MERCEDES-BENZ SLC 43 AMG
TEST. Un carismático deportivo para disfrutar a cielo abierto: motor V6 de 367 CV de potencia.
Hace exactamente 21 años publicábamos en la tapa de Parabrisas la novedad absoluta de un modelo convertible con techo duro que fuera uno de los precursores en este concepto de vehículos. Se denominaba SLK y fue uno de esos Mercedes-Benz que en poco tiempo se transformó en un gran éxito de ventas.
Pasaron muchos años desde aquella aparición. La marca alemana fue mejorando y mutando el diseño para adaptar el auto a los tiempos que corren. Hoy estamos ante una tercera generación con cierto grado de madurez, que desde hace poco más de un año cambió su denominación de SLK por SLC. Ahora, este roadster de pura cepa se ofrece en la Argentina únicamente en su variante más exclusiva AMG, que lo hace único en su especie por prestaciones y comportamiento. En definitiva, uno de esos autos que llevan un pequeño
período de adaptación, pero que con el correr de los kilómetros no dan ganas de bajarse. Si lo comparamos con su antecesor, mejoró mucho en confort, insonorización, respuesta y, sobre todo, capacidad de frenado.
Joven y cautivante
Moderno, pero a la vez con algunos detalles de sus antepasados más notables, es un producto que por su diseño cautiva tanto a compradores jóvenes como a una clientela madura. Este es un modelo que ya tiene más de dos décadas de historia y que no pasa inadvertido; seguramente, con el correr de los años se transformará en un clásico.
Como dijimos, su denominación cambió de SLK a SLC, aunque también tuvo algunos retoques, ya que en definitiva se trata de una actualización del modelo que fuera lanzado en 2011. En relación con su antecesor, recibió nuevos paragolpes y tomas de aire de mayor tamaño en el caso de esta versión AMG.
Su carrocería es llamativa, sobre todo por la generosa trompa, las salidas de los escapes y las portentosas llantas de 18 pulgadas que dejan a la vista el detalle deportivo de las pinzas de freno. Aunque sus dimensiones son compactas (4,14 metros de largo), con el techo ‒de cristal panorámico tonalizado‒ cerrado, adquiere un atractivo especial, y con el mismo abierto aparece un toque de “glamour”. Para realizar la operación basta accionar una tecla, y en poco más de 20 se- gundos la silueta se transforma. Una operación que se puede realizar en movimiento hasta 40 km/h.
Puertas adentro deja en evidencia que no se trata de un producto completamente nuevo, ya que luce el mismo diseño que un SLK de hace seis años, sobre todo por los comandos de ventilación con esas ruedas que llevan números y varias teclas que dejan a la vista el paso de los años. La pantalla tampoco posee sistema touch; a cambio, hay que recurrir a la clásica rueda y al mouse.
Pero, aunque el interior no sea de última generación, ofrece dos
butacas ‒con regulación eléctria‒ muy confortables, de esas que permiten hacer cientos de kilómetros sin que se nos resienta la espalda. La posición de manejo es baja, pero con una pedalera profunda y un volante que cae muy bien y con doble regulación. La presencia de cuero y algunos apliques metálicos dejan a la vista una destacada calidad de materiales y terminación.
Por tratarse de un modelo con “doble personalidad”, el baúl ofrece dos capacidades: cuando el techo está guardado quedan 225 dm3 disponibles, y del otro modo la capacidad aumenta a 335 dm3. Si no vamos a circular con el techo abierto, hay espacio suficiente para varios bártulos.
Poder biturbo
Aunque este SLC 43 no es un AMG de pura cepa como lo era su predecesor (el SLK 55 AMG que utilizaba un V8 aspirado), este propulsor V6 biturbo es una verdadera maravilla, ya que genera mucha satisfacción para quienes aprecian y disfrutan manejar autos de altas prestaciones.
El motor V6 de esta versión 43 (la anteriormente llamada 450 AMG Sport) es espectacular, se lo siente “muy lleno”, con un sonido sport y unas prestaciones que no tienen mucho que envidiar a propulsores más grandes. Aunque también es un hecho que no es un AMG de origen, ya que no se fabrica en Affalterbach. La evidencia es que en este bloque no vamos a encontrar la chapita AMG con la firma del ingeniero que lo montó, porque no sigue la filosofía "un hombre, un motor".
Este V6 con dos turbos desarrolla una potencia de 367 CV (de 5.500 a 6.000 rpm) y un torque de 53 kgm (entre 2.000 y 4.200 vueltas), suficiente para mover al SLC con mucho brío. Pudimos acelerarlo de 0 a 100 km/h en 5,2 segundos (algo más lento que el Audi RS 3, modelo con potencia parecida que probamos en esta misma edición, aunque con la ventaja de la tracción en las cuatro ruedas). La velocidad máxima que obtuvimos fue de 253,7 km/h, un valor prácticamente igual al de su limitación electrónica de 250 km/h. En cuanto al consumo, es muy razonable ya que promedia poco más de 10 kilómetros por litro entre ruta y ciudad. Aquí es donde la caja de nueve marchas saca una gran ventaja, puesto que en las velocidades crucero
de ruta el motor gira a muy pocas vueltas.
La respuesta y el sonido son contundentes, sobre todo cuando se elije el modo de conducción Sport +. El ronquido es bastante deportivo, sube de vueltas con ganas ‒aunque es muy lineal y no se nota el acople violento de los turbos‒, y ofrece mucha fuerza a casi cualquier régimen, Como es habitual en los motores turboalimentados de nueva generación, este V6 genera algunas contra explosiones cuando se realiza alguna desaceleración o se cambia a una marcha superior en regímenes medios y altos. Una sensación que invita a ir a un autódromo para exigirlo al máximo.
Dinámico y confortable
Por su condición, cualquiera podría pensar que el comportamiento del SLC es al mejor estilo de un deportivo de ley. Pero, paradójicamente, nos sorprendió gratamente, ya que es un auto con el que se puede circular con cierta cuota de confort sin que nos canse en día a día por las calles irregulares de la ciudad. En la ruta es firme y se disfruta, aunque la dirección puede llegar a resultarnos un poco liviana.
A la hora de afrontar curvas rápidas, este SLC se mueve con soltura, es divertido de manejar, resulta muy estable y predecible, aunque no es tan dinámico ni preciso como un Porsche.
Es un auto que puede llegar a cambiar mucho su comportamiento si se desconectan por completo los controles de tracción y estabilidad, momento en el que es necesario tener cierta experiencia en el manejo deportivo.
La nueva caja 9G-Tronic ofrece un paso de marchas muy suaves, ideales para viajar o para traslados diarios. Pero si elegimos un modo de manejo deportivo, al momento de frenar con ímpetu la caja responde también con una divertida intuición, haciendo rebajes al mejor estilo de carrera. La respuesta se modifica si se elijen los modos Eco, Confort o Sport.
En cuanto a los frenos, no hay quejas. Son muy potentes y, ante reiteradas exigencias, no parecen fatigarse. En la prueba de 100 km/h a 0 se necesitaron menos de 40 metros para detenerlo.
En general, el nivel de seguridad está muy bien cubierto con airbags frontales, laterales y de cabeza; luces de led con excelente poder, sistema de monitoreo de cansancio del conductor y una carrocería muy reforzada en toda su estructura. Pero no es un auto para encarar un viaje tranquilo por el extenso territorio nacional, ya que no cuenta con neumático de auxilio y, a cambio, ofrece un kit de reparación para salir del apuro en caso de pinchadura. El precio de lista tampoco es el más accesible: se ofrece por 127.500 dólares, y no lo acompaña una garantía acorde a su valor y calidad, ya que dos años es poco tiempo para un modelo tan costoso y exclusivo.