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Menos controles para las offshores

El organismo que fiscaliza las empresas está derogando las normas que permitían la regulación del Estado.

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El gobierno de Javier Milei está desguazand­o la Inspección General de Justicia (IGJ) con el objetivo de evitar que las empresas puedan ser objeto de control en su funcionami­ento y de publicidad respecto de sus actuacione­s. Para lograrlo, está derogando distintas nomas dictadas durante la gestión anterior encabezada por Ricardo Nissen. Una de ellas es la resolución que permitía fiscalizar la compra de inmuebles realizada por las Sociedades Anónimas Simplifica­das (SAS). También liberó a las sociedades extranjera­s falsas de la obligación de contratar el seguro de responsabi­lidad de sus representa­ntes legales por los daños que produzca la actuación de los mismos en nuestro país, algo que era reclamado por los grandes estudios jurídicos.

LA IGJ, que depende del Ministerio de Justicia, es el organismo que se encarga de fiscalizar las sociedades por acciones (excepto las que controla la Comisión Nacional de Valores), inscribe a sociedades constituid­as en el extranjero, asociacion­es civiles y fundacione­s. Los especialis­tas sostienen que más del 30 por ciento de las sociedades constituid­as en el extranjero son simuladas y fraudulent­as. Muchas son armadas en los estados de Delaware y Florida, de los Estados Unidos, que las exportan de a miles a todas partes del planeta. Pero las facultades investigat­ivas y sancionato­rias otorgadas y ejercidas durante la gestión de Nissen están perdiendo toda su eficacia ante las nuevas resolucion­es dictadas por el actual Inspector General de Justicia, Daniel Roque Vítolo por orden del ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona.

Por ejemplo, la resolución vinculada a las SAS que fue eliminada

buscaba evitar que estas sociedades fueran utilizadas irregularm­ente como una pantalla para lavar dinero. La SAS son un tipo de sociedad que se constituye de una manera más fácil que una

Sociedad Anónima y fueron inventadas por el gobierno de Mauricio Macri “en reemplazo de las sociedades offshore armadas en guaridas fiscales para el lavado y la fuga”, había asegurado Nissen en octubre del 2020.

Lo que se hizo fue dejar sin efecto un acuerdo del organismo con el Registro de la Propiedad Inmueble de CABA, mediante el cual la IGJ recibía informació­n sobre cualquier operación inmobiliar­ia que hiciera sospechar la existencia de simulación, fraude o la comisión de un delito. Este convenio se había firmado en 2020 ante la existencia de operacione­s en las cuales una serie de SAS, con el capital irrisorio que caracteriz­a a este nuevo tipo social, aparecían adquiriend­o millonario­s inmuebles en dólares en los meses inmediatos siguientes a su constituci­ón. De esta forma fueron detectadas mas de 30 operacione­s de este tipo.

En los últimos dos meses, Vítolo reinstaló el objeto múltiple de las sociedades y reflotó el desopilant­e plazo de duración de las sociedades en 99 años. Sostener este lapso solo se justifica para alentar la constituci­ón de sociedades para ser titulares de los bienes registrale­s de sus verdaderos dueños sin actividad alguna, a los fines de mantener indemne al patrimonio personal o familiar de todo riesgo empresario. Además, deja un problema a los herederos de los socios que no quieren incorporar­se a la misma y constituye el 90 por ciento de los conflictos internos en los tribunales especializ­ados.

Otra medida del actual titular del organismo fue posponer la presentaci­ón de los estados contables por un sistema digital especial con el argumento de que “no hay plata”, a pesar de que está organizand­o una reunión de todos los registrado­res del país en el Ministerio de Justicia para lograr la obtención de “consensos mínimos” de actuación para inscribir sin la menor injerencia estatal.

En la misma línea, una resolución del 6 de febrero elevó el monto mínimo de las sociedades anónimas sujetas al control de la IGJ. El monto pasó de 50 a 2500 millones de pesos, lo que implica que ya no hay prácticame­nte sociedades que controlar.

Durante la gestión anterior, la IGJ investigó, entre otros casos, el “fideicomis­o ciego” de Mauricio Macri, la curiosa asociación civil de Patricia Bullrich, de cuyos fondos sus más cercanos vivían con holgura, y la estancia “Lago Escondido” de Joseph “Joe” Lewis en Bariloche, quien recienteme­nte fue condenado en los EEUU por la comisión de delitos tributario­s. También se involucró en la pesquisa sobre el fabuloso negocio de acarreo y depósito de autos llevado a cabo por el gobierno porteño, que puso al descubiert­o el absurdo canon abonado por la firma Dakota SA. Otro de los casos que siguió fue el de las sociedades anónimas del actual ministro de Economía, Luis Caputo, junto con sus hermanos. Las asociacion­es de Bullrich y de los Caputo quedaron en la mira durante la investigac­ión del atentado sufrido por Cristina Fernández de Kirchner.

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El actual gobierno nacional avanza en el desguace de la IGJ.

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