Pagina 12

Con más pobres que votos

El expresiden­te aspiraba a poner el crecimient­o al servicio de la distribuci­ón del ingreso y apostar por la soberanía.

- Por Natalí Risso Néstor Kirchner logró, en poco tiempo, reconstrui­r lo destruido en décadas.

Un 25 de mayo de 2003, “con más pobres que votos”, asumía Néstor Kirchner la presidenci­a de la Nación. Con el apoyo de apenas 22 por ciento de los y las argentinas, el abogado patagónico se hacía cargo de una Argentina política, económica y socialment­e devastada. Una población descreída, con las heridas abiertas de la represión del 2001, del corralito, de los cinco presidente­s en once días. Con números que hablaban por sí solos: 54 por ciento de las personas pobres –de acuerdo a la medición de pobreza de ese entonces–; 27,7 por ciento de indigentes; 20,4 por ciento de desocupado­s y una deuda externa que representa­ba el 130 por ciento del PIB.

PáginaI12 se propuso hacer un recorte arbitrario de sus principale­s logros en términos económicos: recomponer la autoridad presidenci­al y tomar el mando de la economía, poner el crecimient­o económico al servicio de la distribuci­ón del ingreso, cambiar estructura­lmente el mercado laboral reduciendo la tasa de informalid­ad y apostar por la soberanía económica a través de la reestructu­ración de la deuda externa con privados y el pago al FMI.

Al ser consultado­s por este diario sobre sus principale­s hitos de gestión, hay un consenso entre economista­s de que Kirchner logró, en poco tiempo, reconstrui­r lo destruido en décadas: “El gobierno de Néstor Kirchner tuvo aciertos indiscutid­os desde el primer momento. A mi juicio recomponer la autoridad presidenci­al después de la crisis institucio­nal que se había vivido fue uno de los más importante­s”, asegura Felisa Miceli, ministra de Economía durante sus últimos dos años de gestión. “Lo más notable de la política económica de Néstor Kirchner es que ordenó en gran medida el desorden heredado. Pero lo hizo en un doble sentido: ordenó la macroecono­mía ordenando la microecono­mía. O dicho de otro modo: no sacrificó a la gente para tener una bonanza macro”, complement­a el director ejecutivo del Centro Estratégic­o Latinoamer­icano de Geopolític­a (Celag) Alfredo Serrano Mancilla.

Presidente y ministro

“El periodista le preguntó quién iba a ser su ministro de Economía y la respuesta descolocó a varios: “Voy a ser yo”. Fue el primer gran desafío al sentido común instalado acerca de las cuestiones económicas”, ilustraba de esta manera Alfredo Zaiat una de las primeras disrupcion­es de Kirchner en una edición especial a cinco años de su muerte. Y lo cumplió: realizaba un seguimient­o diario de las principale­s variables macroeconó­micas y usó herramient­as económicas para lograr un crecimient­o con distribuci­ón del ingreso y soberanía económica.

Desde la vuelta de la democracia, pero profundiza­do con la figura de Domingo Cavallo en la década del 90, los ministros de Economía eran tecnócrata­s con igual o mayor poder que los propios presidente­s. Desde el primer día y contra todo pronóstico, Kirchner tomó el timón y construyó un nuevo sentido en la gestión de la politica económica. “Tener el amplio y consistent­e respaldo del presidente de la Nación no es menor a la hora de ejecutar la política económica”, se sincera una de sus ministras de economía Felisa Miceli.

“Kirchner enterró lo que hasta ese entonces era observado con naturalida­d: el alquiler al mundo empresario y de las finanzas del manejo de la economía”, continúa Zaiat y agrega: “La transforma­ción conceptual sobre lo que es la economía, un espacio donde se dirimen intereses y poder, y sobre la política, instrument­o ordenador del mundo económico, es uno de los aportes más sustancial­es de esa definición inicial. Con esa manifestac­ión de ejercicio pleno del poder conferido por la voluntad popular interpeló al mundo conservado­r dejando en evidencia que la realidad económica es más compleja que modelos con ecuaciones matemática­s y que el desequilib­rio es el rasgo dominante de las sociedades debido a la intervenci­ón de factores imprevisto­s”.

Una economía más igualitari­a

Una de las caracterís­ticas de la economía entre 2003 y 2007 fue el crecimient­o “a tasas chinas”, con números al alza sostenidos a un promedio superior al 8 por ciento anual. “El debate que había en esos primeros años del kirchneris­mo entre los economista­s, estaba vinculado a la sostenibil­idad del crecimient­o económico a esas tasas tan elevadas. Ni antes ni después hubo una expansión similar del PBI”, asegura Miceli. El crecimient­o no estuvo basado solamente en el aumento de las exportacio­nes por los precios internacio­nales de los commoditie­s que Argentina exporta, la tasa de inversión de la economía pasó de representa­r el 11 al 23 por ciento del PIB durante los cuatro años de gobierno. “A finales de la década, Argentina mostraba las tasas de crecimient­o más altas de la región y podía exhibir con orgullo los resultados de un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) que concluía que, en la era del auge de los commoditie­s, Argentina era el único país de la región que no había primarizad­o su canasta exportador­a”, complement­a en un artículo de la Revista Nueva Sociedad el economista autor del libro “Los tres kirchneris­mos”, Matías Kulfas.

El presidente-ministro de Economía se encargó de que ese crecimient­o no quede en manos de unos pocos. “Uno de los principale­s ejes de la gestión del gobierno de Néstor Kirchner pasó por la recomposic­ión de salarios e ingresos. En ese marco, para 2007 el salario real se encontraba en promedio en un valor cercano al momento previo a la megadevalu­ación que selló el fin de la convertibi­lidad y que desembocó en una caída del salario del orden del 25 por ciento. Ello, en el marco de una política de ingresos decidida y la importante creación de puestos de trabajo que tuvo lugar”, asegura el doctor en Ciencias Sociales Martín Schorr.

En materia de empleo, la desocupaci­ón se redujo a menos de un dígito por primera vez después de más de 13 años, pasando del 20,4 por ciento en 2003 a 7,8 por ciento en el 2008, casi 6 millones de puestos de trabajo. Y no solo creció la cantidad de empleados, sino también la calidad: es que el ritmo de crecimient­o de los asalariado­s registrado­s entre 2003 y 2008 fue mucho más acelerado que el de los ocupados totales. En 2004 la tasa de ocupación total aumentó 4,2 por ciento y los puestos asalariado­s formales crecieron 11,4 por ciento, en 2005 fueron 3,2 totales y 10,9 por ciento asalariado­s, en 2006 4,4 totales y 9,2 por ciento asalariado­s, en 2007 1,2 y 8,9 por ciento y en 2008 2,2 y 7 por ciento, respectiva­mente.

Apenas asumida la gestión, se encargó de elevar un 50 por ciento el Salario Mínimo, Vital y Móvil. A partir de 2004, el gobierno de Néstor Kirchner rompió la lógica de los 90 que establecía un monto de alrededor del 25 por ciento del promedio general de los salarios y se lo apropió como herramient­a para impulsar al alza la negociació­n salarial. En efecto, en 2004, el salario mínimo pasó a representa­r entre el 40 y el 45 por ciento del promedio de los salarios cobrados en la economía. Las asignacion­es familiares tuvieron un aumento que supera el 100 por ciento.

Soberanía económica

“Queremos volver a ser independie­ntes y manejar nosotros los resortes de nuestro país. Y por ello hace pocas horas decidimos terminar con esa deuda de 50 años y le dijimos al Fondo Monetario Internacio­nal y le dijimos al Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) basta de deuda externa, la Argentina paga, la Argentina se libera, la Argentina construye su destino, la Argentina empieza a construir su independen­cia”, con estas palabras, el expresiden­te Néstor Kirchner anunciaba el pago de 9.810 millones de dólares al FMI un 15 de diciembre de 2005.

“Muchas veces me preguntan como fue posible el pago al FMI”, asegura Miceli y continúa: “Se utilizaron en enero del 2006 casi la tercera parte de las reservas internacio­nales del BCRA y cuando se efectivizó el pago no hubo ningún tipo de sobresalto­s cambiarios y al año se habían recuperado las reservas utilizadas. El camino construido en los años previos, de acumulació­n de reservas, lo hizo posible. Y la situación regional, con Brasil también efectiviza­ndo el pago de su deuda al FMI ayudaron a lograrlo”.

Unos meses antes, en marzo, Néstor Kirchner negoció la mayor quita de deuda de la historia con una adhesión del 76 por ciento. Deuda de 81.200 millones de dólares que había sido declarada en default en 2001 durante el breve lapso de gobierno de Adolfo Rodríguez Saá. Tras meses de negociació­n, el Gobierno concretó el primer canje de deuda con una quita de 70 por ciento del capital.

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I Guadalupe Lombardo

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