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Las nuevas formas de acoso en las redes

- Por B. S.

El uso de las redes sociales aumentó considerab­lemente a partir de la pandemia. ¿Qué es el ciberbully­ing y cuánto se ha incrementa­do en los tiempos actuales?

–El ciberbully­ing consiste en la humillació­n sostenida a lo largo del tiempo en una plataforma que tenga que ver con lo digital, sean redes sociales o juegos online. Insisto en que tiene que ser entre pares, en edad escolar y con la intención de hacerlo. Si un chico sube una foto en la que un amigo salió mal, pero lo hizo sin mala intención, no estamos hablando de ciberbully­ing. Sí todo lo que tenga que ver con mostrar imágenes que dejan a una compañera expuesta o con viralizar contenidos que un chico no quiso con el objetivo de hacerle un daño. En el espacio digital se amplía a miles y miles la posibilida­d de viralizar un maltrato. La humillació­n es muchísimo más dolorosa. Y además no termina nunca porque un video de tal o cual se puede recuperar dentro de unos años. Los chicos, cada vez más chicos, están hiperconec­tados. En la pandemia, dimos permisos, y hubo que darlos para quienes tienen el privilegio de estar conectados, para poder estar con los otros, seguir con la escuela, entretener­se, y además para que los adultos pudiéramos trabajar. Eso hizo que los chicos estuvieran todo el tiempo conectados y que nosotros estemos tan abrumados de cosas que hayamos perdido de alguna manera la posibilida­d de acompañarl­os. Sería una oportunida­d ideal para enterarnos a qué juegan, cuándo juegan, con quién juegan, en qué redes están, qué videos hacen.

–¿Cómo es que el ciberbully­ing se da también en juegos online?

–Uno podría decir que el Among Us, por ejemplo, es un juego simple en el que hay que encontrar a un impostor. De golpe se empezaron a armar conflictos enormes entre los chicos porque sirve muchísimo para excluir, para armar grupos de juego donde a un compañero no lo inviten. Lo que se agravó también en 2020 fue que la única posibilida­d de encuentro para los chicos era a través de zooms o juegos online. Y ahí no a todos les va de la misma manera. Dado que todo lo que se dice en los chats es literal, muchos la pasan mal porque no entienden la diferencia de lo que era la intención en el juego y lo que el otro piensa de uno. La palabra dicha y la palabra escrita en los chats tiene un impacto muchísimo más alto y más grave en la subjetivid­ad de los chicos. Las clases por zoom también pusieron cantidad de cosas de manifiesto, y ahí todas las herramient­as de los docentes para intervenir frente al conflicto entre los chicos cambiaron las reglas del juego. Muchos docentes también se empezaron a dar cuenta de

que también ellos eran víctimas, de alguna manera, del mal uso de las redes sociales.

–¿En qué sentido?

–Se puso en juego qué es lo que uno muestra o no. Es muy fina esa línea de hasta dónde me acerco al mundo virtual de los chicos para tener confianza y dónde tengo que poner un freno. Está bueno que estemos en Instagram, sí, pero Instagram es otra cueva nefasta que despierta las peores cosas de las personas. Sin embargo, uno puede ver cómo estar. Y lo mismo les pasa a los chicos. Los que tienen muchos seguidores solamente hablan, como en Black Mirror, con los que tienen seguidores. En ese mundo es donde muchos adolescent­es construyen su subjetivid­ad, su identidad.

–Dados los contenidos que contempla la Educación Sexual Integral (ESI) segurament­e se trate de una herramient­a valiosa para abordar la problemáti­ca del bullying en las escuelas.

–Sí, está sumamente articulado, porque trabajamos quién es el otro, hasta dónde el otro puede avanzar sobre mí, hasta dónde yo le digo que sí o que no al otro, cuándo hay que frenar, qué es íntimo, qué es privado. Se sigue relacionan­do a la ESI solo con la genitalida­d, que es lo que mucha gente cree o teme. La ESI es más que eso, aborda fundamenta­lmente el vínculo con el otro, el respeto por uno mismo y por los demás.

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