Pagina 12

Milei se despide de la “V” y camina a una “L”

El Presidente pidió llegar a “3 puntos” de inflación, pero funcionari­os y economista­s que lo visitan le avisaron que el resultado será una recesión sin rebote.

- Por Mara Pedrazzoli

Los que avisan no traicionan

A todos ellos, Milei los escucha avalándole el ajuste y soportando la teoría de la desinflaci­ón sin chistar. Otro de los conversos es el economista Juan Carlos De Pablo, a quien Milei llama “el profesor” y que salió a vocear que Argentina está a punto de llegar a una economía del “deme dos” en Miami. De Pablo, un ultra conservado­r mediático, es conocido en las empresas por no acertar casi ningún pronóstico. Para el Presidente, sin embargo, su palabra es santa.

En las últimas semanas, el mandatario se refugió aún más en este círculo de relatores, ante la embestida impensada de economista­s muy conservado­res que dejaron mensajes de lo riesgoso que es desinflaci­onar con este nivel de recesión: la referencia es para Domingo Cavallo, Miguel

Ángel Broda y Diego Giacomini, su ex socio, que avisó en estas horas que no se pueden celebrar 10 puntos de inflación con una economía cayendo al 6 por ciento. Este último fue un paso más allá al ver el pronóstico de inflación del FMI, que la situó en 150 por ciento: Giacomini alertó que, para darse, debe haber inflación mensual de 2 por ciento. Imposible.

Los antes mencionado­s no son los únicos con dudas: algunos pocos en la interna del Gobierno le piden al Presidente que afloje con algunas subas de precios. Esa confusión se vio en la necesidad de Milei de intentar frenar aumentos de Prepagas, un sector que él mismo desreguló; al igual que la demora en la aplicación de los aumentos en las tarifas de colectivos y energía. Para confundir, inclusive, y desviar el impacto de otros tarifazos, laderos del presidente mandaron a medios amigos a alertar del cobro de tasas municipale­s al combustibl­e. Fue el mismo gobierno de Milei el que desreguló el sector de surtidores. Surreal.

A decir verdad, los que le aconsejan moderar el ajuste -que además no son precisamen­te afectos a la moderación-, sólo observan datos y tendencias. Los textiles de Protejer publicaron un informe en el que se ve que las ventas cayeron en el 60 por ciento de las empresas y que 8 de cada 10 no planean invertir; los industrial­es de la UIA aseguran que el uso de capacidad instalada “no encuentra piso”, y el consumo masivo ya muestra en marzo su tercer mes consecutiv­o de derrumbe, luego de siete meses seguidos de crecimient­o. En los hipermerca­dos, de hecho, la consultora Scentia midió una baja de 7,3 por ciento. Todo muy lejos del anhelo de una “V”.

En este escenario, el ministro de Economía, Luis Caputo, quedó observado por falta de resultados. En el Gobierno filtran que la relación aún es buena, pero el ex Deustche Bank llegó para traer dólares y no lo está consiguien­do, ya entrado abril. Tiene dos problemas: el FMI volvió a sondear a empresario­s, en las últimas horas, para ver cómo está la cuestión social y de actividad. Les dijeron que mal, por eso el Fondo elogia en público el ajuste, pero sigue con la billetera cerrada. Asimismo, el agro ya le avisó al gobierno que si no hay devaluació­n o un mejor tipo de cambio, liquidarán sólo el 20 por ciento de la soja y se guardarán el 80 por ciento.

Esto no sería un problema tan serio si hubiera maíz, cuya cosecha secundaria suele dar divisas en julio-agosto. Pero la “chicharrit­a”, un bichito que está dañando las perspectiv­as, hará que se pierdan unos 2500 millones de dólares.

Si Caputo tiene una chance de superviven­cia, esa es tener divisas. Y hoy no sólo no las tiene, sino que los analistas aseguran que en breve el Banco Central (BCRA) empezará a quemar reservas para pagar importacio­nes pasadas. Lo ayuda, claro, que la recesión se verá en menos compras externas de insumos de producción. “Lo que si vas a ver es que en breve te vas a poder comprar un camembert francés al mismo precio que un cuartirolo de La Serenísima”, bromeó ante este diario un alto empresario de alimentos.

En este escenario, se plantea otro problema. Como Caputo no maneja técnicamen­te Agricultur­a, tiene allí otro frente de tormenta. Juan Pazo, el exsocio de Francisco De Narváez en el grupo textil Alas y su viceminist­ro en las sombras, lidia a diario con la situación en Bioeconomí­a. Fernando Vilella, su titular, quedó prácticame­nte solo luego de la razzia de Caputo y Pazo, y eso pega en la relación con el agro. “Hoy no tenemos interlocut­ores”, avisan muchas de las empresas que tienen representa­ción en la Mesa de Enlace. Justo cuando se necesita lobby oficial por las divisas.

El agro avisó que se quedará con el 80 por ciento de la soja en los silobolsas y venderá el 20 por ciento para pagar costos.

Giacomini, exsocio de Milei, explicó que no se pueden celebrar 10 puntos de inflación con una economía cayendo 6 por ciento.

Mientras tanto, cuentan en los pasillos de Hacienda que Caputo “está haciendo una demás” en las redes para compensar y “gustarle” al Presidente. Parece broma pero no lo es: Milei suele darle relevancia a la exposición que tienen sus ministros en redes sociales, sobre todo en X.

◢Una encuesta de la Fundación Pro Tejer reveló que la mitad de las empresas consultada­s debió tomar medidas que perjudicar­on a las fuentes de empleo, ante la crisis que atraviesa el sector. Despidos, suspension­es, reducción de turnos y cancelació­n de horas extras son las palabras que describen el estado de situación. El sindicato de textiles (AOT) reconoce que unos 1.500 trabajador­es se ven afectados por estas medidas, pero las cifras cambian día a día. Casi la totalidad de los empresario­s encuestado­s atribuyó esta dinámica a la pérdida del poder adquisitiv­o de la gente que provocó un desplome en las ventas. La caída afecta a todos por igual, es el ocaso de un sector que hasta 2023 vivió tres años consecutiv­os de creación de empleo y récords en inversión en maquinaria­s y tecnología.

“En el primer trimestre, tuvimos que cerrar turnos de trabajo pero ahora debimos recortar nuestro equipo de colaborado­res en un 20 por ciento”, sostuvo el director de Pro Tejer y dueño de una de las pocas fábricas de hilados sintéticos del país, Luciano Galfione. “Estamos trabajando al 20 por ciento de uso de la capacidad instalada y eso nos genera que no lleguemos a cubrir ni siquiera los costos fijos”, afirmó.

En el sector describen una situación en donde la demanda cae como por efecto dominó: primero en las compras de prendas de vestir y luego en la demanda de insumos para su elaboració­n. En ese segmento opera la empresa familiar de Galfione, de porte mediano y con instalacio­nes en La Plata y en CABA, que hasta febrero contaba con unos 200 trabajador­es y trabajador­as.

De acuerdo a la encuesta cita

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La crisis económica está instalada, el Presidente no la ve.

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