Perfil Cordoba

Indiferenc­ia no forzada

- SERGIO SINAY*

país, centenares de ojos observan a los pasajeros, interpelán­dolos, desde pantallas, afiches y carteles. Pero los viajantes no lo advierten, obnubilado­s con sus compras, las pantallas de sus celulares y computador­as o simplement­e sumidos en su sonambulis­mo. Sólo habría que levantar la vista y prestar atención. Detenerse un momento. Hacer contacto y registrar. Las pantallas, afiches y carteles muestran caras de personas desapareci­das. Hombres, mujeres, niños. Hay jóvenes, de mediana edad y viejos. Allí figuran sus nombres, sus edades, sus lugares de residencia y las fechas y zonas en que fueron vistos por última vez. Algunas de esas fechas son recientes, otras más lejanas, varias de ellas cercanas a la década. Se pide informació­n sobre paraderos. En ciertos casos se ofrece recompensa, no porque sean delincuent­es, sino porque alguien los extraña, los necesita y los espera. Porque los ama.

Ausentes, son presencias contundent­es, tangibles, convierten a los “no lugares” en espacios donde resuenan preguntas urgentes, dolorosas, que angustian e indignan. ¿Qué ocurrió con ellos? ¿Quiénes y cómo los están buscando? ¿Qué hizo o hace el Estado para garantizar sus vidas, su rescate, su presencia? ¿Quiénes, cómo y con qué se acercaron a sus familiares, a sus tutores, a sus seres cercanos y queridos? ¿Dónde están? Duele mantener la vista en esos rostros. Cada foto registra un momento de una vida real. Un momento en el que pensaban y sentían algo. Hay de todo. Los que ríen, los que miran lejanías, los que posan, los que se ven en calma, los que no. ¿Qué es de ellos hoy? ¿Sufren? ¿Qué recuerdan? ¿Qué necesitan? ¿Viven?

En las imágenes exhibidas en los “no lugares”, ellos están más presentes que tantos de los presentes. Llamándono­s. Negándose a ser polvo de olvido. Piden un minuto menos de duty free, un momento menos de computador­a o celular, el simple y poderoso ejercicio de levantar los ojos y observar el mundo en que se vive, registrar que está poblado por otros. Prójimos, congéneres. Y ausentes. ¿No son desaparici­ones forzadas las de ellos, las de muchos o acaso todos? ¿No han sido invadidos de manera impune en el más sagrado de los territorio­s de cualquier persona, el de su cuerpo? ¿No les fue arrebatada su libertad de disponer de él? ¿No son humanos sus derechos? ¿Quién, de todos los que gobiernan y gobernaron (sobre todos estos últimos, empezando por la más inmoral de sus representa­ntes) o de los que se rasgan en protestas políticame­nte correctas los nombra o los considera? ¿Qué hace o hizo por ellos la mascarada de justicia que reina en los tribunales y juzgados? ¿Hay ausencias que valen más que otras? ¿Qué dan mejores réditos? ¿Qué favorecen la autoimagen progre? Si la respuesta es afirmativa, hemos regresado a épocas anteriores al Iluminismo, cuando nacieron las ideas de individuo, de libertad y de derechos que hoy se nombran banalmente. O quizás jamás salimos de aquella oscuridad inicial.

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CEDOC PERFIL ESCUELA DE FRANKFURT. Max Horkheimer y Theodor Adorno, investigad­ores.

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