Parabrisas

CLÁSICO Ghia: la era supersónic­a

Así como en la década del 20 la industria aeronáutic­a contagió a los fabricante­s, en los años 50 fueron la era del jet y la escalada aeroespaci­al los factores que tuvieron gran influencia en muchos diseñadore­s de autos.

- Por Gustavo Piersanti

La llegada de esta saga de autos de competició­n supersónic­os nació en el tablero del diseñador freelance Giovanni Savonuzzi. A raíz de un pedido de Virgilio Conrero, quien había recibido por parte de un corredor suizo el encargo de un auto muy aerodinámi­co y liviano para competir en la Mille Miglia, Savonuzzi tomó un Alfa Romeo 1900 para dotarlo de una piel de aluminio muy perfilada.

Para fabricarlo se optó por las instalacio­nes turinesas de Ghia, una firma carrocera destacada por la calidad de terminació­n de sus productos. Desgraciad­amente, este one-off tuvo una vida extremadam­ente corta, ya que en la primera etapa de la edición 1953 de la mítica carrera italiana que unía Brescia con Roma, el piloto estrelló su máquina, que se incendió completame­nte. Sin embargo, su diseño había cautivado a muchos de los que lo habían visto, como fue el caso de Luigi Segre, director comercial de Ghia, que contrató a Savonuzzi para fabricar una serie muy chica de su diseño, pero adaptada

para el uso en las calles.

Para ello cambiaron de plataforma, eligiendo la del Fiat 8V (Otto Vu), que era la más accesible de las ofertas entre modelos italianos. Si bien el Fiat era más económico que un Alfa Romeo, una Maserati o una Ferrari, su ingeniería era de vanguardia, con chasis tubular y modernísim­a mecánica. Su motor “Tipo 104” estaba en posición delantera a 70º; era un V8 de dos litros capaz de entregar 104 CV de potencia (luego fue llevado a 125 CV), gracias a la ali

mentación por medio de dos carburador­es Weber 36 DCF3. Esa potencia era llevada a las ruedas posteriore­s a través de una caja de cambios de cuatro 4 velocidade­s más reversa. Su velocidad máxima oscilaba entre los 190 y los 207 km/h, con una aceleració­n de 0 a 100 km/h en 10,5 segundos. Para tales prestacion­es, el auto contaba con

cuatro tambores hidráulico­s Alfin y suspensión independie­nte en las cuatro ruedas.

Exteriorme­nte impactaba por un largo capó y un frontal dominado por dos ópticas de gran tamaño a las que se sumaba un juego de faros de profundida­d en una parrilla ovalada de cuatro cuadrantes. El lateral se destacaba por una nervadura de generoso grosor con forma de perfil alar, que reforzaba la línea de cintura. El remate quedaba dominado por los faros traseros, que emulaban las toberas de un avión a reacción y sobresalía­n de la carrocería, efecto enaltecido por unas aletas elevadas y la ausencia de paragolpes. Interiorme­nte contaba con poco espacio, por lo que se recurrió a retrasar el asiento del acompañant­e a fin de generar lugar para los brazos de los ocupantes de ambas plazas.

El tablero contenía dos grandes relojes (velocímetr­o y tacómetro) en formato de C y opuestos entre sí. Otros dos cuadrantes en el centro de la plancha alojaban otros relojes para controlar el funcionami­ento del impulsor. Con una longitud de poco más de cuatro metros de largo, estos autos no llegaban a marcar 1.000 kilos en la balanza.

Doce de los 114 Fiat 8v fabricados, recibieron carrocería­s supersónic­as de Ghia, pero la historia no termina allí.

Los supersónic­os ingleses

Delecroix, importador de Ja

guar para Francia, recibió por parte de un importante empresario de Lyon el pedido de dos XK120 con esa fabulosa carrocería supersónic­a. Y trasladó el encargo a Ghia, enviando a Turín dos ejemplares de serie con volante a la izquierda. Estéticame­nte habí a leves diferencia­s entre sí: uno de ellos tenía el agregado de unos pequeños paragolpes de dos piezas tanto adelante como

atrás, mientras que el otro era como los Fiat: la parrilla tenía más divisiones, pero eran distintas entre los dos ejemplares.

También en el habitáculo ambos Jaguar lucían un tablero más conservado­r que el de los Fiat, con cinco relojes circulares frente al conductor (dos grandes: velocímetr­o y tacómetro más reloj horario, y tres chicos: nivel de combustibl­e, voltímetro, y termómetro compartido de agua y aceite). Las butacas iban apareadas, y el comando de caja era más corto gracias a la diferente posición de la caja de cambios.

Uno de esos ejemplares fue beneficiad­o con la preparació­n del motor por parte de Conrero; al seis cilindros en línea de 3.442 cm³ se le mejoró la culata y se lo alimentó con tres carburador­es Weber en lugar de los dos SU que traía originalme­nte.

Estas modificaci­ones le permitiero­n aumentar la potencia transmitid­a a las ruedas traseras de 160 a 220 caballos, convirtien­do a este ejemplar en uno de los autos más rápidos del momento. La unidad con el motor mejorado fue exhibida en los Salones del Automóvil de París y de Londres de 1954, y las crónicas de la época indican que fue todo un éxito.

Sin embargo, Delecroix nunca pagó la factura de estos dos autos, por lo que el importador vendió rápidament­e uno y conservó el ejemplar de exhibición hasta 1969, año en que cerró la firma.

El tercer ejemplar británico de la saga de supersónic­os fue el de Harry Schell, un piloto estadounid­ense radicado en París, que no solo tenía pasión por las carreras de autos, compitiend­o durante la década del cincuenta con marcas como Talbot-Lago, Maserati, Gordini, y Vanwal, sino que además tenía una pequeña colección de autos excepciona­les para su uso particular.

Entre ellos se destacaba el Aston Martin DB2/4 Mark II Supersonic de 1956. A diferencia de los otros catorce ejemplares fabricados, la carrocería del Aston era más espaciosa. Los carroceros de Ghia fueron capaces de modificar impercepti­blemente el diseño original de Savonuzzi, logrando un perfil algo más alto y ancho. Esto posibilitó que las butacas delanteras estuvieran apareadas y no desfasadas, ganando en comodidad para el uso diario.

Por otra parte, el Aston Martin Supersonic se distingue por la adopción de paragolpes enterizos delantero y trasero en función de la seguridad, la ausencia de los faros de profundida­d y el agregado de una entrada de aire extra debajo del paragolpes frontal. Y mantenía el motor Lagonda de serie, un 6 cilindros en línea de 2,6 litros capaz de entregar 165 CV.

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 ??  ?? La mayor parte de los Ghia Supersonic fueron creados a partir del Fiat 8V (Abajo).
La mayor parte de los Ghia Supersonic fueron creados a partir del Fiat 8V (Abajo).
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La atención a los detalles y la esmerada terminació­n eran una marca registrada del carrocero Ghia.
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A finales de 2020 se vendió uno de los Fiat Supersonic existentes en un valor levemente superior a los dos millones de dólares.
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El Aston Martin (auto blanco) tenía el techo más alto que los Fiat y Jaguar (auto rojo).
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Arriba, el auto realizado por Savonuzzi para correr la Mille Miglia. La luneta que invadía el techo fue lo único que no se conservó en los autos de serie.
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