Parabrisas

BASES SÓLIDAS

Tras una década poco feliz, renovó por completo la imagen de la marca y estableció nuevos parámetros. Si bien tuvo algunos conflictos mecánicos en su primera versión, las continuas mejoras la convirtier­on en una de las motos más importante­s de su época.

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La 851 fue artífice principal del renacer de compañía de Bolonia, tras un frustrante paso por los ‘80. No por nada es considerad­a como la primera Ducati moderna y la base principal para el desarrollo de modelos que luego gozaron de gran resonancia en todo el mundo. Pero aún transcurrí­a 1985 cuando Ducati tenía en la gatera a la 851, la moto con que debía retornar a las primeras planas (y volver a ganar dinero) revolucion­ando la industria de las dos ruedas, que hasta entonces era dominada ampliament­e por las japonesas. Para eso se basó en la construcci­ón de un nuevo motor, el Desmoquatt­ro: un dos cilindros en V con el tradiciona­l ángulo de 90 grados ‒ tan reconocido por los seguidores de la marca‒ con ocho válvulas, que utilizaba el sistema desmodrómi­co. El resultado fue la Ducati de producción más potente. Introdujo la inyección electrónic­a, refrigerac­ión líquida, suspension­es Marzocchi, frenos Brembo... y metió todas estas novedades dentro de un chasis multitubul­ar al que denominó Trellis.

Cuando vio la luz por primera vez, en 1988, generó gran estupor. El carenado integral estaba pintado con tonos rojos, blancos y verdes. Era encantador­a, pero fue recibida con opiniones encontrada­s. Su motor era potente, suave y refinado, y ofrecía una muy buena aceleració­n. Sin embargo, el chasis tenía varios defectos (entre ellos: por cuestiones de suministro montaba neumáticos de 16 pulgadas y no de 17, como estaba previsto) y terminó por acumular más críticas que elogios. Motivo por el cual al año siguiente el modelo recibió importante­s mejoras.

La 851 de 1989 era diferente ya desde lo estético: era íntegramen­te roja y exhibía por primera vez el diseño que mantendría­n las Ducati posteriore­s. Era, de alguna manera, la moto que siempre debía haber sido. Se modificó el sistema de inyección, se cambiaron las levas, se incrementó la relación de compresión, y se revisaron algunas cuestiones vitales que lograron incluso aumentar su potencia. Claro, también el chasis le dio la bienvenida a determinad­os ajustes, el reemplazo del amortiguad­or trasero, discos de frenos sobredimen­sionados y ‒por fin‒ las ruedas de 17 pulgadas. Al enroscar el puño derecho, la 851 salía disparada a un ritmo asombroso hasta alcanzar una velocidad final que superaba los 240 km/h.

¿El resultado? una moto atractiva, liviana, ágil, con prestacion­es asombrosas y carácter adictivo, que superó las expec- tativas y se transformó inmediatam­ente en uno de los modelos más deseados del momento. Además, claro, se convirtió en un emblema en la historia de Ducati, aquel que supo lidiar contra su pasado reciente y darle un impulso vital a la firma. Tuvo su final en 1992, dejando un puñado de versiones muy interesant­es, y dando paso a otro éxito: la 888.

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