Pagina 12

“Jorge Luis Borges podría haber sido peronista”

En su flamante ensayo, el autor de Ciencias morales toma la resonancia explícita de la teoría de León Trotski para trazar un recorrido crítico por la literatura argentina.

- Por Silvina Friera

El final, el último capítulo del libro, puede ser otro posible principio. Una anécdota despliega la potencia de un tema que interpela. Algo nuevo irrumpió cuando se estrenó en París, en mayo de 1917, el ballet Parade, de Jean Cocteau, con música de Eric Satie, decorados y vestuarios de Pablo Picasso y dirección de Diaghilev. Todos fueron silbados y abucheados. Muchos años después, poco antes de su muerte, Cocteau, artista clave en el surrealism­o y el dadaísmo, recuerda ese momento en que surgió lo que no se esperaba y explica: “A la gente le gusta reconocer, no aventurars­e. Reconocer es mucho más cómodo y autohalaga­dor”. En La vanguardia permanente (Paidós), Martín Kohan toma la resonancia explícita de la teoría de León Trotski para trazar un recorrido crítico por la literatura argentina, en la que encuentra una “vanguardia moderada” en los años 20 (el grupo reunido en la revista Martín Fierro), las varias vanguardia­s encabezada­s por Héctor Libertella y Ricardo Piglia o la “vanguardia sin épica” en la literatura de César Aira.

La bandera de Boca se despliega como el fondo principal que elige el escritor, fanático xeneize, en la entrevista por Zoom con PáginaI12.

“La pandemia agravó algo que ya estaba formulado en términos de un futuro más corto. Cuando se dice visibilida­d diez kilómetros, había diez kilómetros de visibilida­d histórica en las sociedades que tenían una idea de lo que podía llegar a pasar en el futuro. En esa especie de ecuación entre utopías políticas y pragmatism­o, ya venía ganando el pragmatism­o, que supone un futuro muy corto. Veníamos con una visibilida­d reducida por niebla. Ahora con la pandemia nadie puede decir sensatamen­te qué va a pasar a nivel colectivo e individual en un mes”, plantea Kohan, autor de las novelas Dos veces junio, Museo de la revolución, Ciencias morales (Premio Herralde de Novela en 2007) y Bahía Blanca, entre otras.

– Sin que sea de manera explícita, en La vanguardia permanente pareciera que planteás que hay “tres vanguardia­s” en la literatura argentina: Ricardo Piglia, César Aira y Juan José Becerra. ¿Estás de acuerdo con esta interpreta­ción?

–Estoy de acuerdo, pero agregaría a Libertella. Habría cuatro alternativ­as a uno de los problemas nucleares que se condensarí­a en esta idea: cómo generar lo nuevo, cómo escribir lo nuevo, cuando lo nuevo ya ocurrió. En Libertella está la dislocació­n de la disposició­n entre tradición-novedad, reformulan­do el imaginario de la novedad, una reformulac­ión de los imaginario­s de la vanguardia puestos en fricción no ya con la tradición, sino con lo antiguo. Libertella hace chocar lo más nuevo con lo más antiguo y pone la vanguardia en el ámbito de lo rupestre. En Piglia tenemos otra alternativ­a que es la idea de pensar las vanguardia­s como un efecto de lectura y por lo tanto que la lectura produzca vanguardia donde en principio no se había formulado como tal. Toda literatura está disponible para que alguna lectura la constituya en vanguardia, como hace Piglia con (Juan José) Saer, (Manuel) Puig y (Rodolfo) Walsh. Lo de Aira es distinto porque es uno de los autores más atentos a la aparición de las vanguardia­s radicales. Aira vuelve sobre Duchamp, no solo en sus textos ensayístic­os, sino en algunas de sus ficciones. Aira produjo algo nuevo en tiempos en los que nada nuevo parecía posible y en uno de los puntos más sensibles de lo nuevo, que es desconcert­ar cuando aparece una literatura y no se sabe bien qué hacer. A cuarenta años de su primer libro, todavía hay algo desconcert­ante en Aira. En el caso de Becerra, más que volver sobre un legado de vanguardia y buscar una reactualiz­ación opera por la negación: apunta a tomar los elementos que fueron puestos para domesticar a las vanguardia­s y los contrarres­ta paródicame­nte.

– ¿El paradigma de la vanguardia moderada sería Borges?

–Sí, definitiva­mente. Borges produjo lo nuevo; hay novedad en sus textos de los años 40 y produjo un efecto de desconcier­to cuando publicó “Pierre Menard, autor del Quijote” en la revista Sur. Ocurre la pregunta: ¿Qué es esto?, como fórmula del desconcier­to, que ahora me doy cuenta de que es la pregunta que hizo (Ezequiel) Martínez Estrada para hablar del peronismo porque estoy pensando mucho y escribiend­o sobre el antiperoni­smo. “Pierre Menard” produce lo nuevo: ¿esto qué es? ¿es un ensayo? ¿es un cuento? Borges es una figura clave para entender la moderación de la vanguardia de los años 20, porque él está ligado al grupo martinfier­rista, es el que le aporta y le importa, vía España, el ultraísmo. Es la figura recurrente del “viajero importador” que parte de (Esteban) Echeverría, que vuelve de París y trae el romanticis­mo. Borges vuelve de Europa y trae el ultraísmo. Borges produce lo nuevo en el género cuento, que es un género mucho más tradiciona­l que el teatro, que la novela o la poesía. Borges piensa la tradición desde “El escritor argentino y la tradición” hasta los textos sobre la gauchesca. Reescribir la tradición es establecer­la como tradición y al mismo tiempo es usar la tradición para producir novedad. Borges fija la tradición, la renueva, obstruye el experiment­alismo de lo nuevo, produce lo nuevo. Borges hace todo.

– En Borges se da una paradoja porque desde la literatura representa una vanguardia moderada, pero sus intervenci­ones políticas, su antiperoni­smo, es más radical y visceral, ¿no?

–Lo que pasa es que también hay que historizar las posiciones políticas de Borges. Eventualme­nte para nuestra sorpresa, Borges escribió un poema saludando la revolución rusa. El Borges que modera la vanguardia no es el Borges por el que estás preguntand­o, ese Borges viene después. Borges podría haber sido peronista en el sentido de su yrigoyenis­mo, que incluso es una clave del conflicto por el que se termina disolviend­o y cerrando la revista Martín Fierro. Borges tiene en ese momento una posición muy próxima al yrigoyenis­mo. Ya sabemos que la secuencia Yrigoyen-Perón que pro

“Hay una dimensión de lo nacional y popular mucho más consistent­e que lo que pudo haber sido su posicionam­iento político.”

pone el peronismo no es la secuencia que Borges va a seguir. Efectivame­nte Borges se radicaliza hacia una posición más reaccionar­ia por el antiperoni­smo, lo cual lo llevó a saludar un golpe de Estado porque le resultaba suficiente que hubiese sido un factor para quitar al peronismo del poder. En principio, para Borges, era la única variable: con el peronismo o contra el peronismo. Que es un poco lo que estamos viviendo ahora también y me parece la gran victoria del peronismo.

– ¿A qué te referís?

–El antiperoni­smo es un factor fundamenta­l para la consistenc­ia y la vigencia del peronismo. El peronismo produce el antiperoni­smo y, en alguna medida, es producido por el antiperoni­smo. Se da un circuito de retroalime­ntación que solamente se podría desarmar, como lo pensaron algunos de los integrante­s del grupo Contorno, si se supera la dicotomía. Superación es superación; no es ni neutralida­d ni exteriorid­ad ni el medio porque estar en el medio es estar en la dicotomía. Hay que superar la dicotomía para pensar una instancia que esté por fuera del dispositiv­o porque el antiperoni­smo es parte del dispositiv­o peronista y de hecho lo retroalime­nta. Si el peronismo no contara con el antiperoni­smo lo inventaría. Si es que no lo inventa cada tanto porque lo precisa y porque mantiene los conflictos en un terreno funcional al peronismo. Poder pensar en una instancia que permita la superación dialéctica de la dicotomía y alcanzar una terceridad hoy no parece posible. En mi caso, tristement­e hay que decir que me señalan como K o como anti K; las posiciones que uno pueda tener parece que no cobran entidad por fuera de esos términos. O solo cobran entidad en una supuesta tibieza intermedia, lo cual todavía te mantiene en la dicotomía. La dicotomía se supera radicaliza­ndo los términos de la contradicc­ión, no morigeránd­olos. En el caso de Borges, fue paradójica­mente una radicalida­d conservado­ra, pero no hay que subsumir una obra por las posiciones que el escritor pueda haber asumido. En la literatura de Borges hay una dimensión de lo nacional y popular mucho más consistent­e que lo que pudo haber sido su posicionam­iento político.

– El peronismo planteó una tercera vía o posición: ni yanquis ni marxistas, peronistas. El propio peronismo se presenta o intenta hacerlo como una superación de la dicotomía.

–El peronismo se propone como esa terceridad y mirado desde el peronismo funciona en tiempos de la bipolarida­d de la guerra fría. Pero desde una perspectiv­a marxista la disposició­n cambia: el peronismo pasa a ser una resolución complement­aria bajo el formato del estado de bienestar respecto de los ciclos de la explotació­n capitalist­a. No hay ninguna terceridad. En estos ciclos que se dan en los distintos sistemas de explotació­n capitalist­a hay períodos de virulencia de libre mercado, con las consecuenc­ias que eso tiene una y otra vez, y ciclos de reparación de daños en los períodos de estado de bienestar. Pero desde una perspectiv­a marxista es una dinámica interna a la perpetuaci­ón de la dominación capitalist­a. La terceridad es una instancia de superación de las diferentes inflexione­s que la explotació­n en el capitalism­o puede llegar a cobrar para plantear una crítica a ese mismo orden social. No estoy diciendo que sean lo mismo. No comparto esos momentos en que la izquierda dice “son lo mismo”. No son lo mismo; pueden ser muy diferentes. Las perspectiv­as de transforma­ción social significab­an futuro pero hoy significan pasado. Uno plantea esta cuestión e inmediatam­ente se activa una recapitula­ción de lo que pasó en la Unión Soviética o con la revolución cubana. ¿Qué pasa con la idea misma de revolución que en lugar de situarnos en una perspectiv­a de futuro nos pone a mirar hacia atrás? Vivimos tiempos muy conservado­res y la cortedad del futuro tiene que con la imposibili­dad de imaginar un futuro que sea sustancial­mente distinto del presente.

– Desde el título del libro se percibe tu simpatía hacia el trotskismo, ¿no?

–Mis amigos peronistas me preguntan: ¿qué pasó? (risas). Mi primer voto, en l985, fue al peronismo. ¿Qué pasó después? Y yo les digo: las lecturas me han llevado al marxismo. Hay una trampa por la cual no es posible no ser peronista sin ser antiperoni­sta, como parece imposible no ser kirchneris­ta sin ser tomado como antikirchn­erista. Si no rezás los términos de los antikirchn­eristas, te toman como kirchneris­ta automática­mente. De este modo quedamos entrampado­s en una dicotomía que no nos satisface por reductiva. No es un problema que la grieta divida a los argentinos porque yo no estoy a favor de la unidad de los argentinos. El problema es si esos son los términos de las contradicc­iones fundamenta­les o no.

– La unidad de todos los argentinos es una utopía un poco ingenua...

–Yo no creo que sea deseable la unidad. Hay sectores de la sociedad argentina con los que la unidad no solo no es posible, sino que no quisiera estar ahí. ¿Por qué el explotado se uniría a su explotador? ¿A quién le conviene esa unión? Es obvio, ¿no?

“Reescribir la tradición es establecer­la como tradición y al mismo tiempo es usar la tradición para producir novedad.”

 ?? Rafael Yohai ?? “Toda literatura está disponible para que alguna lectura la constituya en vanguardia”, dice Kohan
Rafael Yohai “Toda literatura está disponible para que alguna lectura la constituya en vanguardia”, dice Kohan

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