Andrea Franceschini rompe el silencio.
En exclusiva, la empresaria gastronómica detalla la trama judicial por la estafa con la que familiares se apropiaron de su marca: “Siento que me robaron la identidad”.
Después de 8 años de batallar en Tribunales, dos resoluciones le están dando la razón a la empresaria gastronómica. La Cámara Federal procesó a quienes buscaron estafarla.
El martes último, la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba ordenó el procesamiento de los contadores Carlos Hernán Dotto y Gustavo Reynaldo Cena por tentativa de estafa procesal y dispuso la falta de mérito del abogado Martín José Carranza Torres en la causa que inició Andrea Franceschini. A Dotto y Cena se los acusa de presentar un documento que aparenta la cesión de la marca de repostería Andrea Franceschini, cuando en realidad se trataría de la cesión de una franquicia para transferir la marca de su dueña original a otras personas. En la misma sentencia, el tribunal integrado por Graciela Montesi, Eduardo Avalos e Ignacio Vélez Funes apartó al juez federal 3, Hugo Vaca Narvaja, y dispuso que el futuro magistrado que asuma la causa profundice la investigación precisamente en la disputa de la marca de tortas más famosa de Córdoba.
Este fallo se sumó al pedido de elevación a juicio, resuelto por el fiscal provincial José Bringas hace poco más de un mes, contra Arturo Javier Sánchez (exesposo de Andrea), Dotto, Cena y otras ocho personas, acusadas con diferentes grados de participación de los delitos de estafa, defraudación por administración fraudulenta y falsedad ideológica.
En esta causa, en cambio, se investigó el presunto desapoderamiento de las acciones de la empresa original que pertenecía a Franceschini y su esposo, en beneficio de un grupo de personas, incluyendo a Sánchez –su ahora exmarido- en la participación de la maniobra.
Ambas resoluciones son un mojón importante en la larga batalla judicial que viene dando en los tribunales federales y provinciales Andrea Fabiana Franceschini.
PERFIL CORDOBA la entrevistó. Una mujer sola, contra todos; y todos, contra ella. Recomenzó varias veces. Se hizo como empresaria tanto como aprendió a cocinar sus postres. Esa es la primera im- presión que surge tras más de dos horas de diálogo.
—¿Quién comenzó a fabricar las tortas?
—Yo. Tenía 28 años. Empecé con un emprendimiento de la nada, repartiendo tortas en colectivos. Fue para ayudar a mi familia, que pasaba por una crisis económica muy grande. —¿Cómo se hizo conocida? —Se dio de boca en boca. Recibía pedidos por teléfono en mi casa. Así comencé a crecer.
—¿Se sumó su mamá a su empresa o ella generó una
—Yo le enseñé porque ella también estaba pasando una situación particularmente mala. Entonces, le dije: así como esto me ayudó a salir adelante, te doy la idea. Las recetas se las enseñé yo, para ayudarla.
—¿Qué significó la disputa con su familia por la marca Franceschini?
—Una historia muy triste. Me separé de mi familia por un tema comercial. Creo en los valores de la familia. Y por dinero o cosas que no se entendieron, se terminó disolviendo. —¿Actualmente tiene relación con ellos?
—Solo con mi papá. No tendría ningún problema, incluso traté de acercarme a mis hermanas, pero hay cosas que se fueron rompiendo. No pude volver a formar un vínculo, me hubiera gustado hacerlo.
—Se elevó a juicio una causa con 11 imputados por estafa en su contra. Ahí está su exesposo. ¿Qué significó para usted?
—Estoy muy cansada. Fueron años de injusticias. Yo solo quiero trabajar de lo que sé, tranquila. Tengo necesidad de justicia para que esto se resuelva y me devuelvan lo que es mío. Quisiera que la gente entienda que Andrea Franceschini es mi nombre, soy una persona. Vivo de lo que hago. Hasta el nombre me han usurpado. Abrís Facebook y hay muchos perfiles Andrea Franceschini. Siento una gran impotencia. Me defraudaron las personas que más quise, mi familia y mi expareja.
—¿Refundó la empresa? —Tuve que empezar de nuevo varias veces. Todo lo que encaré fue con éxito. Hace ocho años comencé de nuevo y actualmente tengo 24 franquicias. Me va bien. Tengo que hacerle entender al público que hay una Andrea Franceschini “naranja” (hace referencia al color del logo de otra empresa que no es suya, aunque lleva su nombre) que no soy yo y la otra que sí soy yo, la de “rosa, verde o colores pasteles”. Quiero responder por mis propios productos, no por los errores de los demás. Quiero que me devuelvan mi nombre.
—¿Siente que se está haciendo justicia?
—La última resolución me alivió. Puedo seguir creyendo.