Entre arenas y adobe
Continuamos recorriendo la provincia de Catamarca con el Cronos. Esta vez, por lugares donde el tiempo parece haberse detenido y la arena moldea un paisaje único.
La Seguimos en Fiambalá, a la que hemos tomado como nuestra base. Luego de un necesario relax en las pintorescas termas ubicadas en el corazón de sus sierras occidentales, partimos con el Fiat Cronos para conocer dos de los grandes atractivos de la zona: la Ruta del Adobe y las dunas de Tatón. En esta oportunidad, los caminos no serían tan contemplativos con el Cronos, ya que en varios casos debimos transitar por un ripio bastante pesado, cruzando lechos de ríos y arroyos. Todos con bastante agua, ya que días antes había llovido con mucha intensidad.
La travesía comenzó con la recorrida por varios de los lugares pertenecientes a la ruta que se caracteriza por sus construcciones de adobe, un material que, además de abundar en toda la zona del Noroeste argentino, agrega el condimento colonial e histórico de localidades como Tinogasta y sus alrededores, que estuvo poblada por lo menos desde hace 8.000 años, y que todavía conserva edificaciones que datan del siglo XVIII. Entre esos monumentos aparecen el
Oratorio de los Orquera (1740), las iglesias Nuestra Señora del Rosario (1712) y San Pedro (1770), y más acá en el tiempo (1840), la particular y encantadora iglesia de la Virgen de Andacollo.
Apreciar esas reliquias a las que el paso tiempo le va agregando valor patrimonial, nos recuerda que estamos a bordo del Cronos, nombre que proviene de la mitología griega y que hace alusión al Dios del tiempo. Pero, al contrario de aquellos sitios históricos, este nuevo sedán cordobés busca acaparar el interés del público con una tecnología actual, enca-
bezada por la generosa pantalla táctil flotante de siete pulgadas y con el sistema Uconnect, con gran variedad de utilidades, entre las que se destacan, entre otras muchas funciones, la cámara de marcha atrás.
Dunas en medio de la cordillera
Fiambalá y sus alrededores ofrecen un entorno único gracias a sus montañas, cuyas faldas inusual-
mente están “decoradas” por la arena, y que apreciamos en gran parte de las espectaculares fotos que nos brinda la carrera más exigente del mundo: el Dakar.
A bordo del Cronos, salimos del hotel hacia el norte para conocer los pueblos que conviven con los médanos, que van cambiando de ubicación y tamaño debido a los fuertes vientos que azotan la zona.
Es así como por el asfalto de la RP 34 (ya no tan bueno como el de la RN 60 a través de la cual fuimos hacia el Paso San Francisco), visitamos las localidades de Saujil y Medanitos, ambas a orillas del río Fiambalá. Estos dos pueblos cuentan con ciertas características que los hacen únicos, como la Duna Mágica de Saujil, un enorme médano de unos 80 metros (la altura de un edificio de 26 pisos), en cuya cima danzan las arenas de un modo muy particular (de ahí su nombre), cuando sopla mucho viento, y donde se suele practicar el sandboard. En tanto, muy cerca de Medanitos podemos encontrar curiosidades, como un pueblo tapado casi por completo por la arena, y cuyo último habitante fue evacuado hace apenas dos años; dicha población abandonada está ubicada a solo un kilómetro del pueblo actual.
Un valor especial para nosotros es la duna Federico Kirbus, denominada así en homenaje a nuestro querido amigo y colega, fallecido hace poco más de dos años. Con 1.230 metros de altura, está considerada como la más alta del mundo.
Tras comer un exquisito sánd- wich de lomo en una casa de comidas que en realidad era una vivienda familiar, cruzamos el río (más crecido de lo normal a causa de las intensas lluvias), para enfilar la proa del Cronos hacia Tatón, última parada de la jornada.
El cruce del río y un ripio bastante áspero, pusieron a prueba la confiabilidad del vehículo,
al mismo tiempo que evidenció la presencia del control de estabilidad cuando, a propósito, lo exigimos de más en alguna que otra curva.
Tatón es un pueblo con una geografía muy especial, con un paisaje maravilloso debido a un pequeño valle verde que bordea un arroyo, donde se hallan viñedos y plantaciones de duraznos rodeados por las imponentes montañas, bañadas en sus bases con abundante arena. Cerca de allí se encuentra el poblado de La Puerta, donde todos los 14 de enero se llevan a cabo los festejos del Señor de la Agonía, en conmemoración a un hecho ocurrido hace varias
décadas, cuando un niño encontró en el río Abaucán la imagen de Jesús en su agonía. Se dice que a partir del hallazgo de la figura -que estaría hecha en oro-, sus fieles fueron bendecidos con milagros.
Hora de volver
Cumplido el objetivo de conocer esos lugares de los que tanto nos habían hablado, regresamos a Fiambalá para ir preparando el retorno a Buenos Aires. A la mañana siguiente, cargamos todo el equipaje en el baúl y nos acomodamos, cada uno en su butaca y con el cinturón de seguridad correspondiente, para desandar los casi mil cuatrocientos kilómetros que nos separaban de nuestras casas, no sin antes pasar por la bodega boutique Don Diego, una de las mejores de Catamarca que, ubicada a 1.500 metros de altura, se caracteriza por sus vinos orgánicos y ha sido galardonada internacionalmente. Cómodos, con buena música y a buen ritmo, el trayecto nos resultó más corto de lo que esperábamos.
En total, el viaje a Catamarca nos insumió 4.150 kilómetros, algunos de ellos de noche, por lo que fue fundamental la buena iluminación del vehículo, y otros fueron transitados bajo una intensa lluvia, poniendo a prueba la efectividad de los limpiaparabrisas y, en varias ocasiones, las luces antiniebla.
El rendimiento del combustible resultó otro de los puntos fuertes del Cronos que, a pesar de no contar con un generoso tanque (48 litros), nos permitió hacer largos tramos sin el apremio de tener que encontrar estaciones de servicio.
Satisfechos con las hermosas imágenes e historias que nos dejó esta privilegiada provincia del NOA, y con la satisfactoria respuesta del auto en todo momento, solo quedaba sentarse a editar las fotos y describir parte de lo vivido a bordo de este vehículo que ya estamos comenzando a ver en las calles. Y que, orgullosamente, se fabrica en otra de las grandes provincias de nuestro país.