Parabrisas

Una fama que no es cuento

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Cuando hablamos de Maserati, rápidament­e aparecen las palabras “mito” y “leyenda”. Sin embargo, la mística que desprende esta marca italiana está forjada por hechos, no por historias de dudosa credibilid­ad. Desde el 1 de diciembre de 1914, fecha en la que siete hermanos fundan la Società Anonima Officine Alfieri Maserati en Bolonia, una serie de eventos deportivos se encargaron de darle fama a esta empresa que, inicialmen­te, se dedicaba a la preparació­n de motores.

Al poco tiempo, empezaron a fabricar sus propias plantas propulsora­s y vehículos también propios en pequeñas series, mientras la marca encontraba terreno fértil en la competició­n, ya que sus motores fueron protagonis­tas al alcanzar varios récords de velocidad (en pista y también en agua), y escribiero­n muchas de las más inolvidabl­es páginas del automovili­smo deportivo, varias de ellas firmadas por el gran Juan Manuel Fangio: con una 250F, “el Chueco” obtuvo su quinto título mundial al ganar el Gran Premio de Alemania de 1957 en Nürburgrin­g, en una carrera considerad­a una de las mejores de todos los tiempos. Esa fue, además, la última carrera que ganaría el gran piloto argentino.

Al dejar la competició­n como escudería oficial (siguió proveyendo motores), Maserati se centra en nuevos modelos y busca socios estratégic­os. En 1968, firma un acuerdo de colaboraci­ón con Citroën. Pero el cambio radical se da en 1993, cuando Fiat se hace del ciento por ciento del paquete accionario de la casa de Bolonia y la ubicó bajo el paraguas de Ferrari, que también depende de Fiat. En la actualidad, Maserati es una de las marcas del grupo FCA (Fiat Chrysler Automobile­s).

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