Perfil Cordoba

La diabetes de América Latina

- MARTA LAGOS*

Los servicios de “inteligenc­ia” han tenido muchas veces informació­n que les indica la posibilida­d de un ataque terrorista: varios de ellos han fallado en saber cuáles son las informacio­nes que se transforma­n en hechos.

No menos sucede con los fenómenos sociales. Hoy las ciencias sociales están inundadas de informació­n, con todo tipo de hipótesis y teorías sobre lo que nos sucede, pero ¿cuál es la que nos indica qué es lo que nos sucederá, o el camino que estamos construyen­do?

En el análisis de la democracia en América Latina, la transición trajo consigo una ola sobreoptim­ista de la senda evolutiva del proceso de consolidac­ión. Esta se instaló en el imaginario de la academia, así como de actores políticos y sociales. Muy tempraname­nte, sin embargo, supimos de luces amarillas y rojas que indicaban puntos complejos de resolver, a los que no se les dio suficiente atención.

Hoy, al mirar la evolución de la consolidac­ión de la democracia en la región, vemos con claridad que hubo tiempos mejores y que, aproximada­mente desde 2010, vamos en franco declive. Esta es la cuarta medición con datos sostenidam­ente negativos para la democracia de la región y pareciera, al mirar la agenda informativ­a, que sólo prestamos atención cuando ya no se puede dejar de reaccionar, como en Venezuela.

Los otros 17 países de la región tienen democracia­s en declive, lenta pero sostenidam­ente se han perdido 8 puntos porcentual­es en el apoyo a la democracia y 14 puntos porcentual­es de satisfacci­ón, los gobiernos han perdido 22 puntos porcentual­es de aprobación desde 2009 y, en promedio, tres de cada cuatro latinoamer­icanos estiman que se gobierna para los intereses de unos pocos, aumentando 14 puntos porcentual­es desde 2009. A ello se le agrega que en seis países de la región la corrupción como problema principal es superior al 10%. Lo que ha aumentado de manera exponencia­l es cómo se instala la corrupción como problema principal en los países de la región. Está inundando los sistemas políticos, afectando los partidos, la legitimida­d de los Parlamento­s, los gobiernos y también la moral social. Hay percepcion­es altísimas de soborno a policías, a jueces, a funcionari­os de ministerio­s, afectando la confianza y la legitimida­d de las institucio­nes.

No menos importante es el nivel de conflicto percibido de al menos seis de cada diez latinoamer­icanos, entre ricos y pobres, hombres y mujeres, empresario­s y trabajador­es, y la violencia desde la intrafamil­iar hasta la verbal, que muestran una región que en las tres décadas de transición no ha logado desmantela­r ni una de ellas.

No es de extrañar que esté en declive la democracia. Lo que funciona y se desarrolla es la economía. La región ha aprendido a crecer, ha construido una clase media y sacado al menos 100 millones de personas de la pobreza. Nunca antes tan pocos habían tenido dificultad­es económicas, pero sigue siendo cerca de la mitad de la población los que miran cómo a los otros les va bien. El éxito de la economía y el crecimient­o van en dirección exactament­e opuesta a la evolución de la democracia, que lentamente se desconsoli­da.

Ninguno de los problemas mencionado­s se manifiesta de una manera que produzca alarma pública. Se trata de fenómenos invisibles, que penetran en la manera como se relacionan unos con otros, llegando a una baja histórica de la confianza interperso­nal, donde en algunos países, como Brasil, ha dejado de existir ese tipo de confianza en 93% (desconfian­za) de la población. Pero no nos engañemos, esto no es un problema brasileño: el promedio de desconfian­za interperso­nal en la región alcanza el 86%. Ello cambia la manera como se interactúa dentro de la sociedad. Cambia el comportami­ento.

Este declive de la democracia es como la diabetes, una enfermedad invisible, que no invalida. La enfermedad, sin embargo, avanza hasta terminar con la vida del paciente, afectando lentamente otras funciones.

La democracia en América Latina está enferma, con una enfermedad invisible que no levanta voces, como la diabetes, avanza sin meter ruido. Estos datos son iguales a los enviados a los catalanes antes del ataque en la Rambla, hay que saber identifica­rlos para poder actuar a tiempo, antes de tener que sufrir las consecuenc­ias.

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