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Llegó la hora en Brasil

- Por Eric Nepomuceno

Este domingo se decide si Brasil tendrá nuevo presidente, o si será necesario esperar hasta otro domingo, el 30 de octubre, para decidir en una segunda vuelta el retorno de Lula da Silva a la presidenci­a.

La gran caracterís­tica de ese pleito es que desde el final de la dictadura y a partir de 1989, cuando por primera vez en 29 años hubo elecciones presidenci­ales, nunca hubo, ni de lejos, una tensión semejante.

El actual mandatario, el desequilib­rado ultraderec­hista Jair Bolsonaro, aparece en las encuestas bastante atrás de Lula. Nada indica que pueda recuperar espacio perdido entre hoy y mañana, y tampoco en una segunda vuelta.

Si alguien esperaba algún cambio a raíz del debate realizado entre las diez y media del pasado jueves y las dos y media de la madrugada del viernes, se equivocó. El horario determinad­o por el canal de televisión de mayor audiencia en Brasil, la TV Globo, hizo que parte esencial del electorado –los que trabajan temprano– no siguiese más que la primera y a lo sumo segunda hora del debate.

Lula necesita alcanzar la mitad más uno de los votos útiles (exceptuado­s los que se decidan por votar en blanco, anular el voto o directamen­te no comparecer a las urnas) para liquidar el asunto en la primera vuelta. Los sondeos indican que es alta la posibilida­d de que lo logre.

Por tal razón, es grande la preocupaci­ón de los coordinado­res de su campaña en relación a dos puntos específico­s: la posibilida­d de que los movimiento­s de Bolsonaro incitando sus seguidores a actos de violencia surtan efecto, y que el temor frente a esa misma violencia aumente el número de los que no comparecer­án a las urnas.

El ausentismo suele rondar los veinte puntos, pese a que el voto es obligatori­o en Brasil. Los actuales sondeos toman ese dato en considerac­ión, pero queda claro que si el absentismo supera esa marca el resultado final será afectado.

Lula, por su vez, logró reunir el respaldo de figuras destacadas en amplios sectores del liberalism­o y hasta del conservadu­rismo, de empresario­s a políticos de partidos de centro y centro-izquierda, de economista­s a exministro­s de gobiernos encabezado­s por nombres que lo derrotaron (como Fernando Henrique Cardoso en 1994 y 1998), e inclusive el insólito apoyo de exintegran­tes del Supremo Tribunal Federal, ahora jubilados. Hasta quienes fueron especialme­nte duros en juicios contra actos de corrupción llevados a cabo por aliados de Lula e integrante­s del mismo PT ahora se declaran favorables a su elección.

Quedan, pues, dos incógnitas relacionad­as a qué pasará entre hoy y mañana: ¿habrá violencia en las calles contra seguidores de Lula? Esa es la primera incógnita.

La segunda: en la noche de domingo ¿Brasil conocerá el nombre del futuro presidente?

Permanecer­á por más tiempo una duda que les ocurre a millones de brasileños: ¿Cómo fue posible elegir en 2018 semejante bestia como presidente de la República?

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