CLÁSICOS Los Porsche argentinos
La firma germana fundada por "el gran ingeniero alemán" (tal como fuera bautizado por el mismísimo Hitler, aunque su origen era austríaco) está cumpliendo 70 años de vida. En esta nota te contamos cómo fueron sus orígenes y la fuerte relación con nuestra
En 1945, la Segunda Guerra Mundial había llegado a su fin. Ferdinand Porsche, que había dedicado varios años a la creación de material bélico para el Tercer Reich, seguía manteniendo en su cabeza la misma idea que lo desvelaba desde joven: desarrollar y fabricar autos. Claro que el panorama no era el mejor: una Alemania completamente desolada y con poca inversión, más un pasado reciente asociado al responsable de uno de los acontecimientos más oscuros de la historia de la humanidad.
Así y todo, Ferdinand Porsche, junto a su hijo Ferry y a su yerno Anton Piëch, comenzaron a bus- car inversores para lograr su cometido. Lo hicieron fuera de Alemania, ya que allí nadie quería darles crédito, y en Francia les fue aún peor; los industriales galos vieron peligrar sus intereses y se las arreglaron para que fueran acusados, sin juicio previo, y encarcelados al estilo medieval por haber hecho uso de mano de obra esclava durante la contienda. Ferry logró ser excarcelado al poco tiempo, ante la promesa de liquidar todos los fondos familiares; pero no podía permitir que su padre y su cuñado quedaran tras las rejas, por lo que inmediatamente se puso a levantar la novel compañía en pos de recaudar la estrafalaria suma que se había puesto como fianza para la liberación de ambos.
En 1948 lanzó al mundo el modelo 356, el primer auto que llevaba el nombre Porsche, fabricado en una pequeña factoría en la localidad austríaca de Gmünd. El modesto pero atractivo deportivo fue un éxito total, y pronto se ampliaron las instalaciones para producir más unidades. También comenzaron a vender motores a otros fabricantes y carroceros, y no sólo en Europa, sino también en la Argentina. El dinero para liberar a sus familiares lo terminó consiguiendo a través del desarrollo de un Fórmula 1 de tracción integral encargado por Piero Du-
sio, que para ese entonces ya estaba afincado en nuestro país. La Argentina era pujante y con un potencial enorme; los industriales bbz zontes, buscaban y empresarios ampliar sus como horiPedro P Daverda y Federico De Bucourt (fundadores de Teram) fueron los primeros e en contactarse con Porsche p para cerrar un acuerdo de im importación de motores y auto tos terminados. También los h hermanos Bongiovanni (cread dores de Industria del Transporte Automotor S.R.L.) lograron cerrar un acuerdo de si similares características, y am ambas empresas terminarían fa fabricando un auto propio co con motores de 356, pero eso se sería unos cuantos años despu pués.
El Justicialista Porsche
Retomando la cronología de los acontecimientos, nos situamos a comienzos de la década del 1950, momento en que el presidente Juan Domingo Perón tenía en mente acelerar el proceso de industrialización del país. Entre otras cosas, decreto mediante, propició la creación de un consorcio de empresas, administrado por el Estado Nacional, al que se denominó Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME), cuyas funciones serían investigar, fabricar y reparar material aeronáutico, como así también promocionar y producir automóviles. Esta última iniciativa fue del entonces Ministro de Aeronáutica, Brigadier Juan Ignacio San Martín, ante la negativa de varias terminales automo-
trices que sostenían que en la Argentina sólo se podría ensamblar y no producir integralmente automotores. De esta manera, IAME creó una gama de vehículos a la que denominó Justicialista, compuesta por un sedán de dos puertas, una chatita con caja de carga de madera, y un deportivo con dos opciones de carrocería, abierta y cerrada. Los dos primeros integrantes estaban basados en el Wartburg, un producto de Alemania Oriental que equipaba un motor bicilíndrico de dos tiempos, derivado de los que usaban los DKW, mientras que las siluetas deportivas (Justicialista Gran Sport y Convertible), montaban el mismo motor del Porsche 356: un cuatro cilindros opuestos refrigerado por aire de 1.488 cm³ y 55 caballos.
Con el propósito de realizar un desarrollo rápido y económico del deportivo, se dispuso que el casco fuera de resina poliéster reforzado con fibra de vidrio, algo muy novedoso para la época, sólo utilizado por GM en su novísimo Corvette. Los Justicialista Gran Sport y Convertible contaban con un diseño original para la época, que en ciertos sectores (parantes, principalmente) debió ceder frente a las limitaciones del material utilizado, tomando un grosor exagerado y poco agradable. De todas formas, el deportivo argentino recibió el Premio a la Elegancia en la exposición del Waldorf Astoria de febrero de 1954.
Entre ambas siluetas, se fabricaron 167 unidades entre 1953 y 1955, año en que su vida fue truncada al producirse la Revolución Libertadora; todos los proyectos relacionados con el gobierno de Perón fueron desechados, y el Justicialista no zafó.
El Teram Porsche
En 1948, la firma Teram (Talleres Especializados en Reparaciones de Autos y Motores) había obtenido en exclusividad y por espacio de diez años la representación de Porsche para distribuir y comercializar sus autos en nuestro país. Fue la única empresa a nivel mundial que obtuvo un permiso de representación expresamente aprobado por su propietario, Ferry Porsche.
Cuando el nuevo gobierno argentino dispuso de los bienes de IAME, Teram fue el mejor postor, y así adquirió las instalaciones, maquinaria, piezas y chasis para fabricar 144 autos. La única condición de venta fue que los nuevos vehículos debían contar con una imagen bien diferen-
ciada del Justicialista. Para ello, se partió de reubicar el motor, que pasó a situarse en la cola, liberando la trompa para poder asemejarse más al 356. Otros cambios estéticos relevantes fueron las nuevas ventanillas traseras de mayor tamaño acompañando la caída del techo, una nueva tapa trasera con aberturas para ventilación, nuevos guardabarros y grupos ópticos traseros. Originalmente se lo ofreció con los mismos motores que utilizaban los Justicialista, y que le permitían alcanzar una máxima de 155 km/h, aunque después surgió la posibilidad de optar por un motor levemente más grande y potente (1.582 cm³ y 102 caballos) con el que alcanzaba 170 km/h. Los Teram Puntero también utilizaban el grupo caja-diferencial, la dirección, el instrumental, el volante y las butacas de los Porsche 356. El auto recibió la aprobación del mismísimo Ferry Porsche, quien afectuosamente lo llamó Indianer Porsche (Porsche indio). La producción fue de 144 unidades, y se extendió entre los años 1958 y 1963.
El Zunder Porsche
Un par de años más tarde, en 1960, los hermanos Nelson José y Eligio Oscar Bongiovanni, que también tenían licencia de utilización de impulsores Porsche, se aventuraron a desarrollar un auto con dicha mecánica. Lo denominaron Zunder (chispa en alemán), y si bien tenía dos puertas, su look era, a las claras, menos deporti- vo que el de los mode- los anteriormente citados. Su extraña trompa con doble faro circular en diagonal le confería un aspecto único, pero generaba asimismo más de un comentario negativo. También tenía carrocería de plástico reforzado con fibra de vidrio, y motor trasero (el mismo de 1.488 cm³, pero con 58 caballos).
El Zunder también fue aprobado por Porsche, y si bien se fabricaron 200 ejemplares, nunca tuvo buena aceptación, por lo que su vida comercial duró tan sólo tres años. La misma firma intentó buscar un reemplazo de este modelo, basándose en el Karmann Ghia, al que denominó Zunder Coupé 1600. Obviamente, contaba con el motor de 1.582 cm³ alimentado por dos carburadores Zenith 32 de doble boca (los mismos que usaba el 356), que le permitían mejores prestaciones. En el plano estético, las diferencias son varias: ópticas más grandes, paragolpes más elevados y pegados a la carrocería, y faros traseros circulares triples por lado. Lamentablemente, la difícil situación financiera de la firma no dejó que este auto llegara a fabricarse
en serie, y tan sólo se completaron dos unidades.
Los albores de la industria nacional del automóvil no pudieron ser mejores. La desidia y la inconstancia característica de la Argentina, dejaron pasar un tren que jamás volverá.