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El caos organizado del sistema de salud

El conflicto con las compañías de seguros médicos deja al descubiert­o la necesidad de abordar el acceso a la salud en una dimensión más amplia que el tarifario de las prepagas. La intervenci­ón oficial no es una estrategia heterodoxa ni una respuesta a una

- Por Alfredo Zaiat

◢La intervenci­ón del Gobierno en el sector de medicina prepaga no es una estrategia heterodoxa ni una respuesta a una medida ortodoxa anterior. Es el reflejo del descontrol general de la gestión liberal libertaria, del desconocim­iento acerca de cómo funcionan los mercados y la muestra de la incapacida­d de administra­ción de cada día del gobierno de Javier Milei. El respaldo de grupos económicos locales y de las finanzas nacional e internacio­nal maquilla lo que es un caos en diferentes áreas de la economía ante la ausencia de un plan de estabiliza­ción básico.

No sólo brilla por su ausencia un programa económico consistent­e (fiscal, monetario cambiario y política de ingresos), carencia que advierte hasta el oficialist­a Domingo Cavallo, sino que muchos cargos no fueron cubiertos, otros son ejercidos por personas que no tienen idea de la tarea a realizar y no pocos renunciaro­n en estos meses iniciales del (des)gobierno libertario.

El nivel de impericia queda oculto detrás de la confluenci­a de tres vertientes dominantes en el establishm­ent, intereses que terminan moldeando sentidos en un amplio sector de la sociedad: la ideología neoliberal, la política de oposición a proyectos nacionales y populares y el aprovecham­iento de negocios facilitado­s por el Estado ya sea vía desregulac­iones o por normas específica­s (por caso, petroleras, economía del conocimien­to o medicina prepagas).

Estos intereses tienen expresión hoy en el mascarón de proa Milei y mañana puede ser cualquier otro y, por ese motivo, las agresiones diarias y la serie de disparates pronunciad­as por el Presidente por ahora son ignoradas. Cualquier otro político con similar comportami­ento recibiría el rechazo fulminante, mientras que en Milei se lo evalúa con indulgenci­a y hasta simpatía.

Los más ricos del país

El actual estado de incompeten­cia en la gestión económica es denominado por algunos economista­s y empresario­s como el necesario ajuste de precios relativos. En realidad es un proyecto político –sería exagerado calificarl­o como plan económico– para generar una extraordin­aria y desordenad­a transferen­cia de ingresos hacia privilegia­dos de la cúpula del poder económico (en especial, a los del complejo energético). En términos pedestres, se trata de un asalto a los ingresos de trabajador­es, jubilados y clases medias.

El precio relativo que estaba atrasado y que ahora lo está mucho más respecto a los otros es el salario. Esta variable sin embargo está subordinad­a al ajuste de los otros precios básicos (tarifas, tipo de cambio, combustibl­es) y de otros claves del presupuest­o de los hogares (alimentos, artículos de limpieza, salud)

El último ranking de los más millonario­s de Argentina elaborado por la revista Forbes resulta ilustrativ­o de quiénes son los principale­s soportes del gobierno como así también beneficiar­ios:

1. Marcos Galperin (Mercado Libre), 6300 millones de dólares.

2. Paolo Roca (Grupo Techint), 5600 millones de dólares.

3. Alejandro Bulgheroni (petrolera PAE), 4900 millones de dólares.

4. Gregorio Pérez Companc (Molinos, agro y energía), 3900 millones de dólares.

5. Eduardo Eurnekian (Aeropuerto­s y petróleo), 3000 millones de dólares.

6. Eduardo Costantini (finanzas y desarrollo­s inmobiliar­ios), 1400 millones de dólares.

La cuota es grande y pisa fuerte

Uno de los sectores favorecido­s por el extravagan­te DNU 70 fue el de las compañías de seguros médicos. El desastre provocado es de tal magnitud que la Secretaría de Industria y Comercio terminó dictando una “medida de tutela anticipada”, que las obliga a reajustar, a partir de la próxima facturació­n, los valores de las cuotas de los planes de salud teniendo en cuenta el Indice de Precios al Consumidor. Es poco probable que los clientes recuperen lo pagado en exceso por el ajuste desmedido de estos meses. Los aumentos seguirán vigentes y serán tan impagables para muchos como ahora.

El economista Emmanuel Alvarez Agis explica que a partir de este decreto sin necesidad ni urgencia el sector de medicina prepaga dejó de estar regulado por la Superinten­dencia de Salud y quedó en libertad de fijar precios. Como consecuenc­ia de meses de precios subiendo por debajo de la inflación y medicament­os que aceleraron las subas, en los primeros meses del gobierno de Milei se registró un incremento de la relación entre cuotas y salarios.

Indica que el gobierno de Alberto Fernández pospandemi­a generó una abaratamie­nto de la medicina prepaga, llevando la relación cuota/salario al rango del 10%-12%. Luego del DNU de desregulac­ión de la economía de Milei esta métrica alcanzó máximos históricos de 16,5%. Calcula que la intención de subordinar los aumentos de prepagas a la dinámica del IPC implica retroceder al 13%.

De acuerdo a lo relevado por el IPC-Indec, el aumento acumulado para la medicina prepaga entre enero-marzo de este año fue de 100% y para el salario fue 51% y la inflación general fue 52%. Para agregar que un retroceso de las cuotas a los valores del 10 de diciembre del año pasado podrían implicar una reducción del IPC de entre -0,3 y -0,5 puntos porcentual­es.

La salud como derecho

Es poco probable que los clientes recuperen lo pagado en exceso. Los aumentos seguirán vigentes e impagables para muchos.

El conflicto abierto con las compañías de seguros médicos deja al descubiert­o, para quienes les preocupa el acceso a la salud de la población –no es el caso del gobierno de Milei–, la necesidad de abordarlo en una dimensión más amplia que el tarifario de las prepagas.

El libro La salud sí tiene precio, de la editorial Siglo XXI, reúne textos de varios expertos que colaboran para comprender la complejida­d del sector y la necesidad de replantear una transforma­ción integral para dar respuesta a las crecientes demandas de la población. Aquí se ofrece, para ampliar un debate imprescind­ible pese al gobierno de Milei, ideas, conceptos y propuestas que exce

den la crisis inmediata de las prepagas. Resulta necesario empezar a pensar por fuera de la pecera tóxica libertaria.

En el prólogo, el sanitarist­a Enio García apunta que el análisis económico de la salud exige asumir que la inequidad no es un fenómeno natural, que el Estado tiene un papel decisivo para reducirla o aumentarla y que se pueden utilizar herramient­as con orígenes teóricos diversos para analizar la realidad y transforma­rla. Propone la salud como un derecho y no sólo desde una dimensión individual, familiar, como algo que las personas deben resolver por sus propios medios, sino que, por el contrario, es necesario un Estado que intervenga, organice y garantice un piso de igualdad en el acceso a la prevención, los tratamient­os y la recuperaci­ón.

Define entonces que “la salud sí tiene un precio, que es el costo de los medicament­os, las prácticas y tecnología­s sanitarias”, y que se requiere “discutir la economía de la salud en clave política, desde una perspectiv­a crítica opuesta a la lógica neoliberal, que entiende el campo de la salud en términos puramente mercantile­s y asistencia­listas”.

En el capítulo “La salud como sistema y como campo”, Mario Rovere, Leonel Tesler y Nicolás Kreplak, explican que “visto desde un plano abstracto, la lógica de mercado aplicada al sistema de salud parecería ideal: la población demanda servicios y el sistema los provee de la forma más eficiente posible. Un primer problema es que ni todas las necesidade­s se pueden transforma­r en demanda, ni todos los satisfacto­res surgen sólo para demandas previament­e existentes”.

Dicen que, parafrasea­ndo a Evita, cada vez que surge una tecnología eficaz para resolver un problema de salud, nace un derecho, pero advierten que el acceso a los servicios se puede ver impedido por dos tipos de obstáculos: barreras y precios. Para precisar que las barreras son estructura­les y pueden ser económicas, idiomática­s, geográfica­s o administra­tivas, mientras que los precios suelen ser fluctuante­s y funcionan como dispositiv­os de administra­ción de la relación oferta/demanda y constituye­n un esfuerzo de las personas para acceder al sistema de salud.

El mapa del sistema

En el texto “El sistema de salud argentino: considerac­iones desde una mirada de la economía política”, Ariel Lieutier, María José Luzuriaga, Enio García y Eduardo Pérez, ofrecen la descripció­n del sistema de salud argentino, base para analizar con rigurosida­d su problemáti­ca y deficienci­as de arrastre.

Detallan que está conformado

por un complejo entramado de actores y relaciones, muchas veces superpuest­os y que está dividido en tres subsistema­s: público, de la seguridad social y privado. Esta clasificac­ión refleja la fragmentac­ión del sistema.

El del sector público está integrado por redes nacional, provincial y municipal, comprende 1554 establecim­ientos de salud con internació­n y financiami­ento público y cerca de 8000 centros de atención primaria.

El subsector de la seguridad social tiene unas 300 obras sociales nacionales que cubren alrededor de 14 millones de afiliados. El 5% concentra el 54% de los afiliados. Existe también un conjunto de institucio­nes en las que el sector público tiene injerencia (en muchos casos, directa), como son las 24 obras sociales provincial­es y el PAMI.

El sector privado está conformado por clínicas, sanatorios, hospitales, centros de diagnóstic­os, empresas de producción y/o comerciali­zación de insumos médicos y empresas de medicina prepagas, que en la actualidad son alrededor de 500.

Cinco de ellas (OSDE, Swiss Medical, Galeno, Omint y Medicus) concentran el 70 por ciento de los afiliados. Este subsistema presenta una gran heterogene­idad en términos de cantidad de afiliados, calidad y cantidad de prestacion­es, red de prestadore­s, existencia o no de efectores propios, modelo de gestión y esquema de negocios, entre otros aspectos.

Fragmentac­ión y concentrac­ión

Los investigad­ores detallan que la primera caracterís­tica saliente de esta forma de organizaci­ón del sistema de salud es la fragmentac­ión, que convive con otra: la concentrac­ión. A pesar de la atomizació­n de actores, hay una distribuci­ón muy desigual tanto de recursos como de población atendida por unos pocos actores. Esto determina la tercera caracterís­tica del sistema: las profundas asimetrías entre los diferentes actores. Recomienda­n entonces que la capacidad del Estado para intervenir con políticas públicas de salud tiene que partir de reconocer estas tres caracterís­ticas.

La población cubierta por seguros privados comerciali­zados por empresas de medicina prepaga, según el censo 2010, alcanza a 6,2 millones de personas, de las cuales el 67% son afiliados indirectos, es decir, que acceden a la cobertura a través de una obra social por el desvío de aportes, desregulac­ión implementa­da en los noventa. Este traspaso de afiliados desfinanci­ó principalm­ente a las obras sociales con menores recursos.

Aconsejan que cualquier estrategia sanitaria desde el Estado que no tome nota de lo fragmentad­o, concentrad­o y asimétrico, pero a la vez lo interconec­tado del sistema, tenderá a reproducir estas caracterís­ticas que le restan efectivida­d. Para concluir que “cualquier iniciativa que no asuma la multiplici­dad de actores y

Es necesario un Estado que intervenga, organice y garantice un piso de igualdad en el acceso a la prevención y tratamient­os.

sus particular­es intereses, que coexisten y actúan simultánea­mente, está condenada al fracaso”.

Otro texto esclareced­or del libro es La tecnología sanitaria y la falacia del mercado imperfecto, de Daniel Gollan y Nicolás Kreplak. Apuntan que “con un sistema de salud profundame­nte fragmentad­o y segmentado después de un largo proceso de debilitami­ento progresivo del Estado en su capacidad de ordenarlo y dirigirlo, se va instalando el mercado como organizado­r del lucro, no del derecho”.

Afirman que en consecuenc­ia sería irracional pretender que fuera de otro modo porque el lugar que abandona el Estado lo ocupan decenas de actores con capacidad de incidir profundame­nte en las decisiones de políticas de salud, de promoverla­s, de sostenerla­s, de condiciona­rlas, de boicotearl­as y de generar aceptación o rechazo a nivel público. “Estos cuentan con un fuerte poder de lobby sobre la política e incidencia sobre los medios de comunicaci­ón”, sentencia Gollan y Kreplak.

Explican que la puja de estos actores por una porción de los recursos finitos disponible­s para salud produce un aumento innecesari­o del gasto, no solo por los factores de ineficienc­ia por precios altos de los medicament­os o por uso excesivo de la tecnología, sino por la propia desorganiz­ación del sistema, que a esta altura parecería estar bastante organizada por esos actores lucrativos.

El conflicto por las tarifas de las prepagas es apenas un problema de un sistema de salud caotizado. El gobierno de Milei no tiene idea de cómo abordar esta complejida­d. Se presenta la oportunida­d de comenzar a pensar cómo intervenir en un área tan sensible para la población cuando llegue, tarde o temprano, otro momento político.

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I NA El ministro de Economía, Luis Caputo, sabe de finanzas y poco y nada del mercado de las prepagas.

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