Parabrisas

LA OTRA CARRERA: APUNTES DE UNA NOVELA INÉDITA

- Por SILVIA RENÉE ARIAS

Capítulo 6.

La tarde caía sobre Paul Ricard, Francia. La presentaci­ón del Ligier-Matra había terminado ese día de invierno de comienzos de 1981, y Arnoux Junior se encaminó hacia el box de Renault. Había poca actividad en los correspond­ientes a Alfa Romeo y Ferrari, también presentes en los ensayos. Sólo algunos mecánicos acomodaban el material utilizado durante la jornada.

Fue en el box de Ferrari donde Junior encontró a Gilles Villeneuve, que estaba de pie junto a un set de neumáticos. Se dieron un apretón de manos. Junior sabía que el canadiense venía de estar en Pra-Loup, una estación de deportes de invierno en los Alpes del Sur. Allí, en compañía del rallyman Jean-Pierre Nicolas, se había divertido como loco haciendo acrobacias con autos y camiones sobre el circuito de hielo. Era normal para él desafiar todas las leyes del equilibrio, puesto que se había criado conduciend­o motos de alta velocidad en la nieve. ‒¿Cómo estás, Gilles? ‒lo saludó. ‒Muy bien, gracias, ¿y tú? Gilles pensaba siempre que cuando un piloto tenía un auto para conducir, todo iba bien.

Era una sensación espléndida, incomparab­le. Pero lo calló. ‒Aquí estamos... ‒contestó Junior. ‒Tu padre me ha dicho que te gustaría ser piloto... ‒¿Eso te dijo? Bueno, no sé. Me parece que ya perdí mi tren...

‒Jacques quiere serlo, e incluso a Mélanie le encanta el automovili­smo ‒dijo Gilles entusiasma­do refiriéndo­se a sus dos hijos. ‒¡Qué bien! A propósito, ¿están en Montecarlo? La familia Villeneuve ahora residía en Mónaco, aunque Gilles vivía “a la americana” y pasaba la mayor parte del tiempo en Fiorano, la pista privada de Ferrari.

‒No, en Québec. Pasarán las Pascuas con mis padres y volverán a Europa a fines de mayo. Pasan allá dos meses al año. Queremos que tengan una escolarida­d formal y coherente.

‒Muy bien. ‒Tras una pausa, para volver al tema que había mencionado Gilles, Junior confesó, con pudor‒: La verdad es que la mecánica no me atrae demasiado. Veo a mi padre restaurar autos y todo eso, pero sólo me apasiona pisar fuerte al acelerador. Y con eso sólo no se hace un piloto.

‒Tienes razón. A mí también me encanta montar y desmontar motores de toda clase. Pero es cierto, nada se compara con el placer de conducir: es maravillos­o. No te imaginas lo que se siente cuando empiezas a darte cuenta, cada vez más rápido, cuando el auto progresa o no. ‒¿Y cómo te das cuenta? ‒Muy simple: cuando consigues controlar situacione­s irrecupera­bles que antes no hubieses podido dominar.

Junior hablaba con asiduidad sobre estos temas con su padre, pero sintió que Gilles lo decía de un modo único.

‒Claro que no siempre lo puedes dominar ‒agregó Gilles.

‒Como en Japón ‒recordó Junior, y se arrepintió de haber mencionado ese accidente ocurrido en octubre de 1977. Pero ya era tarde.

‒Fue una desafortun­ada serie de circunstan­cias ‒reflexionó el canadiense sin el menor atisbo de que le molestara hacer alusión al tema‒. Siempre pasa lo mismo en un accidente. Sentí que el auto se levantaba de atrás; me agaché en el habitáculo y esperé el final. Milagrosam­ente, no me hice nada. Un accidente así pasa tan rápido que uno no tiene tiempo de ver ni de reaccionar, y es mejor así.

Junior recordaba también que ese día murieron dos espectador­es japoneses, pero Gilles no había podido hacer nada, entre otras cosas porque estaba en estado de shock.

La mirada de Gilles se había vuelto glacial, después calurosa, y ahora era una conjunción perfecta de ambas caracterís­ticas. Entonces Junior vio a su padre en esos ojos. El parecido era desconcert­ante.

‒¿Y cómo ves el campeonato del mundo? ‒le preguntó, para cambiar de tema.

‒Le doy una importanci­a muy grande, pero no digo “voy a ser campeón y a continuaci­ón voy a retirarme”. Ya que me he fijado objetivos, intentaré ganarlo dos o tres veces.

Su compañero de equipo para este año era el francés Didier Pironi. Gilles no podía imaginar lo que la rivalidad con él significar­ía en la vida de ambos. Y en la historia de la F.1. Nadie podía saberlo todavía.

‒Pero por ahora tengo un proyecto con Walter Wolf para hacer un raíd a través de los Alpes ‒continuó Gilles‒ y pasar por donde ningún otro vehículo ha pasado jamás. ‒¿Con qué auto? ‒Con mi Bronco todoterren­o. A veces se divertía más haciendo eso que corriendo en Fórmula 1.

‒¿Y te gustaría participar en algún rally? ‒Sí, pero es imposible. ¡Si paso más tiempo en Fiorano que en casa!

De pronto, Junior recordó que al día siguiente Gilles cumplía treinta y un años.

Habían comenzado a alejarse juntos del box de Ferrari después de despedirse de los mecánicos, cuando Junior lo mencionó: ‒Mañana estás de festejo... ‒Así es. ‒¿Vas a volver a disfrazart­e de indio siux? Gilles se rio de buena gana. ‒No creo. Me gusta disfrazarm­e, pero tengo que decirte algo: jamás encontré indios en mi país. Todo eso no es más que un mito creado por ustedes, los europeos.

La risa de ambos resonó en el oscuro silencio de Paul Ricard.

 ??  ?? El Ligier-Matra se presentaba aquel día del invierno del 81.
El Ligier-Matra se presentaba aquel día del invierno del 81.
 ??  ?? Su compañero de equipo sería Didier Pironi: una increíble historia comenzaba...
Su compañero de equipo sería Didier Pironi: una increíble historia comenzaba...
 ??  ?? Gilles Villeneuve soñaba con ganar más de un campeonato del mundo.
Gilles Villeneuve soñaba con ganar más de un campeonato del mundo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina