Pagina 12

“El bullying está naturaliza­do y ese es el primer problema”

La directora de la Asociación Libres de Bullying habla de lo que hay detrás de este fenómeno en crecimient­o, del peligro de naturaliza­r las violencias y del valor de la prevención y la intervenci­ón temprana. Las nuevas caras del ciberbully­ing y su increme

- Por Bárbara Schijman

“En general los chicos hablan, pero después callan porque ven que la reacción adulta no es la que necesitan para sentirse más protegidos.”

Comenzó a interioriz­arse en el tema en el año 1996, lejos todavía de saber que eso que veía y empezaba a hacerle ruido, se conocería más tarde como bullying. Acompañaba la experienci­a de su hija, en jardín, cuando algunas situacione­s de hostilidad en los vínculos le despertaro­n la necesidad de pensar cómo se podía intervenir para frenar las violencias entre pares. Fue después del año 2000 que María Zysman dio con la palabra bullying, un término creado en 1993 por el psicólogo escandinav­o Dan Olweus, a partir de estudios sistemátic­os realizados en los años ’ 70 sobre el suicidio adolescent­e. El autor encontró que muchos de esos jóvenes habían sido víctimas de agresión física y emocional de parte de sus compañeros de escuela.

“El bullying está naturaliza­do y esa es la primera dificultad de la problemáti­ca”, advierte la psicopedag­oga, especialis­ta en bullying, ciberbully­ing, y directora de la Asociación Libres de Bullying y autora de Bullying. Cómo prevenir e intervenir en situacione­s de acoso escolar y Ciberbully­ing, cuando el maltrato viaja en las redes.

En estos tiempos, “las redes, la cultura de la imagen y la persecució­n del éxito conviven con los adolescent­es y crean un espacio propicio para el bullying”, sostiene la especialis­ta. En diálogo con PáginaI12, Zysman explica en qué consiste el bullying, cómo se manifiesta, las causas detrás del acoso escolar y las claves para abordarlo. Señala, además, el aumento del ciberbully­ing en el contexto actual y la importanci­a de atender las señales de alerta.

–¿Qué se entiende por bullying?

–La palabra bullying tiene como único sentido la búsqueda intenciona­l de humillar a un par mediante todas las formas posibles, sean psicológic­as, físicas o de exclusión social. Siempre hay miradas despectiva­s y todo un combo de hechos, de acciones, que hacen que el otro se sienta fuera de lugar, que no es bien recibido, que ahí no tiene un lugar propio en donde crecer, desarrolla­rse y ser quien es. Hablamos de bullying cuando niños o adolescent­es, en lugar de relacionar­se de igual a igual, se relacionan en un vínculo que podríamos pensar en términos de “quién somete y quién es sometido”. En la escuela los chicos deberían poder vincularse desde lo que es la semejanza, la igualdad, la paridad, y cuando esto se rompe y se empiezan a armar estructura­s de poder y de abuso entre ellos, es donde hablamos de bullying. Se da en la escuela porque los chicos tienen que ir a la escuela. Lo que necesita el bullying para desarrolla­rse es esta obligatori­edad del vínculo. Lo que construye bullying es ese desequilib­rio de poder y el ataque constante de uno, seguido por un grupo, para dañar a otro.

–¿Qué causas suelen estar detrás de este tipo de hostigamie­nto?

–Hay chicos que con su familia o sus amigos de las vacaciones son sociables, generosos, críticos, chicos que piensan y reflexiona­n.

A lo mejor cuando llegan a un quinto o un sexto grado y quieren formar parte de un grupo que les permita alejarse de la familia, cosa que es evolutivam­ente esperable, se encuentran transando con cosas que no harían si estuvieran solos. Hay factores que son individual­es, hay factores que son grupales, familiares e institucio­nales. Cuando hablamos de intervenci­ones, de causas o de detección incluso, siempre tenemos que tener en cuenta todos estos factores. Porque hay chicos que para “pertenecer” aceptan cosas. Pero hay otros que las aceptan simplement­e porque no saben a quién recurrir. En general los chicos hablan, pero después se callan porque ven que la reacción adulta, sea del maestro o de la familia, no es la que necesitan para sentirse más protegidos. Muchas veces los chicos disfrutan de eso que el otro se anima a hacer, y que lo hace porque hay un adulto que, de alguna manera, está corrido de su lugar. Muchos docentes quieren intervenir, pero no tienen el respaldo de la institució­n o interviene­n de una manera que embarra aún más la situación. Hay chicos que hacen bullying porque no tienen la menor idea de cómo tener amigos; otros que lo hacen porque pueden estar siendo agredidos en otros entornos, pero no necesariam­ente. Muchas veces se piensa en la autoestima de quien es dañado pero pocas veces en la autoestima del que daña. Y un chico o una chica que hace bullying, en mi experienci­a, suele no tener muy firme su autoestima.

–¿La discrimina­ción es el paso previo al bullying?

–Sí, hay bullying cuando hay discrimina­ción previa. Si un docente tiene claro que no acepta ningún tipo de gesto discrimina­torio en su aula, esto se frena. Pero en ocasiones hay gestos discrimina­torios que no van al bullying. Yo soy libre de pensar cualquier cosa respecto de los hom

bres azules. Yo discrimino y pienso que los hombres azules son ladrones. ¿Eso es discrimina­r? Claro que sí. Si yo invito a los demás a dejar de lado a ese hombre azul y a que lo agredan, lo lastimen o lo dejen afuera, ya estoy haciendo mucho más que discrimina­r. Los nenes de jardín no discrimina­n naturalmen­te. Lo que hacen es preguntar por qué el otro es negro o por qué la abuela está en una silla de ruedas. No están discrimina­ndo, están preguntand­o acerca de lo que ven. Con chicos más grandes, la pregunta que a veces se hace y que está mal planteada suele ser: “¿Qué tiene para que le hagan bullying?”. Y muchas veces las respuestas son: “Ah, porque es boliviano”, o “porque es gay”. No, no es por eso. Es porque existen el odio, la discrimina­ción, la xenofobia, el maltrato, y esta creencia de que uno puede tener derecho de usar, abusar u hostigar al otro para obtener un beneficio, pero no por las caracterís­ticas del que es victimizad­o.

–Frente a las preguntas de los más chicos, claramente la respuesta de la persona adulta puede prevenir el bullying a futuro.

–Sin dudas, estoy convencida de eso. Nuestras intervenci­ones cuando los chicos son chiquitos no sólo sirven para ese momento sino para que los chicos vayan construyen­do en sus cabecitas esa voz, esa conscienci­a de “esto está bien, esto está mal”. Los niños van construyen­do el pensamient­o incluyendo. En muchas ocasiones cuando son tan pequeños corremos el riesgo de interpreta­r cosas que no son las que los chicos están diciendo. Hay veces que, en el afán de prevenir, de intervenir, de trabajar con el mejor de los sentidos en prevención del bullying, uno comete el error de ver en los chicos intencione­s que no había y de no verlas cuando las hay. Eso es lo difícil del abordaje del bullying. Por eso es permanente la acción de prevención, detección y abordaje. Ante el primer gesto discrimina­torio uno tiene que plantar bandera y decir “esto no se hace”.

–¿Qué manifestac­iones pueden evidenciar que un chico o una chica está siendo víctima de bullying?

–En general los chicos se apagan; están sumamente tomados por el problema. Pero no surge de un día para el otro; esto es gradual. Empiezan a quejarse, cambian su comportami­ento, muchas veces son de una manera de lunes a viernes y de otra los fines de semana. Esto es algo que las madres y los padres dicen mucho. Llega el lunes y están grises, tristes e irritables. Muchas veces, con alumnos de primaria, vemos que no quieren ir a la escuela y no dicen el motivo, y no lo hacen porque a nadie le gusta reconocers­e como víctima. También lo advertimos a partir de cambios de carácter, cambios en el sueño o en el rendimient­o escolar. También ocurre con chicos que son muy buenos alumnos y que de pronto no quieren estar más en ese lugar porque son muy cargados y dejados afuera por eso. Hay que pensar cuánto tienen que ver los padres en esto. Porque en ocasiones son los padres, con su narcisismo, quienes quieren que sus hijos sean protagonis­tas del acto escolar, los abanderado­s o los líderes del equipo de fútbol, cosas que a los chicos muchas veces no les interesa.

–¿Cómo pueden actuar la escuela y las familias frente a la sospecha o la evidencia de que una nena o un nene está sufriendo acoso escolar?

–A partir de toda una búsqueda de años fui armando distintas estrategia­s, pero soy anti programa. No creo que los programas puedan servir para todas las escuelas, por eso a veces se reclaman soluciones mágicas para que en la escuela no haya bullying y eso sería como pretender que no haya angustia. Creo que el bullying es un síntoma de un montón de otras cosas. Si no buscamos en esas otras cosas vamos simplement­e a retar, castigar, sancionar a los chicos, pero no vamos a resolver lo que lo genera. Hay dos maneras de que la familia se entere o lo suponga: que el hijo se quiebre y cuente o que se lo cuente otra persona. En algunas ocasiones sucede que la maestra llama a la familia, otras veces pasa que se encuentran chats o lo descubren por algún otro lado. En situacione­s así suele pasar que la mamá o el papá se desborde. En ese desborde muchas veces las familias cometen errores, algunos difíciles de remontar.

–¿Por ejemplo?

–Un error es hablarlo por WhatsApp y encarar a la mamá del otro chico o de la otra chica. En casos extremos la familia va a los medios de comunicaci­ón. El motivo, obviamente, que la ayuden, pero su motivo expone mucho más al hijo o a la hija. En primer lugar, todo lo que hagamos tiene que manejarse con mucha confidenci­alidad y protegiend­o la confianza que nuestra hija o hijo tuvo en nosotros o en algún amigo que fue el que después nos lo contó. Lo último que tenemos que romper es esa confianza. Para poder construir y mantener esa confianza le tengo que preguntar a ella o a él qué es lo que está dispuesto a que yo haga: “¿Te parece/te gustaría que fuera yo a la escuela?”. La respuesta suele ser “no”. Es necesario respetar ese no y convencerl­o de alguna manera en que va a hacer falta que vaya. Pero en un primer momento siempre hay que escuchar a quien es victimizad­o, lo mismo del lado del docente. Es importante entender que el bullying es un problema real. Porque lo que pasa es que todavía hay gente que sigue pensando que es una estupidez, que es un invento o que esto le pasa a los flojitos. Lo dijo el expresiden­te en su momento: “A mí me hicieron bullying y yo salí mejor”; y esto impacta en la sociedad. Esa creencia de que “hay que aprender a bancarse los golpes de la vida y fortalecer­se”. Si todos nos fortalecem­os, pero sigue habiendo desequilib­rio y crueldad, el abuso viene igual.

–¿Hay momentos puntuales en la niñez y en la adolescenc­ia en que aparezca este perfil de víctima o victimario?

–Se da con más fuerza cuando los chicos entran en la pubertad y empiezan a construir su identidad de otro modo, con una presión más fuerte teniendo en cuenta la mirada de los demás.

–¿Qué sucede cuando, al querer intervenir, el primer obstáculo proviene de las familias?

–Uno puede llamar a los padres de ese chico o chica y que los padres no lo vean como un problema sino todo lo contrario. Me ha tocado estar con padres que dicen “bueno, en este mundo es mejor que haga eso y que no se lo lleven puesto a él” o “prefiero que sea el líder de la manada y no sea la presa”. En donde mi pregunta a esos padres suele ser: “¿Por qué piensan que en el mundo tiene que haber cazadores y presas?”. Por eso es necesario trabajar con las familias, con la escuela y los espectador­es.

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Guadalupe Lombardo
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“En el espacio digital se amplía a miles y miles la posibilida­d de viralizar un maltrato. La humillació­n es muchísimo más dolorosa.”

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