Igualdad de género no es lo mismo que cupo del 50%
Antes del Concilio de Trento, se consideraba a las mujeres seres sin alma. Después de este concilio fuimos seres con alma. Hasta la constitución de 1853, no teníamos derecho a la educación, a la salud, etc. Luego de ésta, los adquirimos. Pero había una particularidad: no podíamos elegir ni ser elegidas. Recién en 1949, con Eva Perón, se sanciona la ley de sufragio femenino, lo que permitió que las argentinas sufraguen por primera vez en 1951.
En 1991, la ley de cupo femenino habilitó a mujeres para cargos electivos. Sin embargo, las mujeres siempre fueron confinadas por el machismo cultural a tareas secundarias. Para nombrar algunas de estas tareas, podemos mencionar a secretarias de acción social o de cultura o “vices” en organizaciones sociales, cooperativas escolares, asociaciones hospitalarias, etc.
Estas instituciones se fueron poblando de mujeres, en cambio, en las organizaciones donde se disputa y distribuye poder, el predominio de los hombres es muy elevado
Si bien la ley provincial de igualdad de género fue lograda en Córdoba en el 2000, es una ley de discriminación positiva que permitió tener concejalas, diputadas y presidentas en distintos colegios profesionales.
Sería importante que la ley nacional se ampliara no solo a cargos electivos. También sería bueno que se exigiese para cuerpos colegiados, profesionales y gremiales. En el área gremial, aunque haya mayoría de afiliadas mujeres, como en los sindicatos docentes y los de salud, siempre la conducción
descansa en manos masculinas.
El otro detalle importante sería que, frente a una vacante el reemplazo sea del mismo género para evitar arreglos
non sancto.
Hace 17 años somos la única provincia del país con ley de igualdad de género. La cuestión género nos atraviesa en un sentido amplio. Las reivindicaciones por las que luchamos las mujeres transitan en diferentes lugares y estructuras de nuestra sociedad. Se trata de pensarnos como mujeres, de darnos un espacio dentro de la cotidianeidad para entender qué lugares ocupamos y los roles que cumplimos. Solo una deconstrucción cultural nos permitirá obtener la dignidad a medida y semejanza de los derechos que históricamente merecemos.