigua que se registra por ese delito en Argentina. Amparadas por la Ley de Respeto a los Tiempos de las Víctimas frente a los planteos de prescripci­ón del delito, a partir del lunes protagoniz­arán el juicio contra Noemí Alvarado, de 80 años, acusada por abusos perpetrado­s entre 1979 y 1986 en conjunto con su esposo, el ya fallecido ex diputado nacional Daniel Pacce. En diálogo con PáginaI12, Rosalía y Belén recuperan retazos de una historia que las reencontró casi azarosamen­te, una historia atravesada por el silencio cómplice de la Argentina postdictad­ura, el desprecio judicial hacia les sobrevivie­ntes de abusos en la infancia y un incansable reclamo para que se haga “al fin justicia”.

Rosalía

Rosalía ubica el primer hecho entre fines de 1979 y principios de 1980. Con seis años, había regresado a vivir a su Resistenci­a natal luego de escapar hacia Paso de los Libres, Corrientes, junto a su padre, militante peronista perseguido por la dictadura. “La hermana de mi papá era Noemí, la esposa de Pacce. Ellos vivían a la vuelta de donde nosotros fuimos a vivir a Resistenci­a. Desde entonces hasta mis 11 o 12 años sufrí en su casa situacione­s de abuso sexual protagoniz­adas por Pacce”, relata ahora.

Más de cuarenta años pasaron desde el primer abuso y el principal acusado ya no está: murió en 2018 sin ser juzgado. Alvarado, por su parte, enfrenta en el juicio que comienza este lunes la imputación de “partícipe necesario de abuso deshonesto en concurso ideal y real con corrupción de menores en calidad de autora”, con una pena máxima de 25 años de prisión. “Ella participab­a, estaba en la escena de los abusos, sin ella no hubieran podido suceder”, asegura Rosalía.

En 1987, después de haber ocupado cargos en la gobernació­n provincial, Pacce llegó al Congreso de la Nación como diputado electo por el Partido Justiciali­sta chaqueño. Su período se extendió hasta 1991. “Él era un peronista de derecha, todo lo contrario a mi padre. Con Noemí eran una familia muy poderosa, ellos siempre se encargaban de demostrar ese poder económico y social. Por eso cuando finalmente pude hablar sentí mucha presión”, continúa.

2013 es el año en que Rosalía pudo hablar. En el velorio de su padre, al ver llegar a Pacce y Alvarado sintió que le “explotaba el cuerpo”. “Los hice echar y pude contar lo que arrastré hasta ese momento. Era difícil hablar por su poderío pero también porque al fin y al cabo eran mi familia, personas que quería cuando era niña, eso te confunde”, cuenta y agrega que “de chica no entendía si estaba bien o mal lo que pasaba, hasta me preguntaba si tenía la culpa yo”.

También en 2013 le contó a su madre, María Delia: “Salió enfurecida a denunciar públicamen­te, a decírselo a todo el mundo”, recuerda. En la fila de un banco de Resistenci­a, María Delia se encontró con una vieja conocida y le contó lo sucedido. “Era Lidia, la madre de Belén. Ella le dijo que a su hija le habían hecho lo mismo. Cuando me enteré se me abrió otro mundo: hasta ese momento yo seguía pensando que era la única”. Rosalía sabía que alguna vez había visto a Belén en la casa de Pacce y Alvarado, se acordaba de haber jugado con su hermana mayor, pero hasta 2013 no recordaba nada más de ella.

Belén

A sus tres años, Belén encontró su forma de expresar lo que sentía: “No podía ponerlo en palabras porque recién empezaba a hablar, pero mi maestra de jardín escuchó algo que le llamó la atención y con mi mamá empezaron a indagar”, cuenta. Entonces Lidia quiso denunciar. En pleno Chaco post dictadura, Belén remarca que “Pacce era una persona de mucho poder”, y que su madre se encontró con “desaliento de la Justicia, le cerraron las puertas a cualquier tipo de intento”.

Aunque sus recuerdos no son del todo nítidos, ella sabe que llegó a la casa de Pacce y Alvarado porque la mujer era directora del colegio en el que trabajaba Lidia. “Mis padres eran muy pobres y ella los cobijó con una especie de protección hacia su vulnerabil­idad que claramente tenía otro objetivo”, señala. Según rememoran las dos, en esa casa siempre había chicos y chicas dando vueltas, familiares o hijos de otras amistades.

“La sensación que tengo hoy, por el modo en que se produjeron los hechos, es que funciona

“El nunca participab­a de las reuniones sociales, estaba apartado en otras habitacion­es y nosotras éramos llevadas hacia esos lugares.”

ba como un Minotauro: él nunca participab­a de las reuniones sociales, estaba apartado en otras habitacion­es y nosotras éramos llevadas hacia esos lugares”, describe. Al igual que Rosalía, Belén sabe que Alvarado participab­a de los abusos.

Después de años de rechazos judiciales hacia su madre, para los inicios de la década de 2010, al cumplir 30 años, Belén se dispuso a reconstrui­r su propia verdad y enfrentar el camino judicial por su cuenta. Al cruzarse con Rosalía, las dos coincidier­on en la búsqueda de justicia, pero las respuestas iniciales no fueron diferentes a las de años atrás: “Golpeamos un montón de puertas y nos rechazaban, nadie quería una causa prescripta ni tampoco investigar si había posi

bilidad de encaminarl­a a pesar de todo”, subraya.

“A mí me decían que era imposible, que tenía una vida hermosa, que para qué la iba a arruinar. Hasta que entré en una organizaci­ón política y nos pusimos a investigar, a buscar antecedent­es para ver qué se podía hacer”, cuenta por su parte Rosalía. En ese camino se encontraro­n con el abogado Leandro Ramírez, al quien ahora valoran especialme­nte por haber sido el primero en tomar la causa a pesar de las adversidad­es, y en 2015 se toparon con una noticia que cambiaría el curso de su caso: la aprobación en el Congreso nacional de la Ley 27.206.

El tiempo de las víctimas

La Ley de “Respeto a los Tiempos de las Víctimas” amplió el período de prescripci­ón del delito de abuso sexual en la infancia al establecer que ese plazo empieza solo cuando la víctima, tras haber alcanzado la mayoría de edad, “formule por sí la denuncia o ratifique la formulada por sus representa­ntes legales durante su minoría”.

Amparadas por la nueva normativa, Rosalía y Belén presentaro­n la denuncia formal en 2016. Sin embargo, se encontraro­n con un escollo. Luego de dos años sin avances, en 2018 la fiscal del caso, Daniela Meiriño, archivó la causa al entender que la acción había prescripto ya que, por principio general, la legislació­n argentina no tiene retroactiv­idad en las leyes: los delitos cometidos antes de que entren en vigencia no son juzgados bajo la nueva normativa.

“Nosotras ya sabíamos que esas demoras podían ocurrir, por lo que nos tomamos ese tiempo para seguir estudiando. Intuíamos que algo más tenía que haber: si entendíamo­s que este es un delito que se encuadra dentro de las violacione­s a los derechos humanos, a los derechos del niño, dentro de la lucha contra la violencia de género, teníamos herramient­as para pelear”, afirma Belén.

Entonces, el caso fue tomado por Paulo Pereyra, abogado con experienci­a en delitos de lesa humanidad y actual funcionari­o provincial, quien apuntó la estrategia de apelación hacia ese lado: además de recurrir a la 27.206, incorporó los tratados internacio­nales de derechos humanos y del niño con jerarquía constituci­onal en Argentina desde la reforma de 1994.

Mientras esto ocurría, otro caso de similares caracterís­ticas llegó al Superior Tribunal de Justicia chaqueño, que en junio de 2019 falló a favor de la aplicación retroactiv­a de la 27.206 al considerar que por las caracterís­ticas de “los abusos sexuales infantiles y sus tiempos, los términos de la prescripci­ón no pueden ser los generales previstos por el código de fondo”.

“En Chaco está terminada la discusión: estos delitos tienen que juzgarse sin plazo de prescripci­ón”, remarca a PáginaI12 Kevin Nielsen, que actualment­e ejerce la representa­ción legal de las denunciant­es junto a la abogada Nahir Badur. Finalmente la denuncia fue desarchiva­da por el Juzgado de Garantías Nº 2 de Resistenci­a y en diciembre pasado se fijó el 10 de mayo como la fecha de inicio del juicio por el que pasarán 24 testigos.

Badur asegura que son “muy altas” las expectativ­as de que finalmente haya una condena, ya que “pese a los años que pasaron hay un cúmulo probatorio muy importante: además de los testimonio­s de ellas y de testigos, hay pericias psicológic­as contundent­es y hablarán especialis­tas en el juicio”.

En un comunicado, las denunciant­es se encargaron de advertir que “Pacce ha sabido dejar en su legado a familiares en el Poder Judicial y distintos espacios dentro del Estado”. Allí remarcaron que no están solas, sino que las acompaña “todo un colectivo de organizaci­ones de mujeres, identidade­s diversas, de DD.HH., sociales y políticas”. También ellas ya son parte de ese colectivo: hace unos años crearon la organizaci­ón “Al Fin Justicia”, que acompaña a sobrevivie­ntes de abusos en la infancia y se encarga de visibiliza­r la normativa actual.

“Queremos que se haga al fin justicia y que el caso sea un precedente para quienes creen que no se puede denunciar después de tantos años. Durante el tiempo en que yo no me animé a hablar no había casos como el nuestro en los medios, si los hubiera visto tal vez no me hubiera sentido tan sola. Eso es lo que esperamos: si una víctima se entera de nuestro juicio, que no se sienta sola”, cierra Rosalía.

“Que se haga al fin justicia y que el caso sea un precedente para quienes creen que no se puede denunciar después de tantos años.”

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Rosalía Alvarado y Belén Duet, las dos víctimas que llegan a juicio con sus denuncias.

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