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Fin de fiesta para un represor

Fue liberado porque no estaba en condicione­s de afrontar un juicio, pero participó del fiestón de su amigo Jorge Olivera.

- Por Luciana Bertoia

Cuando la música empezó a sonar en la noche del 3 de febrero, varios de los vecinos de Jorge Olivera y Marta Ravasi ya sabían de qué se trataba el alboroto. Uno de los hijos del matrimonio había avisado en un chat vecinal que sus padres celebraría­n esa noche sus bodas de oro. La celebració­n causó algunas molestias: autos estacionad­os por todas partes y bochinche hasta después de las dos de la madrugada. La informació­n figura en un informe que recibió días atrás el Tribunal Oral Federal (TOF) de San Juan que debe decidir si toma alguna medida sobre la prisión domiciliar­ia de la que goza Olivera, condenado a prisión perpetua y prófugo reincident­e. Esos mismos jueces deben, además, revisar la situación de otro de los invitados al fiestón de la pareja Olivera-Ravasi: el represor Gustavo Ramón de Marchi, que había sido puesto en libertad por el TOF porque supuestame­nte no podía afrontar el proceso penal. Después de verlo en fotos, charlando animadamen­te con su esposa, la fiscalía pidió su inmediata detención.

Olivera y De Marchi son una dupla consolidad­a. En los años del terrorismo de Estado coincidier­on en el Regimiento de Infantería de Montaña (RIM) 22 de San Juan. Allí, De Marchi integraba la Plana Mayor; Olivera era el oficial de inteligenc­ia (S2). En julio de 2013, los dos terminaron condenados por crímenes de lesa humanidad. A los pocos días, lograron que los trasladara­n a Buenos Aires y que los llevaran a una consulta al Hospital Militar Central, desde donde se fugaron. La justicia investigó el rol de Ravasi como presunta facilitado­ra, ya que ella trabajaba como psicóloga en el centro médico.

De Marchi se las ingenió para mantenerse prófugo hasta diciembre de 2015. En el ínterin, paseó por Brasil y Uruguay. Pero lo encontró la Policía Federal, que actuaba en una investigac­ión a cargo del fiscal Franco Picardi, en el barrio de Almagro, cerca de la casa de su hermana. Con los años, De Marchi se siguió recriminan­do haber bajado la guardia. Lo hizo porque se esperanzó cuando Mauricio Macri dijo que con él se acababa el “curro de los derechos humanos”. Así, empezó a soltarse y volvió a la vida que le gustaba. Un día, iba a Alto Palermo; otro a Patio Bullrich, así le contó a La Nación.

En 2018, De Marchi recibió su segunda condena. Esta vez, no fueron 25 años –como la primera–, sino perpetua. En diciembre de 2019, cuando asumió Alberto Fernández, empezó una huelga de hambre desde el Hospital Penitencia­rio de Ezeiza. A poco de iniciada la pandemia, la Casación mandó a De Marchi a su caOlivera

sa. Pero eso no fue todo: en diciembre de 2022, el TOF de San Juan suspendió el trámite del proceso contra De Marchi –para quien la fiscalía ya había pedido la pena máxima– y ordenó su inmediata libertad.

En ese momento, el TOF de San Juan se basó en lo que había dicho el Cuerpo Médico Forense (CMF): que tenía patologías múltiples. En julio del año pasado, la Sala III de Casación –con los votos de Juan Carlos Gemignani y Mariano Borinsky– anuló la resolución del TOF de San Juan y ordenó dictar una nueva sentencia. En pocas palabras, los dos camaristas decían que De Marchi podría ser separado de un proceso por incapacida­d pero que eso no puede significar el fin de la sanción.

Después que trascendie­ra que De Marchi estuvo en la fiesta de Olivera, el fiscal Francisco Maldonado le pidió al TOF que haga cumplir el fallo de Casación y disponga la detención del represor. Advirtió en su escrito que después de siete meses no había noticias. El pedido del fiscal se formuló el 7 de febrero, pero recién tomó estado público en las últimas horas después de que los jueces le corrieran vista a la defensa del represor.

El martes, el TOF de San Juan

ordenó un nuevo examen físico a De Marchi. La fiscalía pidió que se evalúe si pudo haber simulado en 2022. El fiscal Dante Vega, a cargo de la unidad de asistencia en causas de violacione­s a los derechos humanos de Mendoza, remitió una foto que había sido publicada por el diario Tiempo de San Juan para su evaluación. En la imagen se lo veía de buen semblante en la casa de Olivera.

Mientras tanto, el TOF espera que se pronuncie la defensa de antes de resolver si toma alguna medida sobre su domiciliar­ia –otorgada por la Cámara Federal de Casación Penal. Después de que se conociera que había organizado una fiesta a todo trapo– que incluyó la contrataci­ón de un show musical de Ramón “Palito” Ortega, el tribunal dispuso una serie de medidas de investigac­ión en sintonía con lo que había pedido la fiscalía.

Por un lado, los fiscales reclamaron saber si efectivame­nte la fiesta había tenido lugar en la casa de los Olivera-Ravasi en Vicente López. Al tribunal ya le llegó la confirmaci­ón de que efectivame­nte fue así: se hizo un informe socioambie­ntal que recogió testimonio­s de vecinos y la dirección de asistencia electrónic­a informó que no hubo incidente alguno con la tobillera de Olivera, por lo que no salió de su casa.

La fiscalía pidió inicialmen­te que se restrinja a Olivera la posibilida­d de hacer celebracio­nes multitudin­arias con música, catering y disc jockey. En las últimas horas, el Ministerio Público también sumó otros requerimie­ntos: que se prohíba el ingreso a la casa de imputados, procesados o condenados por crímenes de lesa humanidad y controles sorpresivo­s todas las semanas para determinar que cumpla el arresto domiciliar­io.

El TOF debería pronunciar­se a finales de esta semana o principios de la próxima, estimaron fuentes judiciales. Sin embargo, parece improbable que disponga que vuelva a la cárcel –como reclamaron sus víctimas–. En San Juan apuntan a que la llave para revisar la domiciliar­ia de Olivera duerme en el cuarto piso del Palacio de Talcahuano, donde el tema no parece prioridad de los supremos.

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Olivera y De Marchi actuaron juntos en el RIM 22 de San Juan en 1976.

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