Un comercio que surge en las profundidades de Internet y que elude todos los controles
No hay investigación sobre la ruta del dinero y el modo de comercialización de este tipo de drogas. Es, quizás, lo más original y llamativo del negocio. Las transacciones de las drogas se realizan por la Deep Web, el espacio de Internet que engloba toda la información a la que no es posible acceder públicamente; por ejemplo, páginas que requieren pagos para autorizar el acceso, contenidos de correos electrónicos y documentos almacenados en Dropbox. Dentro de ese gran espacio está la Dark Web, porción de Internet que oculta a los motores de búsqueda las di- recciones de IP que son enmascaradas y accesibles solo con un navegador web especial. De allí la imposibilidad de establecer la trazabilidad de las transacciones. Así como para navegar libremente se usan navegadores como el Chromme, para ingresar a estos sitios profundos y oscuros de Internet se usa otro navegador, llamado Tor. Si bien es necesario cierto nivel de conocimientos informáticos, no presenta demasiadas dificultades para su uso. Una vez adentro, las huellas del comercio ilegal desaparecen.
Sebastián Amaya explica que en esos ciberespacios hay sitios de e-commerce legales, aunque “también pululan los ilícitos como compra de órganos, drogas, armas e incluso se trafican personas”. Es en estos sitios donde se adquieren.
El pago, con criptomonedas. El bitcoin es la criptomoneda por excelencia, que no solo es de cada vez más fácil acceso, sino que está generando un boom para ahorro e inversión. Amaya sostiene que “la compra es anónima en un sitio de e-commerce. Solo aparecen los datos del lugar donde se pretende recibir el envío. Es ahí donde intervenimos, ya que esos pedidos se materializan por un canal formal que es donde secuestramos la sustancia estupefaciente”.
El bitcoin es un instrumento monetario que no está regulado. El primer comprador puede ser rastreable, pero si se transfiere el dominio, no es posible asociar a una persona. Según su definición, es una moneda digital que permite transacciones entre particulares sin estar mediada por ninguna autoridad, como un banco o un gobierno.
Los entendidos aseguran que se trata de instrumentos seguros porque son billeteras digitales donde nadie puede acce- der sin una clave con combinación de números y letras no descifrable de manera aleatoria. El respaldo está dado en la escasez matemática, ya que se van creando (minando es el término equivalente a la emisión) en cantidades limitadas y en el uso creciente porque resulta más ventajoso que las transferencias internacionales de dinero. “La comercialización y el pago es la cadena menos explotada. Con Aduana llegamos a la persona que compra la sustancia, pero que no siempre coincide con quien pagó la transacción”, concluye el funcionario.