La supergrieta de las dos Coreas
Y hasta hace pocas décadas estaba prohibido que pudieran tomar clases con profesores particulares para que los hijos de los más ricos no tuvieran ventajas sobre el resto. La sociedad está cambiando, pero hasta no hace tanto la mayor causa de muerte en menores de 40 años era el suicidio, en su mayoría de jóvenes que se arrojaban desde un edificio por no poder aprobar un examen.
En la generación anterior a la actual se estudiaba un idioma memorizando una página del diccionario por día, y prendiéndola fuego al terminar para comerse las cenizas (sic) como símbolo de introyección permanente de ese conocimiento (y de masoquismo). Otro elemento increíble es que actualmente las chicas estudian, proporcionalmente en relación con otros países, mucho más que los chicos y la explicación oficial es que los chicos coreanos no se interesan por chicas que no sepan matemáticas. Y levantarse tarde, aun los días que no hay colegio, es considerado socialmente haraganería.
En la filosofía confucionista, los maestros están en el vértice de la pirámide social y la mayor autoridad, que se ejercía también con golpes a los alumnos que no sacaban buenas notas. Recién en 2011 se prohibió que los maestros les pegaran a los alumnos, pero previamente había madres que llevaban un palo para que el maestro lo usara con su hijo cuando no estudiaba (sic, nuevamente). Hoy esa obsesión por el conocimiento de los hijos se expresa en familias que se endeudan para que estudien en los colegios más caros, a la espera de cosechar parte del éxito de sus descendientes. Corea fue asimismo el primer país del mundo en el que todas las escuelas primarias y secundarias tuvieron acceso a internet, y también el primero donde, en cada hogar, hubo 100 gigas de ancho de banda. El año próximo, para las Olimpíadas de Invierno, todo el país completará su conexión telefónica de 5G.
La telecomunicación y las industrias culturales son otras de las obsesiones de Corea del Sur, y atribuyen su creación a la necesidad de encontrar nuevas fuentes de ingreso frente a la crisis asiática de 1997, que llaman “crisis del FMI” porque ese año tuvieron que “pasar la vergüenza nacional” de refinanciar su deuda y, como el Fondo Monetario Internacional sólo les permitió refinanciar la mitad, tuvieron que hacer un severo plan de ajuste. El orgullo nacional resultó tan herido que las mujeres de mejor posición económica donaron sus anillos, medallas y distintos objetos de oro para ayudar al país a pagar su deuda. Y la cancelaron en su totalidad con cinco años de anticipación.
El confucionismo es el más estresante sistema de creencias del mundo, pero también es gran parte de la explicación del fenómeno único de crecimiento de Corea del Sur y el gran constructor de la grieta con sus ahora hermanos pobres de Corea del Norte, que se quedaron en el 45. Los habitantes de Alemania Occidental tuvieron que hacer esfuerzos durante más de una década para ayudar a equiparar a los habitantes de Alemania Oriental, pero en la reunificación habían pasado 45 años desde el fin de la guerra, mientras que en Corea pasaron más de 70 y pronto no quedará nadie vivo que recuerde la situación previa a la separación. ¿Querrá esta generación de surcoreanos esforzarse aun más durante una década para ayudar al desarrollo de una eventual Corea reunificada?
Hay otras causas que las mantuvieron separadas, haciendo de una anomalía la norma. Una Corea unida sería una amenaza militar para China porque comparte casi toda su frontera y es el país más pronorteamericano del mundo. Y una amenaza económica para Japón porque, si ya hoy Samsung y LG, también coreana, lideran el mercado mundial de electrodomésticos, las japonesas Honda y Nissan verían su competencia incrementada por el crecimiento de las coreanas Hyundai o KIA.
Eso es lo que hasta ahora ha permitido que Kim Jong-un y su padre Kim Jong-il pudieran hacer que Corea del Norte sobreviviera al colapso del comunismo en todo el mundo. Pero el retraso se hace cada vez más contrastante frente al éxito económico de Corea del Sur, y dado que el actual dictador norcoreano tiene sólo 33 años, sabe que no tendrá la suerte de su padre y su abuelo de poder finalizar su vida con el mismo régimen y debe hacer algo que puede terminar en suicidio o, lo que se argumenta más lógicamente, buscar una negociación con Estados Unidos (cada vez menos probable a esta altura) para que ayude a desarrollar una economía capitalista levantando las sanciones internacionales que pesan sobre Corea del Norte. En ese caso, ¿podrán los norcoreanos recuperar la disciplina confuciana de sus hermanos del sur?
Un ejemplo: en una reunión en el principal canal de televisión surcoreano –KBS–, sus directivos me pidieron disculpas porque el personal de la empresa estaba de huelga, pero no por aumento de sueldos sino a raíz de que el sindicato solicita que se despida a los directivos porque durante el gobierno de la recientemente derrocada presidenta Park Geun-hye se hizo “periodismo militante”. Y en el hall de ingreso del segundo canal de televisión de Corea de Sur, MBC, hay un enorme cartel del sindicato de periodistas, que protesta porque las malas prácticas de sus directivos hicieron que el pueblo coreano no creyera más en MBC y anuncia su lucha por “recuperar el corazón del pueblo”.
La ex presidenta Park Geun-hye fue destituida durante su segundo mandato, el 10 de marzo pasado, en un impeachment igual al de Dilma Rousseff en Brasil, pero en Corea se llamó a elecciones anticipadas y la ex presidenta fue llevada presa, con esposas, por la policía. La acusación es la misma que en Brasil: corrupción con las grandes empresas, y el CEO de Odebrecht no está en la cárcel. En cambio, en Corea está preso el CEO de Samsung, sin que por eso la empresa se vea afectada ya que la enorme mayoría de sus ventas son exportaciones fuera de Corea (hasta los microchips del iPhone son de Samsung).
La grieta argentina llegó al clímax cuando fanáticos antikirchneristas catalogaron al periodismo profesional que también critica a Macri como representantes de Corea del Centro, asimilando de alguna manera al kirchnerismo al “imperio del mal” que representa Corea del Norte. La sede del gobierno surcoreano es la Casa Azul, en lugar de rosada, y nuestra ex canciller Susana Malcorra fue la mano derecha del secretario de las Naciones Unidas coreano, Ban Ki-moon; se podría comparar nuestra tragedia ferroviaria de Once con la del ferry coreano que en 2014 se hundió, con centenas de víctimas, por negligencia de su conductor, y hasta a la ex presidenta Park Geun-hye con Cristina Kirchner, pero a la Argentina le falta mucho para parecerse a Corea del Sur, país que despierta enorme envidia por sus logros pero con una filosofía de vida inimitable, dado nuestro carácter sureuropeo.
Seguiría escribiendo sobre éste, mi tercer viaje a la fascinante Corea, pero no hay más espacio y aterriza el avión en la escala, justo a tiempo para enviar el texto. Seguramente, los acontecimientos mundiales me harán volver al tema.