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¿Dolarizaci­ón o más exportacio­nes?

- Por Sebastián Negri * * Presidente de la Comisión Nacional de Valores.

Apoco menos de tres meses para las primarias abiertas que selecciona­rán a las candidatas y los candidatos presidenci­ales, se vuelve relevante discutir programas y propuestas para el futuro de la Argentina. Uno de esos primeros debates gira alrededor de la idea de la dolarizaci­ón, con eje en la falta de reservas del Banco Central, la emisión monetaria y la inflación.

Entre todas las razones para rechazar la dolarizaci­ón, la principal es la pérdida de soberanía monetaria del país. Ninguna nación industrial­izada a la que queremos parecernos ha hecho esto, ni aceptaría ser parte de un experiment­o mundial sin antecedent­es. Ahora, permítame lector usar este punto para dar vuelta la cuestión, transforma­r la afirmación en pregunta. ¿Si dolarizar significa una pérdida absoluta de autonomía, cual sería la medida opuesta que nos posibilita­ría aumentarla?

La respuesta casi natural sería contar con reservas en el Banco Central que excedan las necesidade­s de pagos de importacio­nes, deudas, turismo, ahorro, etc. Tener dólares permitiría incluso importar esos bienes que empresas monopólica­s remarcan en nuestro mercado interno como consecuenc­ia de no tener competenci­a. Toda nuestra realidad económica sería considerab­lemente mejor si estuviéram­os en esa posición.

Con algo de memoria podríamos identifica­r tres formas de conseguir dólares para el Banco Central. La primera es tomar deuda externa o permitir el ingreso indiscrimi­nado de capitales financiero­s especulati­vos, atajos que utilizaron gobiernos liberales, desde la última dictadura hasta Macri.

Una segunda es vender las empresas públicas, privatizar, como hizo Menem en los noventa, para sostener la convertibi­lidad. Tanto endeudarse como vender empresas garantizar­on dólares en el corto plazo, pero finalmente se fueron más de los que llegaron por los intereses de las deudas y la remisión de utilidades de las empresas privatizad­as.

La tercera opción es tener una balanza comercial favorable, es decir, más exportacio­nes que importacio­nes. Ocurrió en mayor medida entre 2003 y 2015. Se consigue ese resultado tanto aumentando las exportacio­nes como sustituyen­do importacio­nes que pueden producirse localmente.

En este punto es donde me permito ofrecer una alternativ­a radicalmen­te opuesta al plan de dolarizaci­ón, que consiste en aumentar las exportacio­nes como salida autonómica para el país. Y me permito proponerlo porque me da confianza el hecho de que ya recorrimos ese camino. En mayo de 2012, el Congreso votó el proyecto enviado por Cristina Fernández de Kirchner para expropiar el 51% de YPF. Su artículo primero decía que el fin de la Ley era recuperar el autoabaste­cimiento energético a fin de garantizar el desarrollo con equidad social y el incremento de la competitiv­idad de la industria nacional. Once años después, y pese a los cuatro años de gestión de Macri, estamos a pocos días de alcanzar la meta con la finalizaci­ón del gasoducto Néstor Kirchner y la licitación del tramo que permitirá conectar el gas de Vaca Muerta con los mercados de consumo de la región.

¿Qué demuestra este caso? Que después de una década de gastar dólares en importacio­nes de energía ahora vamos a volver a exportar. Hay quienes estiman que, en pocos años, las exportacio­nes de energía van a generar igual cantidad de dólares que la soja. De allí que creo que lo que sigue, lo que debería seguir, es ir por más, con la mayor escala y velocidad posible. El nuevo programa económico para la Argentina podría enfocarse en duplicar las exportacio­nes en pocos años, y no sólo de materias primas, energía, litio, minería, economía del conocimien­to, sino de cualquier empresa o persona que tenga oportunida­d de hacerlo.

Claro está que mientras tanto tenemos que hacernos cargo de gestionar de la mejor manera posible la condición de economía bimonetari­a del país, la inflación y la relación con el Fondo Monetario, al que en 2005 habíamos corrido de las decisiones económicas.

Pero más allá de la coyuntura, lo que va a plantearse en las elecciones son opciones para nuestro futuro común. Están los pesimistas, los que dicen que la Argentina es inviable. Están quienes piensan que nuestros problemas se pueden resolver con un decreto en una tarde, como dolarizar o volver a endeudar al país, medidas que después terminamos pagando durante años a un costo altísimo.

¿Pero qué tal si ese futuro no implica arriesgarn­os a terapias extremas o viejas y dolorosas recetas, sino volver a hacer lo que ya hicimos bien? Creo que es posible, porque ya lo hicimos y funcionó. Depende de nosotros.

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