Respuesta rusa a la miniserie británica
Chernóbil, la película, dirigida y protagonizada por Danila Kozlovzkiy
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La influencia del cine de Jean-Marie Straub y Danièle Huillet es evidente desde el primer minuto de proyección de Longa noite, el largometraje más reciente del gallego Eloy Enciso, que por aquí pudo verse en salas de cine en el lejano (y prepandémico) Festival de Cine de Mar del Plata 2019. Una mujer y un hombre que viven en la calle y sobreviven pidiendo limosnas comparten una hogaza de pan, y su conversación versa sobre penurias propias y males ajenos, en un tono que oscila entre el recitado y la declamación. Enciso rechaza de plano la posibilidad del naturalismo y pone de relieve la cualidad de representación de todo lo que vendrá. “Por lo menos ahora estamos en paz”, afirma la mujer, enfocando el orden temporal del relato (de los relatos, en realidad), poco después del final de la Guerra Civil Española, en abierto contraste con algunas de las imágenes, que parecen describir un mundo más cercano al contemporáneo. Si Longa noite es una película “de época”, lo es en gran medida por la lógica interna de lo que se dice.
Y lo que se dice, se dice en estricto galego, excepto cuando deben nombrarse los mil y un apodos del Generalísimo (“Timonel de la Dulce Sonrisa” es uno de los más perfumados) o cuando el idioma oficial español es utilizado por los soldados o en cartas oficiales, transformadas en diálogos gracias al guion del propio Enciso. Longa noite está dividida en tres bloques bien diferenciados por placas sobreimpresas en pantalla y los dos primeros, a su vez, están constituidos por varias escenas o cuadros. El “regresado”, personaje que atraviesa todo el film como testigo privilegiado o narrador indirecto, conversa con un comerciante en un micro de larga distancia. Ya en la estación terminal de Lugo, una mujer con lágrimas en los ojos recuerda a su marido y a su hijo, repitiendo una y otra vez que ya no quiere más guerra, que poco importa que manden unos u otros. Más tarde, un candidato a alcalde observa la ciudad desde su despacho y un albañil continúa con su trabajo de construcción de un cuartel porque “si no lo hago yo, que tengo mujer e hijos, lo hará otro”.
Muchos de los textos adaptados al medio cinematográfico provienen del escritor gallego Ramón de Valenzuela, exiliado en Argentina durante tres lustros, pero también de autores como Alfonso Sastre y Max Aub, además de una serie de @
Tras el estreno e inmediato éxito de la miniserie Chernobyl (2019), producida por HBO, que retrata los hechos ocurridos tras la explosión de la central atómica en Ucrania, en 1986, las voces de rechazo comenzaron a hacerse oír… en Rusia. Es que no fueron pocos los nostálgicos del período soviético que creyeron ver en ese relato, realizado desde Occidente, una clara demonización del antiguo régimen, cuya caída se aceleró justamente a partir del golpe que representó la tragedia. Sin embargo, buena parte de las historias recogidas en sus cinco episodios tienen su origen en el libro Voces de Chernóbil, de la periodista y escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich, ganadora del Nobel de Literatura en 2015 y acérrima opositora del presidente ruso Vladimir Putin. Co
Muchos de los textos adaptados por Enciso provienen del escritor gallego Ramón de Valenzuela, exiliado en Argentina durante tres lustros.
Rusia, 2021
Dirección: Danila Kozlovzkiy.
Guión: Elena Ivanova y Aleksey Kazakov.
Duración: 136 minutos.
Intérpretes: Danila Kozlovskiy, Oksana Akinshina, Filipp Avdeev, Igor Chernevich, Ravshana Kurkova, Artur Beschastnyy.
Estreno: en salas únicamente
mo respuesta a la visión planteada por la serie surgió el largometraje Chernobyl, que a partir de esta semana puede verse en los cines de todo el país bajo el título de Chernóbil, la película.
Como la serie, el film dirigido y protagonizado por el actor Danila Kozlovzkiy se concentra en la emergencia posterior a la explosión de la planta. Pero su relato empieza un poco antes para contar la historia de Olga, una joven peluquera que un día reencuentra a Alexei, un ex novio al que no ve desde hace años y que trabaja como bombero en el cuartel más próximo al reactor. Esta subtrama ocupa un lugar no -menor dentro de la estructura narrativa. Al contrario, funciona como gancho emotivo a través del cual se buscará pulsar de forma directa la cuerda más sensible del espectador. Al mismo tiempo, las figuras de la pareja representan los dos arquetipos que a la película le interesa exponer y promover. Por un lado el del héroe, Alexei, sin cuya acción la tragedia podría haber sido aún mayor, y por el otro el de la víctima-sobreviviente (Olga), que debe sobrellevar el dolor con estoicismo y asumir la tarea de sostener la memoria.
Técnicamente irreprochable, Chernóbil, la película realiza el mismo recorrido que la serie en relación a la cronología de las tareas realizadas luego de la explosión para evitar un panorama peor. Por supuesto que omite algunos hechos, como el de los 400 mineros que cavaron el túnel bajo el reactor, aunque se entiende que su eliminación tiene que ver más con una decisión práctica en relación al tiempo que con un orden narrativo. Donde la película se despega decididamente de la serie es en la cuestión política detrás del accidente. Ahí donde la serie ahondaba en negligencias y malas praxis derivadas de la crisis económica de la Unión Soviética, la película elige de forma abierta evitar el tema. En un momento determinado, Alexei le pregunta a uno de los ingenieros de la planta “por qué estalló esta cosa”, a lo que el otro responde: “por las personas”. Cuando el héroe quiere saber quiénes son esas personas, el ingeniero clausura la cuestión con otra pregunta: “¿Acaso importa eso ahora?” Un botón de muestra pequeño, pero que exhibe con claridad cuál es la intención política de la película.