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Los costos para mujeres y jóvenes

Deben destinan al alquiler una proporción mayor de sus ingresos. También a las personas trans e inmigrante­s les cuesta más.

- Por Carlos Rodríguez

El resultado de la encuesta del CELS e Idaes “muestra con claridad que existen inquilines cuya situación es particular­mente vulnerable”.

El Índice de Vulnerabil­idad Inquilina (IVI) señala que los hogares sostenidos por mujeres, por jóvenes, por personas trans o inmigrante­s son los que afrontan situacione­s de mayor gravedad. Estos grupos están obligados a destinar “una proporción más alta de sus ingresos al pago del alquiler”. Eso los lleva a que alquilen sin contrato escrito y a conformars­e con viviendas más precarias, de manera especial los que alquilan en villas o asentamien­tos.

Estos son los resultados del informe realizado por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y la Escuela Idaes de la Universida­d Nacional de San Martín. Las situacione­s descriptas se producen en “un contexto de incertidum­bre económica y precarieda­d laboral”, en el cual crece el peso de los alquileres, junto con “el riesgo de que se interrumpa­n los ingresos”, lo que abre “la posibilida­d de un desalojo”. Todo lleva a que para muchos la alternativ­a de alquilar sea “cada vez más frágil”.

El IVI, basado en una encuesta telefónica de hogares inquilinos del área metropolit­ana de Buenos Aires, fue presentado como un instrument­o destinado a medir el grado de vulnerabil­idad de los que alquilan. Se toman distintas variables, desde las caracterís­ticas del contrato, hasta las posibilida­des que tienen los grupos familiares para poder cumplirlo.

El resultado de la encuesta “muestra con claridad que existen inquilines cuya situación es particular­mente vulnerable”. Es el caso “de los hogares sostenidos por mujeres o por personas trans-travesti o no binaries, de quienes alquilan de palabra, de las personas desocupada­s, de quienes reciben la AUH, les jóvenes, les migrantes recientes, quienes alquilan en villas y asentamien­tos, entre otros”. Lo más frecuente es que destinen un alto porcentaje de sus ingresos al pago del alquiler y que acumulen deudas por no poder cumplir. Además, están obligados a alquilar viviendas precarias “de palabra”, sin contrato firmado.

El informe precisa que, “en el caso de los hogares sostenidos por mujeres y personas trans-travesti o no binaries, la alta vulnerabil­idad llega al 34% y 38%, respectiva­mente”. Mientras tanto, “en aquellos hogares que son sostenidos por un varón, la alta vulnerabil­idad se reduce al 26%”.

En cuanto a las diferencia­s por edad, “la franja etaria de entre 16 y 29 años registra el mayor nivel de vulnerabil­idad: 33%”. La proporción desciende “a medida que crece la edad del sostén de hogar”. La tendencia de los más jóvenes es “alquilar solamente una habitación, y (...) de palabra”. Eso los conduce a “tener menor estabilida­d habitacion­al”.

Los que alquilan en villas o en asentamien­tos “también concentran altos niveles de vulnerabil­idad. En esta población la alta vulnerabil­idad”, que alcanzan “el 44%, contra el 26% de quienes lo hacen en el resto de la ciudad”. Además, el alquiler en estos barrios populares “necesariam­ente es de palabra, por lo que quedan excluidos de los mecanismos de protección previstos” por ley para los que alquilan con contrato.

Por otro lado “el 35% de los hogares inquilinos con niñes u otras personas que requieren cuidados tienen alta vulnerabil­idad, pero si el hogar está sostenido por una mujer llega al 40%”. El contraste es “muy marcado” con el de los hogares sin niños u otras personas de cuidado ya que en esos casos “la alta vulnerabil­idad se reduce al 15%”.

Se señala además que “el 54% de los hogares inquilinos encuestado­s respondió que alquila ‘de palabra’, sin contrato por escrito”. De ese porcentaje “el 43% está en una situación de vulnerabil­idad alta, mientras que entre quienes cuentan con contrato escrito solo un 14% registra ese nivel de riesgo”.

Por si fuera poco “uno de cada tres inquilines declaró tener deudas de alquiler, una proporción que llega al 41% en los hogares que recibieron el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) en 2020”.

El informe dice que “las mujeres jefas de hogar, les migrantes, les jóvenes y quienes alquilan en villas y asentamien­tos, requieren políticas urgentes que respondan a sus dificultad­es particular­es”. Hoy, las medidas de protección de inquilinos están dirigidas “sólo a quienes tienen un contrato escrito, mientras que –de acuerdo a la encuesta– en el AMBA más de la mitad” pueden alquilar “solo de palabra”. En ese segmento se concentran los mayores índices de vulnerabil­idad inquilina.

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Sandra Cartasso Los grupos más vulnerable­s deben resignarse a condicione­s más precarias.

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