Perfil Cordoba

El hombre invisible

- LAURA ISOLA

Si la premisa del fotógrafo Robert Cappa, esa que dice “si la foto no es buena es porque el fotógrafo no estuvo lo suficiente­mente cerca del hecho” fuese cierta, todas las fotos de Víctor Bugge deberían serlo. Bugge fue y es el fotógrafo de Presidenci­a: desde 1978, en forma ininterrum­pida, ocupa el altillo de la Casa Rosada, donde se encuentra la parte de fotografía. Ergo, sus fotos son buenas. Pero hay un método empírico para comprobar tal deducción: sus imágenes tomadas en tantos años y un libro de tres tomos que publicó hace un tiempo. El período militar, cuando tanto las fotos como la atmósfera eran en blanco y negro. Después, la democracia: Alfonsín en Chascomús, con su madre, con su mujer, en el balcón, los levantamie­ntos militares de Rico y Seineldín, la hiperinfla­ción y el Pacto de Olivos. La caminata con Menem; esos dos hombres de espaldas, como yéndose del cuadro. Menem a todo color. Fotos con la familia, fotos sin ella. El despliegue físico (en todo sentido). El velatorio de Néstor Kichner y la mano de Cristina sobre la tapa del cajón. Sólo por mencionar algunas de ese repertorio. Pero, se sabe, que no hay nada más aburrido que la fotografía oficial. Que un corte de cinta es igual a otro y al siguiente. Que el protocolo es el protocolo. Entonces, Víctor Bugge pudo hacer este relevamien­to porque, además de estar en el lugar preciso en el momento justo, modificó la forma de hacer fotos desde el Estado. Con elegancia sorteó los pedidos y con gracia se apartó de la confianza. Trató de no recibir pedidos. Pudo estar cerca porque se hizo invisible.

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