CONSEJOS
Jorge Omar Del Rio
Hay un tema sobre el cual ya hemos reflexionado hace un tiempo, pero la realidad muestra que se va agravando, por lo que nos parece conveniente volver a tratarlo.
Nos referimos a que cada vez es mayor la cantidad de personas que van atendiendo su celular mientras conducen. Esta mal costumbre produce distracción, o una falta de atención, que cada vez mayor cantidad de conductores vienen mostrando.
Haciendo un poco de historia, vemos que el problema del uso del celular mientras se maneja comenzó hace unos diez años. Pero en aquellos tiempos el asunto se refería solamente a las conversaciones que se realizaban con los teléfonos celulares. A partir de entonces, se realizaron muchos estudios que demostraron claramente el nivel de distracción que esto originaba en los conductores, que pasaban a desplazarse casi “en piloto automático”, sin tener plena y total conciencia de todo lo que ocurría a su alrededor, mientras avanzaban en el tránsito.
Como consecuencia de dichos estudios, se dispusieron nuevas normas en los reglamentos de tránsito, para que las autoridades pudieran combatir su utilización mediante la aplicación de multas.
Hecha la ley...
Ante esa nueva posibilidad de ser multados, muchos conductores buscaron la forma de eludir los controles y comenzaron a utilizar auriculares, o dispositivos de “manos libres”, para poder mantener dichas conversaciones sin tener que exhibir el teléfono pegado a la oreja.
Con el mismo objetivo, se hicieron varias campañas de difusión acerca de los peligros que se originaban, y, durante algún tiempo, comenzó a notarse un poco más de conciencia al respecto por parte de muchos.
Sin embargo, las campañas y las sanciones fueron disminuyendo, y también aumentó mucho el hábito o la necesidad de estar permanentemente “conectados”. Es algo que se está volviendo aparentemente prioritario, y no sólo para las nuevas generaciones…
Cada vez más autos
Un nuevo problema trae aparejado el aumento del parque automotor: el tiempo que se requiere para trasladarse de un lugar a otro. Y el problema se está incrementando notablemente, porque de aquellas meras conversacio- nes, nuevamente “gracias” a los maravillosos avances de la tecnología (los teléfonos inteligentes) pasamos además a la posibilidad recibir y enviar mensajes, fotos, videos, archivos de trabajo, correos electrónicos, o ver y escuchar lo que se publica en las redes sociales, entre muchas otras funciones.
Antes que nada, aclaremos algo: son fantásticas, y bienvenidas sean, las nuevas posibilidades que proporciona la tecnología. Están transformando el mundo y permitiendo a las personas comunicarse y estar en contacto como nunca antes en la historia de la humanidad. Pero el tema es que, seguramente impulsados por el hábito permanente, cada vez más personas se están acostumbrando a disfrutar de esas aptitudes mientras, al mismo tiempo, están conduciendo vehículos.
Por supuesto que quienes lo hacen no piensan que esto les puede ocasionar
algún riesgo, y tienen la sensación de que pueden realizar sin problemas ambas actividades al mismo tiempo.
Nadie es perfecto
Lamentablemente, en algunos casos se enteran tarde de que no es así. Están ocurriendo muchos incidentes de diversa magnitud, originados en situaciones sencillas de tránsito, pero de las que algún conductor todavía no se enteró, o descubrió tarde lo que estaba ocurriendo, a pesar de creer que tenía todo bajo control.
Hay que comprender que todo se entremezcla con la dinámica del desplazamiento de los vehículos, que además suelen circular dentro de un tránsito cada vez más cargado. Especialmente para los más jóvenes, que tal vez no tuvieron la oportunidad de aprenderlo, queremos recordar algunas realidades, como por ejemplo que está comprobado que el tiempo de reacción promedio de un adulto, en condiciones normales, es de 7/10 de segundo (este es el tiempo que transcurre desde que el organismo percibe alguna situación que no estaba aguardando, hasta que su cuerpo logra realizar alguna acción en consecuencia).
Por lo tanto, si se está circulando por una autopista a una velocidad de 110 km/h, desde el momento en que el conductor advierte alguna situación imprevista, hasta que logra iniciar cualquier maniobra que no estuviera programada (como frenar, doblar o acelerar), el vehículo habrá recorrido 21 metros a la misma velocidad y con la misma dirección que tenía.
En este mismo sentido, también es bueno tener en cuenta que a 40 km/h (velocidad permitida en las calles de la ciudades), ese recorrido será de un poco más de siete metros.
Aunque cuando estamos parados nos cuesta imaginarlo, esa es la distancia que se recorre en los distintos casos, antes de que el vehículo pueda empezar a frenar o esquivar cualquier objeto que se encuentre en el camino.
Es la situación que se presenta cuando, por ejemplo, el auto de adelante frena justo en el momento en que se había desviado la vista para mirar el celular.
Sin duda, muchos paragolpes, guardabarros, radiadores, ópticas, etc., han sufrido las consecuencias de estas actitudes. Además, como esta realidad viene aumentando, ahora también ha habido varios siniestros en rutas y calles de doble circulación como consecuencia de conductores que, imprevistamente y sin motivo, al tener su vista concentrada hacia abajo o al costado en el celular, pierden la certeza respecto a la ubicación de su auto en el camino y, sin darse cuenta, se cruzan hacia la mano contraria, lo que produce situaciones de extremo peligro, que no siempre terminan bien.
La eterna luz roja
Dentro del mismo concepto, pero en una situación diferente, hay otra conducta que se está notando bastante: cuando la luz verde del semáforo abre el paso para que el tránsito avance, algún vehículo no se mueve, porque su conductor está terminando de leer o escribir un mensaje. Sólo cuando termina o escucha algún bocinazo, “despierta” y vuelve a ocuparse del manejo.
Es bueno destacar que estos hábitos de estar “conectados” involucran a todos los participantes del tránsito. Peatones, ciclistas y motociclistas, también muestran que en sus desplazamientos priorizan la atención al celular por encima de la realidad del tránsito.
Es bastante usual ver motociclistas que circulan sosteniendo con una mano el manillar y con la otra el teléfono en el que van observando lo que reciben, o incluso contestan mensajes con una mano ¡mientras avanzan entre los autos!
También se ven peatonest que camii nan con la vista baja concentrada en el celular, y hasta algunos con auriculares, con los que es probable que su atención quede muy desconectada de los autos o las personas que los rodean. Es evidente que estos hábitos culturales se están extendiendo a buena parte de la población, y por eso es tan frecuente presenciar este tipo de situaciones.
En nuestra Escuela trabajamos mucho con las diversas eventualidades, porque entendemos que son los propios conductores los que tienen que acostumbrarse a utilizar otros hábitos mientras están al comando de sus vehículos, ya que es lógico pensar que este es un tema de difícil resolución, incluso con mayor control y sanciones por parte de las autoridades.
Soluciones lejanas
Es entendible que es casi imposible conseguir un adecuado control en todos los ámbitos y para todos los diversos aspectos mencionados. Tal vez la solución más efectiva sería que los propios fabricantes de celulares incluyeran dispositivos que impidan la utilización si se está en movimiento. Pero, aunque esté a su alcance dicha posibilidad tecnológica, parece poco probable porque iría en contra de los deseos de millones de usuarios en el mundo.
De tal modo, parece necesario un importante esfuerzo de comunicación para conseguir que los propios conductores se convenzan de que ese hábito no es conveniente.
Es imperioso que quienes conducen no pretendan, al mismo tiempo, “mantenerse conectados”. Es muy riesgoso y es muy posible evitarlo.
Creemos que lo mejor sería que los propios interesados se acostumbren a velar por su seguridad y por la de quienes los rodean.