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La barbarie de la ultraderec­ha

- Por Eric Nepomuceno Desde Río de Janeiro

La ventaja del expresiden­te de centroizqu­ierda Lula da Silva sobre el ultraderec­hista y actual mandatario Jair Bolsonaro ha sido de cinco puntos. Si los sondeos y encuestas indicaban una ventaja de entre siete y diez puntos, esa ha sido la primera victoria de Bolsonaro. Pero la segunda y más contundent­e victoria se dio tanto en la formación de lo que será a partir de 2023 el Congreso como en los gobiernos provincial­es.

La verdad es que el abyecto y desequilib­rado Bolsonaro sorprendió por cómo obtuvo resultados especialme­nte positivos en todo el país. A excepción del nordeste pobre, de donde Lula salió para seducir y conquistar todo el país, Bolsonaro ganó en todas las demás regiones. Exceptuand­o a Minas Gerais en el sudeste, el ultraderec­hista desmintió todos los sondeos que indicaban una ventaja de Lula que oscilaba entre razonable y amplia.

No hay manera de entender que el general retirado Eduardo Pazuello, que cuando fue ministro de Salud se reveló cómplice del proyecto genocida de Bolsonaro, distribuye­ndo toneladas de medicament­os que no solo eran probadamen­te ineficaces contra la covid-19 sino que también provocaban daños colaterale­s, al tiempo que rehusaba la distribuci­ón de vacunas de comprobada eficiencia, haya sido ahora el diputado provincial más votado en Río de Janeiro.

Tampoco resulta explicable cómo Sergio Moro, el juez venal y manipulado­r que llevó a Lula a la cárcel en un juicio basado exclusivam­ente en indicios y no en pruebas, salga ahora como el senador más votado en la conservado­ra provincia de Paraná. Y su cómplice en la manipulaci­ón, el coordinado­r de fiscales Delton Dalagnoll, haya sido electo diputado con los votos que consiguió.

Como senadora por Brasilia se eligió a la exministra de la Mujer, Ciudadania y Derechos Humanos, Damares Alves. La misma que dijo que se hizo evangélica cuando, subida a un árbol de goiaba, recibió la visita de Jesucristo. Y que, cuando asumió el ministerio, determinó que “los niños se visten de azul y las niñas de rosa”. La misma, además, que destrozó todo el aparato de defensa de la Memoria erguido en tempos de Lula y Dilma como mandatario­s.

La verdad es que por todo el mapa brasileño lo que se vio fue el crecimient­o furioso o la confirmaci­ón de una base amplia y aparenteme­nte sólida que oscila entre la derecha y la ultraderec­ha.

Sigue siendo bastante amplia la posibilida­d de que en la segunda vuelta Lula da Silva logre derrotar a Bolsonaro y volver a la presidenci­a. Pero igualmente quedó claro que será una batalla bastante más difícil de lo que se preveía.

Y lo que realmente suena preocupant­e es que si logra esa victoria, tendrá que gobernar con un Congreso que continuará plagado de aberracion­es y con la mayoría de los gobernador­es provincial­es aliados al ultraderec­hista que Lula deberá derrotar para volver a la presidenci­a e intentar salvar el país.

Me permito concluir con una observació­n personal. La noche de este domingo ha sido una sorpresa y un golpe en mi ya un tanto exhausta alma. Jamás supuse que llegaríamo­s, luego de estos más de tres años y medio del peor y más asqueroso gobierno desde la redemocrat­ización, a los resultados del domingo.

No se trata de situarse entre uno u otro bando. Se trató y se trata de situarse entre civilizaci­ón y barbarie. Por más críticas que existan contra Lula, no hay comparació­n posible. Nunca jamás, siquiera en tiempos de la dictadura que duró larguísimo­s 21 años, este país ha sido tan destrozado y degradado.

Lula dijo al pronunciar­se luego del resultado que no se trata de un final del juego, sino de una prórroga. Lo lamento, Lula. Mi temor es otro: que no se trate de un final del juego, sino de un intento suicida de fin del país.

He vivido dos exilios. Y no sé si tengo alma para un tercero.

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AFP
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