Parabrisas

La Bugatti de los pobres

Con estos vehículos denominado­s cicloautos, la marca francesa conoció el éxito. Eran deportivos de bajo presupuest­o, pero sólidos y eficaces. Repasamos la génesis de estos sencillos autos en miniatura, y el destino de su creadora.

- Por Gustavo Piersanti

La industria automotriz francesa fue muy pujante desde el mismísimo comienzo de la automoción, a finales del siglo XIX, y durante gran parte de la centuria pasada. Lamentable­mente, solo un puñado de esas marcas logró sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial y la crisis del petróleo. En esta nota les contamos la historia de una de ellas, que en 2021 cumpliría cien años.

Comienzo auspicioso

El diseño de los automóvile­s Amilcar se debe al joven ingeniero francés Edmond Moyet, y el nombre de la firma al financiero Emile Akar (A-mil-kar); juntos fundaron la marca en Saint-Denis en 1921, aprovechan­do la entonces nueva legislació­n gala para el automóvil.

Inicialmen­te nacidos como “cyclecars” o “cicloautos”, sus productos no eran otra cosa que autos deportivos de bajo presupuest­o y discreto rendimient­o. Para aquella época se había dado forma a una normativa que definía con toda claridad el concepto de esta nueva tipología: vehículo automóvil de tres o cuatro ruedas, con un máximo de dos plazas incluyendo al conductor, cuyo peso máximo debía ser de 350 kilogramos, y con una cilindrada nunca superior a 1,1 litro.

Pero, a diferencia de otros de

su género, que asociaron ligereza con mezquindad técnica, los Amilcar pretendier­on ser sencillos autos en miniatura, pero sólidos y eficaces. Utilizaban, por ejemplo, chasis en escalera, ballestas semi-cantilever, puente trasero sin diferencia­l, frenos a tambor en el eje posterior y dirección de tornillo sin fin: todas caracterís­ticas muy similares a las que presentaba el Citroën C3 5CV, en cuyo proyecto había colaborado el propio Moyet.

El motor ‒concebido y realizado por la marca‒ era también muy simple, pero eficiente. Se trataba de un tetracilín­drico de 903 cm³ con válvulas laterales, sin bomba de aceite y con arranque por manivela. Este motor, que rendía 17 caballos de fuerza, iba acoplado a una caja de cambios de tres velocidade­s. Gracias a su escaso peso, el primer Amilcar, denominado CC, lograba prestacion­es impensadas para un cicloauto.

A Edmond Moyet y Emile Akar pronto se les unió André Morel, gran piloto de carreras, quien los convenció de la excelente imagen de marca que proporcion­arían los even

tuales

éxitos en las competenci­as. Así, ya en 1922, con un Amilcar casi de serie, Morel triunfó en la Bol d´Or Auto y el campeonato de Francia de la categoría, humillando a sus principale­s rivales, los Salmson.

Amilcar resultó así una de las marcas emblemátic­as de este tipo de autos, pero envalenton­ados por los éxitos logrados, sus dos creadores decidieron dar un paso más, y en 1923 se produjo el punto de ruptura en el que la firma, al sobrepasar el peso de 350 kilogramos en sus creaciones, dio el salto de una categoría que dominaba a otra que tenía poderosos dominadore­s.

De calle y de carrera

De esta forma, Amilcar abandonó definitiva­mente el nicho de los cicloautos para adentrarse en el mercado de los convencion­ales, que contaba con marcas francesas, alemanas y británicas de renombre. Con los modelos siguientes, los CS y C4, la cilindrada aumentó a 980y1.004 cm³, respectiva­mente, y con ella también se incrementa­ron, lógicament­e, la potencia y el peso en orden de marcha. En 1924 llegó el modelo CGS (Châssis Grand Sport), cuyo motor de 1.074 cm³ con válvulas a la cabeza erogaba 33 caballos de fuerza, con los que debía mover los 550 kilos que pesaba en vacío.

Como queda dicho, Amilcar había nacido como una fábrica de vehículos económicam­ente accesibles, y casi sin quererlo, en muy poco tiempo, se veía incorporad­a a la élite de los automóvile­s deportivos.

En 1926 llegó la versión mejorada, denominada CGSS (Châssis Grand Sport Surbaisse). Compartía motor y peso con el CGS, pero se distinguía por su estilo compacto, era más bajo y con menor distancia entre ejes, su pequeña calandra estaba muy separada del radiador y sus grandes frenos de tambor aparecían por vez primera en las cuatro ruedas. La carrocería llevaba el anagrama de Dumont, pero las había similares que solo enarbolaba­n el de Amilcar, porque el carrocero trabajaba tanto por cuenta propia como para la marca. Por otra parte, el Azul Francia era el color más común en los CGSS, resaltando la vocación de competició­n del modelo. Los guardabarr­os (tipo bicicleta), las crucetas que los sujetaban, la rueda de repuesto en el costado, la popa “Bordino” y los bajos de la carrocería perforados eran caracterís­ticas comparti

das con otros deportivos carrera-cliente de la época, como los Bugatti; de hecho, a Amilcar se la apodaba “La Bugatti de los pobres”. En el interior también había varias similitude­s, como un fabuloso cuadro de mandos sobre una plancha de aluminio cepillado en el que se ubicaban anárquicam­ente los relojes y las perillas de mando, de neto corte Bugatti.

El 9 de mayo de 1926, en una jornada de récords en Arpajon, Amilcar se adjudicó ocho marcas mundiales con su voiturette de 1.100 cm³; entre ellas, la del auto más veloz, registrand­o una velocidad máxima de 197,422 km/h. Paralelame­nte a estos refinados y exitosos autos de competició­n, seguía ofreciendo autos de turismo; el modelo E con motor de 1.580 cm3 fue seguido por el L (con motor cuatro cilindros de 1.187 cm³), y la serie M, compuesta por los M, M2, M3 y M4, todos con motores de entre 1,25 y 1,7 litros.

La década del debacle

En 1929, intentando dar un salto de calidad, Amilcar presentó el C8: como su nombre lo indica, montaba un motor de ocho cilindros. Se ofrecía con carrocería­s sedán, coupé y cabriolet, en pos de hacerle frente a los Delage y Panhard y Levassor. El impulsor de 2.330 cm³ y árbol de levas a la cabeza podía entregar nada despreciab­les 58 HP, pero la poca fiabilidad hizo que las ventas no despegaran como se había pre

 ??  ?? El Amilcar CC fue el primer modelo presentado por esta poco conocida marca gala. El de la foto, es un ejemplar de 1921.
El Amilcar CC fue el primer modelo presentado por esta poco conocida marca gala. El de la foto, es un ejemplar de 1921.
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 ??  ?? Sobre estas líneas, un CGS de 1925, con su curiosa disposició­n de guardabarr­os integrales.
Sobre estas líneas, un CGS de 1925, con su curiosa disposició­n de guardabarr­os integrales.
 ??  ?? Postal de un Amilcar M2 Falso Cabriolet de 1930.
Postal de un Amilcar M2 Falso Cabriolet de 1930.
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 ??  ?? Arriba, un par de Amilcar C6 1927 posando antes de comenzar su participac­ión en Brooklands. Al medio, el modelo Compound de 1937, modelo ya fabricado bajo la tutela de Hotchkiss. Al lado, el tablero de los Amilcar de carrera era muy similar al de las Bugatti Grand Prix.
Arriba, un par de Amilcar C6 1927 posando antes de comenzar su participac­ión en Brooklands. Al medio, el modelo Compound de 1937, modelo ya fabricado bajo la tutela de Hotchkiss. Al lado, el tablero de los Amilcar de carrera era muy similar al de las Bugatti Grand Prix.
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 ??  ?? Amilcar C4 de 1925 con carrocería enterament­e en aluminio sin pintar. También se ofrecía con carrocería mixta: chapa y madera. El primer motor de seis cilindros de Amilcar; era una joya.
Amilcar C4 de 1925 con carrocería enterament­e en aluminio sin pintar. También se ofrecía con carrocería mixta: chapa y madera. El primer motor de seis cilindros de Amilcar; era una joya.
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