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La sociedad de la amistad entre Santiago y Montevideo

Entre el libro La sociedad de la nieve, La Copa de la Amistad,

- Por Alejandro Duchini

◢del periodista uruguayo Pablo Vierci, y el documental

el relato de una historia singular que une profundame­nte a deportista­s del Old Grangonian Club y del Old Christians.

A mitad de camino entre el libro y la película del periodista uruguayo Pablo Vierci, La sociedad de la nieve, hay un documental titulado La historia de la Copa de la Amistad: lo que la tragedia no pudo romper. Se puede ver en YouTube. Lo protagoniz­an los jugadores del Old Grangonian Club, el equipo de rugby chileno que esperaba a los uruguayos del Old Christians para jugar un partido de rugby. Pero el avión de la Fuerza Aérea Uruguaya que los trasladaba cayó en la Cordillera de los Andes (en Malargüe, Mendoza; Valle de las Lágrimas), el 13 de octubre de 1972.

A diferencia de todo lo que van a encontrar sobre aquella tragedia, en este trabajo de media hora abunda la mirada chilena. La de aquellos anfitrione­s que en el Sudamerica­no de rugby de 1967, en Buenos Aires, se habían hecho amigos de los uruguayos. Ahí planificar­on jugar más adelante entre ellos un partido al año en uno u otro país. La primera edición fue en 1971. Recordando la del 72 –que se iba a jugar en Montevideo pero que cambió de sede–, los entrevista­dos cuentan cómo esperaban a sus rivales y amigos. Y dicen cómo se fueron desesperan­do a medida que corrían las noticias de la caída del avión. “No sabíamos qué pasaba, por qué se demoraban”, dice uno de ellos. Otro habla de “las primeras versiones” y de la confirmaci­ón del accidente. “Angustiant­e”, refiere otro. De 45 personas, 13 murieron en el acto, 16 en los días siguientes y el resto fue rescatado. Estaban a 4.500 metros de altura. Sin alimentos, con temperatur­as bajo cero y a merced de la naturaleza.

“De la tragedia nació el milagro”, dice Sofía Bustamante, capitana del Old Girls hockey, el equipo femenino que disputa contra su par uruguayo la hoy tradiciona­l Copa de la Amistad. El torneo consiste en partidos de fútbol, hockey y rugby que se juegan anualmente en Santiago o Montevideo. Los jugadores y entrenador­es actuales cuentan qué significa para ellos mantener la tradición. En las imágenes aparecen también los sobrevivie­ntes, que a veces juegan simbólicam­ente. La unión es tal que el socio de un club es automática­mente socio del otro.

Tras crear en 1948 el Cardenal Newman en Buenos Aires, la congregaci­ón irlandesa Christian Brothers fundó en 1955 un colegio católico y de habla inglesa en Uruguay. La práctica del rugby era su norte. Eso derivó en los Old Christians. El chileno Old Grangonian Club se fundó en 1938 por exalumnos de The Grange School. Hoy, es el equipo de rugby más antiguo del país.

En las últimas páginas de La sociedad de la nieve, Vierci destaca la versión más emotiva de la

Copa de la Amistad. Es la que se disputó en 2002, al cumplirse treinta años del accidente. “Se hizo una celebració­n y una recreación del partido de rugby que no pudo jugarse en Santiago de Chile en 1972, donde participar­on todos los personajes estrechame­nte vinculados con la tragedia, los dos pilotos (en el rescate), García y Massa, y el arriero, Sergio Catalán”. Fueron apenas cinco minutos de juego en las instalacio­nes del Old Grangonian, en Santiago, en los que estuvieron 14 de los 16 sobrevique

El 10 de octubre de ese año, volaron hacia Santiago 140 personas entre familiares, amigos y jugadores de rugby, fútbol y hockey.

El deporte fue un cobijo para los sobrevivie­ntes. Un ejemplo: fue su querido Old Christians el que se encargó de organizar la conferenci­a de prensa al llegar a Montevideo, tras ser rescatados.

Pero antes, en la montaña, también les sirvió para organizars­e. Javier Methol, uno de los sobrevivie­ntes, ya fallecido, alguna vez le recordó a Vierci: “En ese caos, en esa situación demencial de un avión estrellado en la montaña, había que poner disciplina, debía surgir una persona con la dignidad y la capacidad necesaria para manejar esa tragedia. Y ahí surgió Marcelo Pérez del Castillo, el capitán del equipo, responsabl­e de sus jugadores y frente a un partido que había que ganar. (...) Lo que requerían esos jovencitos eran indicacion­es cargadas de afecto, en un marco de orden y concierto. ¿Y qué era Marcelo? Era todo eso”.

O sino ahí está Antonio “Tintín” Vizintín, otro de los sobrevivie­ntes que llegó a presidente de la Unión Uruguaya de Rugby: “El rugby te enseña a sufrir, y el puesto en el que yo jugaba, el pilar, te enseña a empujar, a no desfallece­r, a golpearte, una vez, dos y cien veces contra la pared,

es el pilar contrario, generalmen­te un tipo cuadrado de más de cien kilos. Y cuando no puedes más, tienes que seguir, porque el límite de tu esfuerzo siempre es flexible y puede estirarse un poquito más. Te acostumbra­s a que ese esfuerzo suplementa­rio es tu condición natural”. Y también: “Desde el momento del accidente me impuse un objetivo, que proviene del rugby: si me iba a morir, si nos íbamos a morir, lo haríamos actuando, dando más de lo que podíamos, en mi caso caminando, más tarde formando parte del equipo expedicion­ario. Es decir, iba a morir de pie, no postrado sobre esas chapas contraídas del avión. Y eso era un principio que traía de los Hermanos Cristianos irlandeses del colegio, como si todo lo que me habían enseñado en aquellos diez años de formación durante la primaria y la secundaria fuera para ponerlo a prueba en esta circunstan­cia dramática de los Andes”.

“En marzo de ese año, 1972, cuando estaba por cumplir diecivient­es.

nueve años, el entrenador técnico de la primera división del club Old Christians, el Brother Eamon O’Donnell, un irlandés riguroso y genuino, me había integrado al equipo. Se había decidido por mi fortaleza física, sí, pero yo sabía que O’Donnell también confiaba en que yo tenía los valores que él creía imprescind­ibles para ocupar ese puesto tan sufrido, el pilar, delante de todos en la montonera, el que más golpes y el que debe llevar la carga más dura, aunque

La Copa de la Amistad consiste en partidos de fútbol, hockey y rugby que se juegan anualmente en Santiago o Montevideo.

Los protagonis­tas cuentan qué significa mantener la tradición. La unión es tal que el socio de un club es automática­mente socio del otro.

no tenga por qué ser el más agraciado para el juego”, comparó además quien, según cuenta Vierci en su libro, se encargó de reunir a los sobrevivie­ntes en su casa durante cada semana. El motivo, hablar de la montaña.

Volviendo a La historia de la Copa de la Amistad: lo que la tragedia no pudo romper, hay sobre el final una reflexión de Roberto Canessa, otro de los sobrevivie­ntes y actual cardiólogo infantil. Dice: “Uno se da cuenta de que en la vida una de las cosas más importante­s es tener amigos”.

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Jugadores del Old Grangonian Club y del Old Christians en la Copa de la Amistad.

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