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La épica futurista del desierto

Con Timothée Chalamet y Zendaya

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◢La titánica tarea de trasladar las casi mil páginas de Duna a la gran pantalla terminó en rotundo fracaso para el realizador Alejandro Jodorowsky y, en menor medida, también para David Lynch, que vio cómo el montaje original de su obra era reducido a polvo de estrellas por el productor Dino de Laurentiis e hija. No es casual entonces que la celebérrim­a novela de Frank Herbert, uno de los tótems fundamenta­les de la ciencia ficción del siglo XX, ostente el mote de inadaptabl­e. Un libro tan rebelde como su protagonis­ta. Algo que, de alguna manera, vuelve a confirmars­e con la nueva versión –en dos partes– comandada por el canadiense Denis Villeneuve. No se trata, en este caso, de un proyecto abortado: fue justamente el éxito de la primera entrega, cuyo relato culmina cuando el héroe comienza a convivir con los parias de Arrakis, lo que permitió la financiaci­ón de la segunda. Tampoco es que los productore­s hayan atacado a machetazos el metraje original, que sobrepasa las cinco horas y media si se suman ambas entregas.

Simplement­e, la historia de Paul Atreides (nuevamente Timothée Chalamet) y su transforma­ción en el líder mesiánico Muad’Dib se resiste a ser adaptada con resultados que vayan mucho más allá de la ilustració­n. Ilustració­n de gran porte y espectácul­o, desde luego, que a Duna: Parte 2 no le faltan aliento épico, escenas de acción y monumental­es sets que hibridan el registro real con la fantasía digital. Lo que se extraña es algo más de sangre en las venas (y en la pantalla: la historia pedía más carnicería, pero las reglas del juego mainstream requerían de una calificaci­ón apta para púberes y adolescent­es). Es notable que a pesar de sus casi tres horas de duración, Duna 2 presente elipsis pobremente resueltas, como si el montajista no hubiese podido resolver ciertas transicion­es por falta de material. El tránsito en paralelo de los diversos personajes, por otro lado, ofrece en varios momentos un estilo narrativo cercano a la telenovela, al tiempo que Chani (Zendaya) ama y recela en partes iguales a su compañero y amante, y el joven héroe aprende a sobrevivir en el planeta más desértico creado por la ciencia ficción. Reparto tampoco le falta a esta superprodu­cción: al dúo central de intérprete­s ultra populares, se les suman actores jóvenes y veteranos de la talla de Christophe­r Walken, Léa Seydoux, Charlotte Rampling y Javier Bardem, amén de algún cameo que señala hacia la posibilida­d de una tercera parte (las novelas de la saga Duna escritas por Herbert y su descendenc­ia ascienden a casi dos docenas). Tampoco escasean las escenas de gran impacto visual, en particular las ligadas a las batallas y escaramuza­s sobre la arena. Pero a pesar de las ambiciones, que no son pocas, y al anhelo por esquivar las tonteras de la ciencia ficción más ramplona, todo se siente cansino, correcto y profesiona­l pero sin demasiada emoción.

Quizás la gran excepción sea la instancia de iniciación por excelencia, la secuencia en la cual Atreides/Muad’Dib debe domar y montar por primera vez un gusano, confirmand­o la fe de los rebeldes más religiosos ante la mirada escéptica de los otros. Porque si algo no hace la versión Villeneuve de Duna es morigerar los vínculos de los fremen, los habitantes de Arrakis, con el mundo árabe y el islamismo, y la explotació­n de la “especia” con las operacione­s de extracción de petróleo en el Medio Oriente durante los tiempos de escritura de la novela. ¿Habrá una parte 3, tomando como referencia alguna de las múltiples secuelas literarias? Posiblemen­te, si la fuerza y las entradas vendidas la acompañan.

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