“Este plan económico es vulnerable”, aseguró en el reportaje de Fontevecchia.
El economista, referente del liberalismo clásico y cofundador del PRO en 2005, pone la lupa sobre el Gobierno. La ideología de Macri. Qué es Cambiemos. Y el caso Maldonado.
—La desaparición de Maldonado y la Gendarmería se han convertido en dos temas polémicos y excluyentes para la sociedad. ¿Cómo era la situación de la fuerza cuando usted era ministro de la Alianza?
—En aquel momento ni la Gendarmería ni Prefectura estaban en el orden organizativo de Defensa, dependían del Ministerio del Interior. Yo creía entonces lo mismo que creo hoy: las fuerzas de Seguridad están completamente disciplinadas al poder civil y los problemas que eventualmente pudieran suceder de ninguna manera son atribuibles a la fuerza en su totalidad. Las veo disciplinadas, sin autonomía para actuar en una acción que se aparte de la legalidad. Puede haber casos de personas que cometan excesos o barbaridades, eso pasa en cualquier país del mundo. Pero no veo que pueda haber una pérdida de control del gobierno civil sobre las fuerzas, ni armadas ni de seguridad.
—¿Cómo piensa que será la evolución del caso?
—Lo que más necesita esta sociedad, y más que la sociedad el Gobierno, es saber qué ha ocurrido. No debe haber nadie más interesado que el Gobierno en que este caso se resuelva con la mayor claridad y transparencia. No veo nada que le resulte más beneminar ficioso. Por la naturaleza de este gobierno, por sus valores, no creo posible que lo haya ordenado. Pienso que subestimaron las consecuencias de un episodio de este tipo. Desde el comienzo debió atenderse de otra manera, en la opinión pública, en la búsqueda de una respuesta. Es un tema complejo y no sólo en Argentina. Lo es en Chile también, donde hubo infinidad de incidentes. Resolver esta cuestión es un tema importante para ambos países.
—¿Lo hicieron por ignorancia? ¿O no estaba en su agenda?
—No percibieron el riesgo de que algo así se utilizara políticamente, lo cual creo que estuvo muy mal. La utilización de una desaparición de una persona repugna a la sociedad, eso no debería ser utilizado faccionalmente. Que eso haya pasado da una idea de los problemas y las patologías que aún tiene nuestro régimen institucional. Que forme parte de la competencia electoral, o le atribuyan al Gobierno la intención de elia elementos conflictivos, da una sensación de que hemos perdido el espacio en común, el valor de la concordia. Concordia son corazones sonando al unísono. Cuando la sociedad se polariza, el sistema político deja de funcionar. Se considera al otro como enemigo, se piensa en términos de liquidarlo, de no aceptar su legitimidad. El sistema democrático requiere una lógica de alternancia, que es su mecanismo de control y balance. Perder ese atributo sería un problema muy serio para Argentina.
—Usted se refirió al problema en común que tienen Argentina y Chile respecto de los pueblos originarios, pero cuando dijo que el tema trascendía al país pensé en Estados Unidos, cuando la policía reprime con barbarie y mata a una persona de color. ¿Se trata de un tema de todas las fuerzas de seguridad?
—En la zona cordillerana es un tema al que se le debe prestar atención. Si tuviera que hacer una sugerencia, que recuerdo habérsela hecho a un importante político chileno, es mirar el ejemplo de Nueva Zelanda. Ellos integraron a los maoríes muy inteligentemente. Entonces no inventemos cosas, miremos las experiencias de otros y bajemos la tensión. Siempre habrá grupos extremistas. Son muy minoritarios y por eso recurren la violencia. El problema entra en otro campo que debemos enfrentar: cómo aislar a los grupos más extremistas.
—Pero lo que aquí escala políticamente no es el tema de los pueblos originarios. Lo que está en el centro de la discusión es si las fuerzas de seguridad de este gobierno van a actuar con una actitud diferente, porque hechos como éste se puedan repetir ya no con un pueblo originario sino en una manifestación urbana.
—No estoy de acuerdo.
—La discusión de fondo es ésa.
—Es un tema complejo y tiene varios matices. Acepto que la discusión acá si es factible o no que la fuerza se haya salido del control del gobierno. Pero yo estoy convencido que no es así. Imaginar que el Gobierno lo haya ordenado sería una monstruosidad.
—¿Puede haber un problema de comunicación interna que haga que hechos como éste puedan repetirse en el futuro?
—El caso está siendo auditado por toda la división de poderes, por el sistema judicial, hay una fiscal actuando, un juez y hasta donde sé, el gobierno de Chubut es querellante. Además, hay un esfuerzo de la prensa libre por auditar lo que sucedió. Puede que haya algún individuo que se descontrole, pero la idea de algo así pueda repetirse en una sociedad abierta como la nuestra no me resulta factible.
—Lo que planteo es una recurrencia en un tema muy delicado por los miles de desaparecidos que tuvo la Argentina. Cuando usted tenía una alianza con Macri, él dejó de apoyar a Sobisch cuando la policía de Neuquén mató al maestro Fuentealba en una manifestación. Duhalde llama a elecciones anticipadas después de las muertes de Kosteki y Santillán…
—La sociedad es sensible a estos hechos. Pero al contrario de los casos que citó, acá no tenemos ninguna evidencia, ni siquiera del exceso personal. El caso de Kosteki y Santillán fue probado y se ejerció la acción punitiva. El de Fuentealba fue juzgado. En este caso no hay esos elementos de juicio y me parece que presumir su existencia sería un error. Cuando se va a ejercer el monopolio de la fuerza en manos del Estado legítimo, es fundamental la manera en que se lo instrumenta. Hay dos cosas que se deben enfatizar: el entrenamiento y
“Lo que más necesita esta sociedad, y sobre todo el Gobierno, es saber qué sucedió con Santiago Maldonado.” “No creo que lo mejor sea reelegir a Macri. Prefiero a alguien sin el desgaste de lo que
no habrá hecho”