Por Ezequiel Sánchez
El expresidente hondureño Juan Orlando Hernández, quien gobernó el país entre 2014 y 2022, fue encontrado culpable en Estados Unidos de conspirar e importar 500 toneladas de cocaína al país que ahora lo juzga. Ya el 15 de febrero de 2022, a 19 días de haber cesado como presidente, Hernández había sido capturado en su residencia y el 21 de abril entregado en extradición a EE.UU.
Aún queda pendiente que la justicia determine cuántos años pasará preso, pero existe el precedente de su hermano, el ex diputado Juan Antonio “Tony” Hernández, condenado hace tres años a cadena perpetua más treinta años, misma pena que recibió Joaquín “El Chapo” Guzmán, el mexicano que lideró el cartel de Sinaloa y quien viajó personalmente a Honduras para aportar un millón de dólares a la campaña electoral que llevaría a Hernández a “ganar” su primera presidencia.
Queda cada vez más en evidencia cómo, luego del golpe de Estado que sufriera Manuel Zelaya Rosales en 2009, en Honduras las bandas narco penetraron la administración publica y cooptaron sus altas esferas para realizar todo tipo de actividades ilícitas, no solo la importación, producción y exportación de cocaína, sino un metódico saqueo a las arcas del Estado, llevando los índices de pobreza a casi el 70 por ciento y empujando a la gente a huir en caravanas migrantes hacia el norte. Hernández había obtenido su reelección después de que las autoridades judiciales se la hubiesen habilitado de manera ilegal en 2017 y ganó con fraude.
Uno de los testigos más relevantes en el juicio al ex mandatario fue Fabio Lobo –hijo de Porfirio “Pepe” Lobo, quien presidió Honduras entre 2010 y 2014–, detenido en 2015 por la DEA en Haití y condenado por conspirar para importar y distribuir cocaína en EE.UU. Lobo admitió haber financiado la campaña de 2013 de Hernández con casi medio millón de dólares, a cambio de protección para sus socios narcos. También acusó a su padre de haber recibido aportes, probablemente buscando reducir su condena a cambio de cooperación.
Resulta paradójico que Hernández haya querido caracterizar a sus ocho años gestión con las banderas del combate a la delincuencia y al narcotráfico, cuando lo que hizo fue atacar a los clanes rivales para terminar monopolizando el negocio, al punto de que Devis Leonel Rivera Maradiaga, ex líder del cartel de “Los Cachiros”, se entregara a la DEA para convertirse en informante, por miedo a ser asesinado por los nuevos capos.
Rivera Maradiaga testificó en contra del ex presidente y aceptó